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Georgia


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ha preservado relativamente: el reducido número de actividades industriales contaminantes ha protegido al país de las catástrofes que han podido afectar a países como Azerbaiyán y el desmoronamiento de las industrias tras la caída de la Unión Soviética ha hecho el resto para proteger el entorno. Sin embargo, en las grandes ciudades el tráfico, muy a la zaga de los criterios ecológicos occidentales, genera una gran emisión de gases contaminantes. Además, la excesiva deforestación ilegal plantea un problema nacional de erosión del suelo, de corrimientos de tierra y de desaparición de especies, e incluso la caza amenaza a algunas especies en peligro de extinción.

      En el mar Negro, la contaminación se ha reducido desde los años 1990 gracias a programas internacionales pero el agua sigue contaminada por la actividad industrial, sobre todo porque algunos países costeros no respetan los compromisos ecológicos.

      Algunas regiones montañosas, en particular Svanetia y Ayaria, sufren desprendimientos de tierra; en los años 1990 y 2000, varios corrimientos devastaron algunos pueblos y empujaron a sus habitantes a emigrar a otras regiones poco pobladas. Los terremotos también causaron daños considerables, especialmente en Tiflis en 2002.

      En los años 1980 surgieron en Georgia movimientos de protección medioambiental para impedir que las autoridades soviéticas llevaran a cabo grandes obras: una vía férrea a través del Gran Cáucaso, una presa en Svanetia. La protesta contra el uso de la estepa de Gareja (donde se encuentra el gran complejo monástico) como campo militar fue un importante punto de confluencia del movimiento nacional naciente a finales de los años 1980 —aunque el objetivo era más proteger este alto lugar de la cristiandad georgiana que el medio ambiente.

      Los Parques Nacionales

      En la década de 1990, muchas ONG ecologistas se mantuvieron activas en el país y contribuyeron, gracias a su colaboración con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), a la creación de Parques Nacionales, a menudo sobre la base de infraestructuras soviéticas previas.

      Así, el Parque Nacional más importante del país es uno de los más grandes de Europa, el Parque Nacional de Borjomi-Kharagauli, en el Cáucaso Menor. Nació en 1995 bajo los auspicios del Fondo Mundial para la Naturaleza.

      En total, Georgia cuenta actualmente con 18 Parques Nacionales y Reservas Naturales; la mayoría data de la época soviética (el Parque Nacional de la Cólquida, en el lago Paliastomi, fue creado en 1949), algunos de ellos fundados en los años 1990. En 2006 el gobierno abrió en Ayaria un nuevo Parque Nacional en las laderas del Cáucaso Menor, el {1}Parque Nacional de Mtirala,{/1} también financiado por el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF). Un año más tarde, en 2007, se creó otro Parque Nacional en el Cáucaso Menor, sobre Tiflis, el de Algueti.

      Entre los parques clásicos y explorables están todavía el de Lagodeji, en las pendientes del Gran Cáucaso, y el de Vashlovani, en las estepas de Shiraki, ambos en Kajetia.

      Con la excepción de estos y, sobre todo, del parque de Borjomi-Kharagauli, muy bien provisto de infraestructuras, los parques georgianos están más orientados hacia la conservación de ecosistemas auténticos que hacia una explotación turística, por lo que no suelen ir acompañados de infraestructuras que faciliten una visita.

      FLORA Y FAUNA

      

      Flora

      Flora - Flor de melocotonero en primavera.

      © Ansley – iStockphoto

      La variedad de la flora de Georgia refleja las condiciones climáticas y el relieve de las diferentes regiones.

       Un tercio del territorio georgiano está cubierto de bosques, compuestos de variedades frondosas que crecen a baja y media altura. A media altitud hay robles, hayas, castaños, arces, fresnos y muchas otras variedades de árboles de hoja caduca. Los bosques mixtos y de coníferas, especialmente desarrollados en el norte del Cáucaso Menor (Trialeti, cadena de Meskheti), se sitúan entre 1.250 y 2.300 m de altitud. En el Gran Cáucaso, a causa de las abruptas pendientes, el estrato de bosque es relativamente reducido y deja paso rápidamente a la zona alpina, similar a la de los Alpes. En las montañas cuya vertiente da directamente al mar Negro (desde Ayaria hasta Abjasia), encontramos un bosque húmedo templado de tipo subtropical, mientras que en el este las pendientes se deforestan rápidamente. Cabe destacar que en las montañas, pinos y alerces están mucho más presentes que los abetos y las píceas.

       En la llanura, la flora ha sufrido mucho la mano del hombre: desde hace milenios, deforestación y ganadería han conformado el paisaje georgiano y han modelado el paisaje mediterráneo, dando a Georgia oriental un lugar predominante en las semiestepas de tipo carrascal. Al este como al oeste, los valles están plantados con huertos y cultivos hortícolas. Encontramos los árboles frutales comunes: manzanos, albaricoqueros, nísperos, ciruelos, nogales y, por supuesto, la vid, que ha modelado el paisaje kajetio. Señalemos también la fuerte presencia de granados, de moreras, de caqui y de sandías. Al oeste, en la llanura de Cólquida, la flora pantanosa original casi desapareció —excepto en la Reserva Natural del lago Paleastomi—, a causa del desarrollo de la agricultura y del urbanismo. En particular, en los años 1930 las autoridades soviéticas quisieron crear en Mingrelia, Guria y Ayaria una especie de «trópicos soviéticos», y para ello importaron de países cálidos muchas especies subtropicales que se han adaptado bien al clima local. Palmeras, cítricos (limoneros, mandarinos, naranjos), tabaco, té: estas plantaciones se implantaron para finalmente ser un elemento de pleno derecho del paisaje local. El Jardín Botánico de Batumi, en el cabo Verde, es un magnífico ejemplo floral de esta actividad.

       La flora georgiana incluye oficialmente entre 4.200 y 4.500 especies vasculares, 675 tipos de musgos, 1.763 variedades de algas, 738 líquenes y 6.337 variedades de setas. Entre las plantas vasculares, 380 son endémicas de Georgia y 600 del Cáucaso. A grandes rasgos, las especies endémicas pueden dividirse en dos grupos: las especies localizadas y las especies que se encuentran en varias regiones del país. Entre las primeras, cabe citar la Iris iberica, que crece sólo en la parte sureste del territorio, y el Hypericum thetrobicum, en Yavajeti. El segundo grupo está compuesto por especies como el Senecio rhombifollus. El ecosistema del lago Paleastomi posee decenas de especies de plantas autóctonas y únicas del mundo.

      

      Fauna

      Fauna - Carnero kajetio.

      © Nicolas LANDRU

      Los bosques frondosos mixtos albergan especies comunes a este tipo de entorno, especialmente cérvidos, zorros, roedores y tejones, mientras que especies como la marta o el gato salvaje son cada vez más raras.

       El lobo, el oso pardo, las cabras caucásicas y el lince poblaban en gran número los bosques que cubren las estribaciones del Cáucaso. Hoy, aunque todavía se encuentran en la montaña, su número ha disminuido considerablemente, llegando hasta la desaparición casi total de algunas especies. En el Gran Cáucaso, estas especies siguen presentes, en particular los lobos, numerosos, y los osos. En las alta montaña viven gamuzas, cabras y muflones. Los muflones pueden medir hasta 1,30 m de longitud, su pelaje toma un tono más oscuro en invierno y les suele aparecer una mancha clara sobre el lomo. Sus impresionantes cuernos se utilizan como «copa de vino» y algunos pueden contener entre dos y tres litros.

      La población de jabalíes sigue siendo importante en el Cáucaso, especialmente en Azerbaiyán,