fenómeno sumamente extraño. Un batallón del ejército que no supiese a quien se espera para desfilar pronto acabaría en el caos. Si la iglesia ha de ser una verdadera familia y una fuerza de combate efectiva, necesita conocer exactamente quien pertenece a ella.21
La membresía clarifica la diferencia entre la iglesia y el mundo. O, como dijo Jay Adams, ayuda a conocer quienes deben ser tratados como creyentes y quienes deberían ser tratados como “no creyentes”. La membresía nunca nos dirá quién es, y quién no es un verdadero cristiano, porque siempre habrá no-miembros que son salvos y miembros que no son salvos (cf. Mat. 7:21-23; 13:36-43). En otras palabras, la lista de miembros de la iglesia invisible siempre será diferente de la lista de miembros de la iglesia visible, en algún grado. Pero habrá momentos en que se hará necesario tener algunos criterios por los cuales decidir si alguien debería ser tratado como un cristiano o no (o como lo pone el Nuevo Testamento, un “hermano” o una “hermana”). Un ejemplo sería el matrimonio – un creyente no se debería casar con un no creyente (2 Cor. 6:14); otro ejemplo es el divorcio – se dan instrucciones diferentes a aquellos casados con no creyentes (1 Cor. 7:15; 2 Cor. 5:17); y un tercer ejemplo es los requisitos para los ancianos – deben tener “hijos creyentes” (Tito 1:6). En situaciones como esa, ¿cómo pueden determinar los líderes de la iglesia y los demás si alguien está en la categoría de creyente o de no creyente? La teología bíblica y la sabiduría práctica indican que una mera profesión de fe no es suficiente en este sentido. Pero un compromiso de responsabilidad con la iglesia, junto con una profesión de fe creíble, es un camino más seguro por el que andar. No obstante se requiere una instrucción paciente, porque son tantos los cristianos en nuestros días a los que no se les ha enseñado sobre la membresía de la iglesia, y muchos han estado en iglesias que ni siquiera la practican. Así, por ejemplo, si una pareja de jóvenes quiere que un pastor celebre su boda, puede preguntarles desde el principio si son miembros de una buena iglesia. Si la joven lo es, pero el hombre no, entonces el pastor puede preguntar las razones e instruirle sobre la importancia de la membresía. No obstante, si después de dicha instrucción el joven rehúsa comprometerse con la iglesia, entonces el pastor tiene que considerarlo en la categoría de no creyente, y rehusar casarlos, porque de otra manera estaría creando un “yugo desigual”.
La cuestión de quién ha de ser tratado como un creyente puede ser de lo más pertinente en el asunto de la disciplina de la iglesia (véase el capítulo 8). Si un “hermano” o una “hermana” está viviendo un estilo de vida pecaminoso y rehúsa responder a la confrontación privada, entonces la iglesia tiene la orden dada por Dios de tratar con el pecado (Mt. 18:15-17; 1 Co. 5). Pero, ¿cómo sabemos si una determinada persona que asiste es un “hermano” o una “hermana” sin un sistema por el cual la persona puede, de manera oficial, unirse a la iglesia o rechazarla? Y, ¿cómo podemos poner fuera de la iglesia oficialmente a la parte ofensora, si nunca ha entrado en ella oficialmente? Si las personas que han de ser tratadas como no creyentes cometen pecado, nuestra respuesta a eso no sería excomulgarles, sino evangelizarles.
Las consideraciones legales también entran en juego con respecto a la disciplina de la iglesia. En los últimos años varias iglesias han sido demandadas por personas a las cuales se les ha nombrado desde el púlpito y han surgido preguntas sobre la legalidad de la disciplina de los no-miembros.22 A la luz de estos acontecimientos recientes, probablemente no es prudente ejercer el proceso disciplinario sobre aquellos que no son miembros. Así que, si los líderes de la iglesia permiten que un porcentaje alto de su rebaño sean no-miembros, se pueden ver grandemente maniatados cuando una de esas personas cae en pecado. Pueden ser incapaces de obedecer varios mandatos importantes de la Escritura, se verán impotentes para quitar del cuerpo la influencia ruinosa de una persona inmoral o que causa divisiones.
