Cesar Vallejo

Maestros de la Poesia - César Vallejo


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unos abriles granas capitularon

      ante mis mayos desarmados de juventud;

      los marfiles histéricos de su beso me hallaron

      muerto; y en un suspiro de amor los enjaulé.

      Espiga extraña, dócil. Sus ojos me asediaron

      una tarde amaranto que dije un canto a sus

      cantos; y anoche, en medio de los brindis, me hablaron

      las dos lenguas de sus senos abrasadas de sed.

      Pobre trigueña aquella; pobres sus armas; pobres

      sus velas cremas que iban al tope en las salobres

      espumas de un mar muerto. Vencedora y vencida,

      se quedó pensativa y ojerosa y granate.

      Yo me partí de aurora. Y desde aquel combate,

      de noche entran dos sierpes esclavas a mi vida.

      Comunión

      Linda Regia! Tus venas son fermentos

      de mi no ser antiguo y del champaña

      negro de mi vivir!

      tu cabello es la ignota raicilla

      del árbol de mi vid.

      tu cabello es la hilacha de una mitra

      de ensueño que perdí!

      Tu cuerpo es la espumante escaramuza

      de un rosado Jordán;

      y ondea, como un látigo beatífico

      que humillara a la víbora del mal!

      Tus brazos dan la sed de lo infinito,

      con sus castas hespérides de luz,

      cual dos blancos caminos redentores,

      dos arranques murientes de una cruz.

      Y están plasmados en la sangre invicta

      de mi imposible azul!

      Tus pies son dos heráldicas alondras

      que eternamente llegan de mi ayer!

      Linda Regia! Tus pies son las dos lágrimas

      que al bajar del Espíritu ahogué,

      un Domingo de Ramos que entré al Mundo,

      ya lejos para siempre de Belén!

      Considerando en frío, imparcialmente...

      Considerando en frío, imparcialmente,

      que el hombre es triste, tose y, sin embargo,

      se complace en su pecho colorado;

      que lo único que hace es componerse

      de días;

      que es lóbrego mamífero y se peina...

      Considerando

      que el hombre procede suavemente del trabajo

      y repercute jefe, suena subordinado;

      que el diagrama del tiempo

      es constante diorama en sus medallas

      y, a medio abrir, sus ojos estudiaron,

      desde lejanos tiempos,

      su fórmula famélica de masa...

      Comprendiendo sin esfuerzo

      que el hombre se queda, a veces, pensando,

      como queriendo llorar,

      y, sujeto a tenderse como objeto,

      se hace buen carpintero, suda, mata

      y luego canta, almuerza, se abotona...

      Considerando también

      que el hombre es en verdad un animal

      y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

      Examinando, en fin,

      sus encontradas piezas, su retrete,

      su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

      Comprendiendo

      que él sabe que le quiero,

      que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

      Considerando sus documentos generales

      y mirando con lentes aquel certificado

      que prueba que nació muy pequeñito...

      le hago una seña,

      viene,

      y le doy un abrazo, emocionado.

      ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...

      ¡Cuídate, España, de tu propia España!

      ¡Cuídate, España, de tu propia España!

      ¡Cuídate de la hoz sin el martillo,

      cuídate del martillo sin la hoz!

      ¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

      del verdugo a pesar suyo

      y del indiferente a pesar suyo!

      ¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,

      negárate tres veces,

      y del que te negó, después, tres veces!

      ¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

      y de las tibias sin las calaveras!

      ¡Cuídate de los nuevos poderosos!

      ¡Cuídate del que come tus cadáveres,

      del que devora muertos a tus vivos!

      ¡Cuídate del leal ciento por ciento!

      ¡Cuídate del cielo más acá del aire

      y cuídate del aire más allá del cielo!

      ¡Cuídate de los que te aman!

      ¡Cuídate de tus héroes!

      ¡Cuídate de tus muertos!

      ¡Cuídate de la República!

      ¡Cuídate del futuro!...

      Deshojación sagrada

      Luna! Corona de una testa inmensa,

      que te vas deshojando en sombras gualdas!

      Roja corona de un Jesús que piensa

      trágicamente dulce de esmeraldas!

      Luna! Alocado corazón celeste

      ¿por qué bogas así, dentro la copa

      llena de vino azul, hacia el oeste,

      cual derrotada y dolorida popa?

      Luna! Y a fuerza de volar en vano,

      te holocaustas en ópalos dispersos:

      tú eres talvez mi corazón gitano

      que vaga en el azul llorando versos!...

      Deshora

      Pureza amada, que mis ojos nunca

      llegaron a gozar. ¡Pureza absurda!

      Yo sé que estabas en la carne un día,

      cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.

      Pureza en falda neutra de colegio;

      y leche azul dentro del trigo tierno

      a la tarde de lluvia, cuando el alma

      ha roto su puñal en retirada,

      cuando ha cuajado en no sé qué probeta

      sin contenido una insolente piedra,

      cuando