Wayne Mack

La Vida en la Casa del Padre


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por un tiempo donde estaban, escogieron salir y encontrar un camino mejor…6

      Con mucha frecuencia se describían a sí mismos como: ¡trasladándose más cerca de Dios pero más lejos de la iglesia! 7

      Finalmente, dedica un capítulo a dirigirse a los “marginados” (los que han abandonado la iglesia), a los cuales ha entrevistado y a cualquiera de sus lectores que también han dejado la iglesia. He aquí su reflexivo mensaje para ellos:

      Yo soy extremadamente reacio a sacudir el dedo delante de ti y decir: “¡Date la vuelta y vuelve a una iglesia!” Yo no conozco tus circunstancias. Podría ser que hubiera montones de alternativas alrededor de ti, en cuyo caso te animaría ciertamente a explorarlos diligentemente hasta que encontraras algo que funcione…8

      La tradición sostiene que tú no puedes crecer aparte de una iglesia. Entonces, ¿cómo has de seguir adelante (asumiendo que quieras seguir adelante)? Unas pocas de las personas a las que he entrevistado han dado un paso adelante al poner la tradición patas arriba y recibir el sostenimiento espiritual de cualquier lugar donde han podido encontrarlo: en libros, en revistas, en los ministerios de la radio y la televisión, en uno o dos amigos comprensivos, tal vez en las artes y la música, tal vez en la obra voluntaria. Con el paso del tiempo, han llegado a ser muy ingeniosos para hallar maneras de encontrar a Dios aparte de una iglesia local…9

      No os culpo por haberos echado fuera.10

      El libro, Entrevistas de Salida, fue escrito por un autor cristiano respetado y bien conocido, y publicado por una editorial cristiana conservadora. También se ha mantenido durante algún tiempo en lo más alto de la lista de los diez libros cristianos más vendidos. A la luz de estos hechos se puede decir sin temor a equivocarse que el concepto general de la iglesia local entre los que profesan ser cristianos no ha mejorado mucho desde los sombríos años 60 y 70. Y esta indiferencia contemporánea hacia la iglesia representa un cambio descomunal desde los valores mantenidos desde antiguo sostenidos a lo largo de la historia por aquellos que se han considerado a sí mismos el pueblo de Dios.

      Sí Entrevistas de Salida hubiera sido escrito en cualquier otro siglo distinto del nuestro, muy probablemente se hubiera encontrado con un coro de protestas justamente indignadas por parte de los líderes cristianos del momento. Nuestros antepasados, que llamaban apóstatas a las personas que dejaban la iglesia en lugar de llamarlos “creyentes de la puerta de atrás”, incluso lo habrían etiquetado como una “herejía”.

      Considera, por ejemplo, algunas afirmaciones de tres de los nombres más reconocidos en la historia de nuestra fe. Agustín dijo: “nadie puede tener a Dios como su padre sino tiene a la iglesia como su madre”.11 Martín Lutero describió: “aparte de la iglesia, la salvación es imposible.” Y la Institución de la Religión Cristiana de Juan Calvino, que es la obra más ampliamente leída y atesorada desde la era apostólica, contiene unas afirmaciones tan vehementes acerca de la iglesia local como las siguientes:

      Mi intención es tratar aquí de la iglesia visible, y por eso aprendamos ya de sólo su título de madre qué provechoso y necesario nos es conocerla, ya que no hay otro camino para llegar a la vida sino que seamos concebidos en el seno de esta madre, que nos dé a luz, que nos alimente con sus pechos, y que nos ampare y defienda hasta que, despojados de esta carne mortal, seamos semejantes a los ángeles (Mat.22:30). Porque nuestra debilidad no sufre que seamos despedidos de la escuela hasta que hayamos pasado toda nuestra vida como discípulos. Anotemos también que fuera del gremio de la iglesia no hay remisión de pecados ni salvación... Con estas palabras se restringe el favor paternal de Dios y el testimonio de la vida espiritual a las ovejas del aprisco de Dios, para que advirtamos que el apartarse de la iglesia de Dios es pernicioso y mortal.12

      Porque tanto aprecia el Señor la comunión de su Iglesia, que tiene como traidor y apóstata de su religión cristiana a todo el que de manera contumaz se aparta de cualquier compañía cristiana en que se hallare el ministerio verdadero de su Palabra y de sus sacramentos.13