La membresía hace que la iglesia local refleje mejor la iglesia invisible. Este punto es similar al anterior, pero tiene una naturaleza más teológica. R. B. Kuiper lo expresó de manera clara y elocuente:
La iglesia visible es gloriosa a medida que refleja la iglesia invisible. La visibilidad y la invisibilidad son dos aspectos de la única iglesia de Jesucristo. Por esa simple y determinante razón, la iglesia visible debe ser una manifestación de la iglesia invisible. Hay que admitir, no obstante, que la semejanza de la una a la otra nunca es perfecta. Pero en algunas ocasiones la iglesia visible no es más que una simple caricatura de la iglesia invisible; entonces no es gloriosa. En muchísimas otras ocasiones la iglesia trata de reflejar en forma muy tenue la iglesia invisible; entonces su gloria es opaca. Por la gracia de Dios hay también ocasiones en las cuales la iglesia visible emula con claridad a la iglesia invisible; tal iglesia es ciertamente gloriosa.23
Por causa de su testimonio ante el mundo, la iglesia local debería parecerse tanto como fuera posible al cuerpo espiritual de Cristo, el cual disfruta de una unidad perfecta (Juan 17:22-23), de una sumisión incondicional a Él (Ef. 5:22), y de una estabilidad absoluta (Mat. 16:18). Eso significa que no se le debería permitir unirse a la iglesia a nadie que niega el evangelio, pero también significa que todo aquel que es parte de la familia espiritual de Dios debería ser un miembro de la iglesia local. Si ese fuera el caso, aquellos que sólo asisten a la iglesia de vez en cuando con corazones insinceros no serían considerados parte de la iglesia con tanta frecuencia como sucede en nuestros días. También tendrían menos probabilidades de manchar la reputación de la iglesia ante el mundo llamándola “mi iglesia” mientras están viviendo vidas impías.
Dos razones finales apoyan el hecho de que es sabio para los líderes de la iglesia enfatizar la membresía.
1) La membresía promueve la participación de aquellos que están en la “periferia” de la iglesia. Esto es especialmente cierto cuando comprenden que deben tomar una decisión entre estar comprometidos o no comprometidos. Un énfasis en la membresía provee una vía para que las personas den un gran paso en su santificación al trasladarse desde “la multitud” a la “congregación”. También es más probable que sirvan en la iglesia cuando han hecho la inversión de un compromiso de membresía. Como dijo Jesús, “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mt. 6:21; Lc. 12:34).
2) La membresía provee una oportunidad para educar a las personas acerca de la naturaleza y los distintivos de la iglesia. Esto librará a las personas que están involucradas regularmente de ser ignorantes en asuntos tales como la disciplina de la iglesia y los dones espirituales, incluso cuando no son discutidos frecuentemente desde el púlpito. En nuestras iglesias, hemos encontrado que las personas pueden asistir durante un largo período de tiempo antes de que se les enfrente a algunas doctrinas concretas de suma importancia, simplemente porque esas verdades no han surgido en la exposición bíblica por largo tiempo. Así que nosotros consideramos el proceso de la membresía como un ingrediente vital en nuestros intentos por amonestar “a todo hombre, y [enseñar] a todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre” (Col. 1:28).
Los Privilegios del Compañerismo
Carlos Spurgeon en una ocasión le contó a su congregación esta historia con respecto a la membresía de la iglesia:
Me acuerdo muy bien de cómo me uní a la iglesia después de mi conversión. Yo mismo me forcé a ello al decirle al ministro (que era poco estricto y lento, y después de haber intentado hablar con él en cuatro o cinco ocasiones sin poder verle), que ya había cumplido con mi deber. Y que si él no me recibía, yo convocaría una reunión de la iglesia y les diría que había creído en Cristo, y les preguntaría a ellos si me querían admitir.24
¿Por qué estaba el joven Spurgeon “aporreando la puerta” de la iglesia para entrar en ella? Sin duda, él sabía que el compromiso con una iglesia local y la obediencia a los líderes eran necesarios para su crecimiento espiritual, y temía enormemente al Señor que había dictado esos mandamientos. Pero también puede haber habido otra razón imperiosa para que él forzara su camino hacia la membresía en la iglesia: los beneficios que obtendría siendo parte de ella.
La membresía de la iglesia no es sólo un compromiso por parte del miembro con la iglesia, sino que también es un compromiso de la iglesia para con el miembro. Tanto la iglesia como un cuerpo, como sus líderes, se comprometen