A. El propósito es lograr cosechas buenas y abundantes
B. La desilusión es tener pérdidas de los productos que se siembran
C. México puede convertirse en una gran nación
Conclusiones de vínculos de dichas y desgracias
Índice de aportaciones
A manera de prólogo
Gerardo Kleinburg
Teresa Baños
Contaré mi breve historia en relación con mi papá, el campo y los cultivos
Citly Amezcua
Dibujo
Mateo Beltrán
Tarde bohemia con tres campesinos
Bolívar Beltrán
Amor a la tierra
Galia Kleinburg
Enseñanzas de sembrar y gozar del campo
Ivana Kleinburg
La herencia de mi padre
Mayte Amezcua
Poema Cavando, de Seamus Heaney
Carlos Azar Manzur
La farmacia de la naturaleza
Teresa Baños
Poema El árbol seco, de Manuel Benítez Carrasco
Teresa Baños
Poema Caminemos, caminemos, Anónimo
Teresa Baños
Nuestra familia, nuestro árbol genealógico
Miriam Amezcua
Dibujo
Patricio Samaniego
A MANERA DE prólogo
“La tierra es de quien la trabaja”, decía Emiliano Zapata. Al leer estas páginas escritas por Alfonso Amezcua, mi querido suegro, yo las cambio y digo: “La tierra es quien la trabaja, y quien la trabaja se vuelve la tierra misma”.
Como deja ver este texto, Don Alfonso es la propia tierra, es el campo personificado. En él cohabitan el amor por trabajarla; las dichas y desventuras de vivir con, para y de ella; el conocimiento de sus necesidades, sus gustos e incluso sus caprichos, como si de una pareja se tratara.
La tinta vertida sobre estas páginas da cuenta de una verdadera historia de amor: la de Alfonso con la tierra. Una historia de amor fértil, frondosa y plena de esos frutos que conforman su familia.
Gerardo Kleinburg
* * *
El sueño de un niño se hizo realidad al salir de su pequeño pueblo para iniciar una aventura. Sin temer a lo desconocido, inocente, sin imaginarse a qué se iba a enfrentar, con la poca ropa, el poco alimento y dinero se lanza al camino para encontrar nuevos horizontes.
¿Qué le hizo escapar de su tierra natal? Quiso ser diferente a los campesinos pobres que se conformaban con su suerte; él estaba decidido a estudiar, conocer otros horizontes, salir de la miseria… Veía un arcoíris de posibilidades y como todo ser humano, soñaba; pero también actuaba para tener un mundo más amigable, tanto para él, como para su familia y el entorno.
Teresa Baños
Introducción
El título de este libro y su contenido tienen su origen en mis vivencias, gracias a que nací y trabajé en el campo; y a los estudios que llevé a cabo de “práctico agrícola” en la Escuela Práctica de Agricultura, el internado para campesinos ubicado en una hacienda del poblado de Pacana, Jalisco. El periodo en el que trabajé en el campo fluctúa entre mis cinco y 17 años, principalmente en Citala, mi pueblo natal, aunque –varios años después y en mis tiempos libres– desarrollé ese conocimiento en algunos terrenos de Acolman, Estado de México, y en el pueblo de San Carlos, Municipio de Yautepec, Morelos.
Este texto pretende ilustrar la importancia de la tierra y su vínculo con los campesinos, a partir de la descripción somera de mis vivencias en el campo, así como del disfrute, los sinsabores y las vicisitudes a las que me enfrenté. Cuando pretendo hablar del contacto directo con la naturaleza lo hago con la intención de invitar al lector a reflexionar sobre el esfuerzo, la nostalgia, la supervivencia y el sacrificio del campesino y la forma en que todo esto ha evolucionado hasta ahora.
Asimismo, esta descripción corta la hago para mis nietos. Tengo 82 años y les quiero compartir el conocimiento que poseo de las plantas, las hortalizas y los árboles frutales que sembré, cultivé y disfruté, así como de otras experiencias sucedidas en el campo.
Este documento es, sin duda, una historia anacrónica. Si consideramos el momento que estamos viviendo, en el que hemos establecido una diferencia significativa, casi una barrera, entre el campo y la ciudad, intento que las generaciones más jóvenes puedan apreciar la vida del campo, los espacios naturales al aire libre, y la paz que se siente al estar conectado con la naturaleza. Del mismo modo, pretendo dejar abierta una reflexión para el futuro, al preguntarme cómo será la vida del campo ante el nuevo contexto social y político, tecnológico y ambiental; y si generará mayor dicha y menor desgracia, o viceversa.
Con orgullo, me pongo, de nuevo, en los zapatos del campesino que se desenvolvió en el ambiente campirano y amó la tierra en la que vivió y se desarrolló de niño, adolescente y durante parte de su juventud, gracias a las enseñanzas de las labores del campo que le enseñó su padre. Aseguro lo maravilloso que es saber trabajar la tierra, conocer sus climas, lluvias, lagos y ríos, cerros y montañas que la conforman, y que se refleja en los tiempos actuales que vivimos.
CAPÍTULO I
La vida apacible y riesgosa del campesino
“El maíz y el cacahuate requerían de trabajos urgentes; para ello se tuvo que contratar a quince peones, quienes no hacían el trabajo con el ritmo adecuado. Mi padre les decía “apúrense a trabajar”, y no le obedecían. “Me voy a unir con los peones como si fuera uno más”, decidí, y de esa manera, yo me tuve que colocar en un extremo de todos ellos para administrar el tiempo. A mi papá le dio mucho gusto que yo le fuera útil, recuerdo que por eso no me dejaba ir al internado”.
Alfonso, trabajador de la tierra
Nací en Citala y ahí desarrollé las etapas tempranas de mi existencia; es un valle o llanura rodeado de cerros y montañas de diferentes tamaños y alturas, entre los que se destacan el Cerro de la Peña y el Cerro del Fraile; este último, debido a las actividades y acontecimientos que sucedieron en él, era y es un lugar de agostadero con pasturas nutritivas para el ganado, principalmente para