Dr. Jason Fung

El ayuno como estilo de vida


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o dañadas) y, en estos estudios, las ratas que estaban en ayunas mostraron una disminución de la acumulación proteínica que es un sello distintivo del alzhéimer. ¿Te imaginas que el ayuno pudiese prevenir, tratar o incluso revertir estas desgarradoras enfermedades neurológicas degenerativas? Se podrían salvar vidas, se reduciría el sufrimiento y ahorraríamos decenas de miles de millones de dólares en costes de atención ­sanitaria.

      El cáncer es la segunda causa de muerte en el mundo; mata a unos diez millones de personas cada año. Una de cada seis morirá víctima de esta enfermedad. Muchos cánceres se desarrollan debido a factores genéticos, una exposición tóxica involuntaria, virus o alguna otra causa, a menudo desconocida. En su mayor parte, estos casos desafortunados son difíciles de prevenir. Pero hay estudios prometedores que muestran que cánceres que antes se consideraban inevitables pueden prevenirse, en cierta medida, mediante el ayuno.

      Una de las claves de estos hallazgos, como en el caso de la diabetes tipo 2 y la obesidad, es la insulina. Si extraemos células de cáncer de mama del tejido, es muy sencillo cultivarlas en un laboratorio. Si les añadimos glucosa, el factor de crecimiento epidérmico e insulina, se multiplican con rapidez. Si a continuación les quitamos la insulina, mueren. Déjame repetirlo: las células de cáncer de mama proliferan con altos niveles de insulina y mueren sin ella. Y ¿qué reduce los niveles de insulina? El ayuno.

      El segundo factor vinculado con el cáncer que es reversible es la obesidad. Un estudio de 2003 publicado por la Sociedad Estadounidense contra el Cáncer destacó los hallazgos obtenidos al hacer el seguimiento a 900.000 hombres y mujeres estadounidenses. Entre 1982 y 1998, se entró en contacto con estas personas cada pocos años y se midió su IMC (índice de masa corporal) en esas ocasiones. También se tomó nota de las que habían muerto y las causas de los fallecimientos. Ninguna de esas personas padecía cáncer al comienzo del estudio, pero dieciséis años después, algo más de 57.000 habían muerto de esa enfermedad. Sorprendentemente, la tasa de mortalidad debida al conjunto de todos los cánceres fue un 52 % más alta entre los hombres y un 62 % más alta entre las mujeres cuyo IMC era superior a 40. El IMC estaba asociado con la muerte por cáncer de esófago, de colon, de recto, de hígado, de vesícula biliar, de mama, de estómago, de próstata, de útero, de ovario, pancreático, renal, cervical, el linfoma no Hodgkin y el mieloma múltiple. Los investigadores concluyeron que el sobrepeso y la obesidad son responsables del 14 % de todas las muertes por cáncer entre los hombres y el 20 % entre las mujeres. Las pruebas eran claras: la obesidad es un factor de riesgo importante en cuanto al cáncer. Y ¿qué nos ayuda a perder peso? El ayuno.

      Finalmente, la autofagia puede ralentizar el crecimiento de los tumores cancerosos o prevenir la aparición del cáncer, un hallazgo que sorprendió a los científicos, que anteriormente habían creído que la autofagia incrementaba el desarrollo del cáncer. Un estudio de 2019 publicado en la revista Nature concluyó que la autofagia desempeñaba un papel importante en la eliminación de ciertas células vinculadas al cáncer. Cuando se detiene la autofagia, estas células dañinas pueden continuar reproduciéndose, lo cual alimenta el desarrollo del cáncer. Y ¿qué causa la autofagia? Una vez más, el ayuno.

      El síndrome metabólico, también llamado síndrome metabólico X, es un conjunto de afecciones que cumplen tres de estos cinco criterios: obesidad abdominal (medida por la circunferencia de la cintura), hiperglucemia (diabetes tipo 2), niveles de triglicéridos altos, niveles de HDL (colesterol bueno) bajos e hipertensión.

