Wayne Mack

La Vida en la Casa del Padre


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sobre unos hechos, sino que trató vigorosamente de dejar una impresión de esa verdad sobre sus almas.

      Era autoritativa. Pedro no se limitó simplemente a compartir su opinión para que la audiencia la considerase. El declaró con atrevimiento los hechos innegociables del evangelio. Les ordenó “escuchar” la verdad acerca del hombre que había sido “aprobado” (o avalado) “entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales” (v. 22).

      Era resueltamente con propósito. Sus palabras tenían el designio de persuadir a aquellos que le oyeron; él quería producir un efecto en ellos por medio del poder del Espíritu Santo, e incitarles a actuar sobre la verdad que escuchaban (v. 37 ss.).

      Ese era el tipo de enseñanza que los apóstoles presentaron a la iglesia primigenia, y a esta clase de enseñanza es a la que se consagraron continuamente. Aquellas personas no se reunían para ser entretenidas; no se reunían para hablar de sus sentimientos en una especie de sesión de “terapia de grupo”; no se reunían para discutir sus opiniones o exhibir de alguna manera su ignorancia; y tampoco se reunían para contemplar las ideas de Sócrates, Epicuro, Platón, o cualquier otra autoridad secular. Más bien se reunían con la intención primordial de aprender de la enseñanza de los apóstoles.

      Además, los primeros cristianos examinaban todo a la luz del modelo de los apóstoles. Cualquier creencia o práctica que no estaba de acuerdo con él, era rechazada inmediatamente, y cualquier organización religiosa que no se atenía al mismo era considerada una iglesia falsa.30 Juan escribió lo siguiente en su nombre propio y en el de los demás apóstoles:

      Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos profetas han salido por el mundo. En esto conoced el Espíritu de Dios: Todo espíritu que confiesa que Jesucristo ha venido en carne, es de Dios; y todo espíritu que no confiesa que Jesucristo ha venido en carne, no es de Dios; y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo. Hijitos, vosotros sois de Dios, y los habéis vencido; porque mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo. Ellos son del mundo; por eso hablan del mundo, y el mundo los oye. Nosotros somos de Dios; el que conoce a Dios, nos oye; el que no es de Dios, no nos oye. En esto conocemos el espíritu de verdad y el espíritu de error.(1 Jn. 4:1-6)

      Efesios 2:20 dice que la iglesia ha sido edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo.” En nuestros días ya no hay más apóstoles ni profetas: el fundamento de su enseñanza ya ha sido asentado y no necesita ser asentado de nuevo. Pero debemos asegurarnos de que la iglesia se conforma al fundamento que ha sido puesto por los apóstoles. Si un edificio ha de permanecer en pie, debe tomar la forma de su fundamento: si una iglesia en nuestros días ha de pasar la prueba de la Palabra de Dios, debe adherirse completamente a la enseñanza de los apóstoles.

      En 1 Timoteo 6:20, Pablo le dijo a su joven protegido, Timoteo, que entonces pastoreaba la iglesia en Éfeso: “guarda lo que se te ha encomendado, evitando… los argumentos de la falsamente llamada ciencia.” Y en su segunda carta a Timoteo, Pablo escribió:

      Te encarezco delante de Dios y del Señor Jesucristo, que juzgará a los vivos y a los muertos en su manifestación y en su reino, que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina. Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que teniendo comezón de oir, se amontonarán maestros conforme a sus propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a las fábulas. (2 Tim. 4:1-4)

      En este pasaje Pablo habla de personas que amontonan para sí mismos maestros que les digan lo que ellos quieren escuchar. No quieren escuchar la enseñanza de los apóstoles, pero quieren escuchar la idea o la filosofía más nueva, o la moda del mundo que les haga sentir mejor respecto de sí mismos y de sus estilos de vida. Pero ese no era el caso de la iglesia de Jerusalén descrito en Hechos 2, y no debe ser el caso en nuestras iglesias hoy. Una buena iglesia es aquella en la que la gente desea y responde a una enseñanza y predicación bíblicas, y donde los líderes están comprometidos con proveerles eso de manera regular y perpetua.