      Agustín, Lutero, y Calvino, simplemente representan a los miles de líderes cristianos que a lo largo de los siglos han creído que la iglesia era absolutamente indispensable para nuestro crecimiento como cristianos. Aparentemente nuestros días han traído un cambio tremendo en la manera en que la gente ve la iglesia local, especialmente cuando un libro de gran éxito de ventas da a entender repetidamente que podemos crecer de la misma manera sin ella. ¿Pero, qué dice la Palabra de Dios con respecto a la iglesia de Dios? Nuestra autoridad no es ni la corriente del pensamiento actual ni el dogma de teólogos falibles. Por el contrario, nosotros debemos averiguar lo que Dios piensa acerca de esta institución que Él ha diseñado, por el Libro que Él nos ha escrito.

      ¿Es posible tener una vida espiritual vibrante y nutrir satisfactoriamente nuestra relación con Dios aparte de una iglesia local? ¿Es simplemente la “sabiduría convencional” la que nos dice que debemos formar parte de una iglesia local? ¿Es posible acercarse a Dios y alejarse de la iglesia? ¿Existen “montones de alternativas” a la iglesia en lo que respeta a nuestro crecimiento espiritual? Y ¿aquellos que abandonan toda relación con la iglesia están verdaderamente libres de culpa por esa decisión?

      La respuesta a todas esas preguntas, según la Escritura, es un sonoro ¡no! Lejos de ser sólo una de entre muchas opciones para el cristiano, la iglesia es el medio principal por el cual Dios lleva a cabo Su plan en el mundo. Es el instrumento ordenado por Él para llamar a los perdidos a Sí mismo en el contexto en el que Él santifica a aquellos que son nacidos en Su familia. Por lo tanto, Dios espera (e incluso demanda), un compromiso con la iglesia de todo aquel que afirma conocerle.

      Incluso una lectura superficial del Nuevo Testamento deja clara la centralidad de la iglesia en el registro bíblico. Jesucristo proclamó que Él edificaría Su iglesia (Mateo 16:18), le otorgaría la autoridad para actuar con el imprimátur del cielo (Mateo 18:17-20), y en última instancia reveló que Su plan era llenar el mundo con cuerpos locales de creyentes (Mateo 28:18-20). La mayor parte de las epístolas están escritas a iglesias locales, y tres de las otras escritas a individuos (1 y 2 Timoteo y Tito), analizan cómo debe funcionar la iglesia local. Finalmente, las maravillas del Apocalipsis estaban dirigidas expresamente a siete iglesias locales en Asia menor, y fueron enviadas a ellas por el apóstol Juan siguiendo el mandato del Cristo resucitado (Apocalipsis 1:4,11).

      Ningún otro versículo proclama la importancia de la iglesia local de una manera más poderosa que 1 Timoteo 3:15, y ese versículo nos servirá como marco de trabajo para una discusión de esta doctrina en la Escritura. Allí Pablo le dice a Timoteo: “Esto te escribo... para que si tardo, sepas cómo debes conducirte en la casa de Dios, que es la iglesia del Dios viviente, columna y baluarte de la verdad.” Pablo quería que su joven aprendiz entendiera la importancia y el significado de sus instrucciones, y por ello se refiere a la asamblea local de creyentes con cuatro términos descriptivos que tienen el propósito de enfatizar la importancia que Dios le da. Estos términos siguen siendo designaciones apropiadas para la iglesia, y entenderlos nos ayudará a compartir el amor y el respeto de Pablo por esta santa institución.

      La Casa de Dios

      La palabra “casa” viene del griego oikos, que puede significar un edificio para habitar o una familia integral. En la Escritura se aplican ambos significados a la iglesia, y ambos proveen un testimonio profundo de su origen divino y su significado.

      La Iglesia Es la Morada de Dios

      Si Pablo usó la palabra en el sentido de una vivienda, entonces esto da testimonio del hecho de que Dios mismo vive en Su iglesia y entre Su iglesia. La iglesia misma es la casa de Dios. Hay que entender que no estamos hablando del edificio de la iglesia. Las mismas palabras “casa de Dios” traen a la memoria imágenes de un viejo diácono mirándonos por encima del hombro cuando éramos niños y diciendo: “¡Jovencito, no se puede correr en el santuario, esta es la casa de Dios!” (Por supuesto, podíamos correr en el gimnasio o en las clases, que formaban parte del mismo edificio, pero había algo especialmente santo respecto de la habitación con el púlpito y los bancos.)

      Aquel viejo