      El factor que tienen en común estas afecciones es que en todas ellas los niveles de insulina son demasiado elevados. Cuando la insulina está demasiado alta durante demasiado tiempo, el cuerpo almacena más grasa corporal de la necesaria. Las células se sobrecargan de glucosa y se vuelven resistentes a la insulina. La glucosa sanguínea ya no puede entrar en las células y los niveles de glucosa en sangre se elevan. Esta es la enfermedad conocida como diabetes tipo 2. Cuando el hígado está sobrecargado de glucosa, el exceso de azúcar se almacena como grasa y aparece la esteatosis hepática (enfermedad del hígado graso). Intentando librarse de toda esta grasa extra, el hígado exporta la glucosa a la sangre, lo que hace que aumenten los niveles de triglicéridos en la sangre y disminuyan los de HDL. En resumen: el exceso de insulina causa una serie de problemas que se suceden, uno por uno, igual que caen las fichas de dominó dispuestas en una hilera.

      Puesto que el síndrome metabólico es una enfermedad vinculada al exceso de insulina, reducir los niveles de esta hormona es fundamental para acabar con él. Los carbohidratos refinados son el factor que más hace subir la insulina, por lo que una buena forma de empezar es llevar una dieta baja en carbohidratos refinados y azúcar. Ahora bien, debido a que todos los alimentos contienen una mezcla de proteínas, carbohidratos y grasas, el nivel de insulina se elevará un poco aunque solo se coman alimentos saludables. Esta es la razón por la que el ayuno es tan efectivo para tratar el síndrome metabólico. Cuando nos abstenemos de comer, los niveles de insulina descienden y permanecen más bajos.

      Claramente, el ayuno ayuda a estabilizar el azúcar en sangre. Pero gozar de unos niveles de azúcar en sangre estables no es más que uno de los muchos beneficios de llevar un estilo de vida centrado en el ayuno. Como no tardaremos en ver, el ayuno puede obrar maravillas tanto para la mente como para el cuerpo.

      CAPÍTUO 2

      Más allá de los

       aspectos científicos

      Los beneficios mentales y emocionales del ayuno

      MEGAN RAMOS

      Es lógico suponer que si no estás gordo, enfermo, sobremedicado y exhausto (todas las situaciones que el ayuno puede aliviar y resolver), serás una persona más feliz. Esto es lo que han experimentado miles de clientes a quienes he atendido a lo largo de los años. A medida que pierden peso, toman menos medicamentos y sufren menos síntomas dolorosos, su estado de ánimo mejora. Dejan de estar deprimidos. No se pelean tanto con su cónyuge. Empiezan a realizar actividades que les gustan.

      Aunque solo quieras perder un par de kilos, cinco o diez, o aunque tus problemas de salud sean mínimos, el ayuno también te puede cambiar la vida. Me viene a la memoria un cliente de sesenta y siete años que tuve, Paul. Paul comenzó a ayunar para apoyar a su esposa, que tenía un sobrepeso extremo y a quien acababan de diagnosticarle una diabetes tipo 2 «justita» (casi prediabetes). A diferencia de su mujer, Paul no estaba aquejado por problemas de salud, y pensaba que los nueve kilos que le sobraban eran una consecuencia natural del envejecimiento. Pero para acompañar a su mujer, dejó de picar entre horas y se saltó algunas comidas a la semana. Al cabo de algunos meses, había perdido todo su peso extra. Y no solo eso, sino que pasó a sentirse estupendamente bien, tanto desde el punto de vista físico como emocional.

      Las propiedades estabilizadoras del estado de ánimo que tiene el ayuno no son meramente anecdóticas. Un estudio de 2016 publicado en la revista Frontiers in Nutrition midió los efectos de un ayuno de dieciocho horas en cincuenta y dos mujeres cuya edad promedio era de veinticinco años. El estudio buscó si se producían cambios en el estado de ánimo, la irritabilidad, las sensaciones de logro y satisfacción, el orgullo y el control. El estudio concluyó que, si bien al final de las dieciocho horas las mujeres se sentían más irritables que antes del comienzo del período de ayuno, experimentaban, en general, una sensación significativamente mayor de satisfacción, logro y orgullo.

      Estos hallazgos concuerdan con mis observaciones clínicas a lo largo de los años. Algunas personas que no tienen experiencia con el ayuno pueden experimentar ansiedad, que se puede atribuir a la hormona noradrenalina que se secreta durante el ayuno. La noradrenalina hace que la presión arterial aumente, el corazón palpite más deprisa y el sistema nervioso pase a estar más alerta. El conjunto de estos efectos puede ser experimentado como ansiedad. Por lo general, no duran más de dos semanas, que es el tiempo que tarda el cuerpo en adaptarse a la mayor presencia de noradrenalina.

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