      Desafortunadamente, nuestras iglesias hoy en día a menudo le dan a la Biblia la autoridad titular en lugar de darle la autoridad funcional. Muchos de ellos relegan la Palabra de Dios a un papel semejante al de la Reina de Inglaterra. La Reina tiene el título de gobernante, pero participa muy poco en las decisiones del gobierno del país. El verdadero poder y la influencia residen en el Primer Ministro y en el Parlamento. De manera similar, muchas iglesias de hoy despliegan de una manera prominente la Biblia y afirman creer en ella, pero cuando se trata de las funciones cotidianas de la iglesia, la Biblia no es su autoridad final. Así que, cuando consideramos nuestro compromiso con una iglesia en particular, necesitamos averiguar si está caracterizada por practicar la Palabra o simplemente por oírla (Stg. 1:22-25). Como escribió Calvino con respecto a Hechos 2:42,

      ¿Buscamos la verdadera Iglesia de Cristo? Aquí se describe el retrato de su vida. El comienza con la doctrina, que es el alma de la Iglesia. No nombra la doctrina de ninguna clase, sino la de los apóstoles, que el Hijo de Dios ha entregado en las manos de ellos. Por lo tanto, dondequiera que suena la voz pura del Evangelio, donde los hombres permanecen en la profesión de la misma, donde se aplican a escucharla regularmente para ser beneficiados por ella, allí, sin duda alguna, está la Iglesia.31

      Un Enfoque Centrado en Dios

      Hechos 2:43 dice que en la iglesia de Jerusalén “sobrevino temor a toda persona”. El poder de la enseñanza de los apóstoles y las numerosas señales y prodigios realizados entre el pueblo afectaron profundamente a la actitud de ellos hacia Dios. Un comentarista observa: “La convicción de pecado que siguió a la predicación de Pedro no fue un pánico momentáneo, sino que llenó a las personas con un sentido de sobrecogimiento duradero. Dios estaba obrando en ellos; ellos estaban siendo testigos del amanecer de una nueva era.”32 El sobrecogimiento de las personas estaba dirigido hacia Dios, por supuesto, y este asombro se podría llamar de manera más precisa “un temor respetuoso”. La palabra griega traducida como “temor” es phobos, que casi siempre se traduce como “temor” en el Nuevo Testamento (cf. Hch. 5:5, 11).

      Este temor de Dios que la gente experimentó, no obstante, no es un estado irracional que produce el comportamiento incontrolado reflejado por nuestro uso moderno de la palabra fobia. Más bien era un reconocimiento solemne de la presencia de un Dios santo y amante en sus vidas, que les motivaba a obedecerle con el mayor agrado (vv. 44-46) y a alabarle continuamente (v. 47). De este modo, el “temor” que ellos experimentaban era una mezcla de gratitud, respeto, y terror al ver a Dios por lo que Él era y reconocer Su presencia entre ellos. En una palabra, ellos estaban adorando a Dios constantemente.

      Nosotros no estamos contemplando el amanecer de una nueva era en nuestros días, ni las señales sobrenaturales que lo acompañaban; pero podemos y deberíamos experimentar el mismo tipo de sobrecogimiento y adoración hacia Dios que tenía la iglesia primigenia. El Salmo 2:1 dice: “Servid a Jehová con temor, y alegraos con temblor.” Nuestra actitud hacia Dios debería incluir gozo y gratitud, pero esos buenos sentimientos deben estar siempre matizados con el respeto y temor que es debido al Soberano del universo. Sin ese respeto y temor, podemos llegar a ser frívolos hacia Dios y dejar de darle el honor que Él merece (cf. 1 Sam. 2:30).

      Esa importante verdad es comunicada muy claramente en 1 Pedro 1:17. Antes de este versículo, Pedro estaba discutiendo la elección amante de Dios y la gran salvación que Él ha prodigado sobre Su pueblo (vv. 1-12); luego comenzó a enfatizar la respuesta de obediencia y santidad que corresponde a los hijos de Dios (vv. 13-16). El versículo 17 comienza con la conjunción griega kai, que con frecuencia puede traducirse como “ya que” si el contexto lo permite. En este caso es posible, así que las palabras de Pedro se pueden leer de esta manera: “Ya que vosotros invocáis como Padre a Aquel que juzga imparcialmente según la obra de cada hombre, conducíos en temor.” Aquí la palabra phobos significa lo mismo que en Hechos 2:23: un temor reverente de Dios. Y también Pedro está diciendo que aunque nosotros estamos agradecidos y felices de tener a Dios como nuestro Padre amante