para no respetar el encaje del 100% para los depósitos a la vista y así crear dinero y depósitos artificiales sin respaldo de ahorro a cambio de multiplicar sus ganancias. Con esta intermediación financiera espuria, el Banco de Inglaterra, junto a la Compañía del Mar del Sur, contribuyó a crear un boom & bust que creó un auge económico y financiero artificial que devino en crisis en 1720. A esta burbuja se la conoció como “La Burbuja del Mar del Sur” en 1720. En esta burbuja subieron las acciones, bonos y propiedades inmobiliarias. Hubo alzas de ´900%. El boom empezó en enero de 1720. Los precios subieron hasta septiembre. La corrección se hizo toda en los últimos tres meses de 1720.
Es muy interesante detenerse en la burbuja financiera del Mar del Sur acontecida en 1720, porque muestra a las claras la asociación inmoral y la complicidad solidaria entre burócratas del Estado y sector financiero, que lucran creando dinero desde la nada misma, generando burbujas insostenibles que indefectiblemente terminan estallando, y llevando a la economía hasta el abismo. En este sentido, es interesante presentar la historia previa a la burbuja, su creación y también sus consecuencias.
La Compañía del Mar del Sur se fundó en 1711. Su principal objetivo era colocar y gestionar la deuda del Imperio Británico que estaba en guerra con España. O sea, su propósito inicial fue financiar la deuda del gobierno británico en período de guerra. Ergo, su actividad principal era atraer inversores a que financien letras y bonos del Estado británico. Como contrapartida, el gobierno inglés le concedió a la Compañía del Mar del Sur los derechos exclusivos de comercio con las colonias americanas de España.
El acto de fundación de la compañía radicó en que sus accionistas asumieran un total de 10 millones de libras esterlinas en deuda del estado a cambio de acciones en la Compañía. Como contrapartida, el gobierno concedió a los bonistas una anualidad a perpetuidad por valor del 6% de interés sobre los 10 millones. El gobierno tenía intención de financiar la operación por medio de las tasas y tarifas comerciales sobre los bienes importados de Sudamérica por la propia Compañía. Este arreglo inicial hizo muy atractiva la inversión en la Compañía.
Sin embargo, en 1713 se adicionó otra nueva unidad de negocios a la Compañía. Esta nueva unidad de negocios impulsaba la facturación y el valor de las acciones de la firma a partir de una nueva asociación inmoral con los gobernantes: se le concedió el derecho a importar esclavos a las colonias españolas del Caribe, y a enviar un barco comercial al año. Como contrapartida, la Compañía asumió otros 2 millones de libras de deuda del gobierno en 1715.
En este marco, en 1717 el pago de los bonos estatales se había convertido en una carga onerosa para el tesoro británico. Al mismo tiempo, los gastos del Estado se habían incrementado a unos 65 millones de libras anuales sin contrapartida similar en la expansión de la recaudación. Más deuda se necesitaba. Puntualmente, en 1719 el gobierno británico tenía una deuda de unos 50 millones de libras, de la que unos 4 millones estaban controlados por el Banco de Inglaterra, 3 por la Compañía Británica de las Indias Orientales y 12 por la Compañía de los mares del sur.
Las necesidades financieras del Imperio Británico y la asociación inmoral y solidaria entre burócratas, financistas y banqueros hicieron que la Compañía Mar del Sur adquiriera un poco más de la mitad de toda la deuda pública con una ampliación de su propio capital accionario. Es decir, la Compañía emitió nuevas acciones para hacerse de ahorro con que financiar al Estado. Parte de esta compra de acciones estuvo financiada por crédito artificial del Banco de Inglaterra.
Con esta operatoria, la Compañía se aseguró un cash flow a perpetuidad de parte del Estado imperial, garantizándose una fuente de ingresos constantes para los nuevos accionistas de la Compañía. Así, la aparente estabilidad de los ingresos de la Compañía fue el primer factor desencadenante de la llamada burbuja de los mares del sur.
En segundo lugar, la Compañía comenzó a divulgar rumores de que su comercio internacional con las Américas crecería exponencialmente incluyendo altas remesas de oro y plata. Así el precio de la acción de la Compañía se elevó aún más retroalimentando la burbuja, que además también se vio potenciada adicionalmente por otra acción impulsada por la política y financiada por el Banco de Inglaterra: a comienzos de 1720 la Compañía recibió una línea de crédito del propio Parlamento Británico, financiada también por el crédito espurio del Banco de Inglaterra, por valor de 70 millones de libras para expandir sus actividades comerciales. Todas estas acciones causaron un impresionante boom entre los inversores británicos que hizo que el valor de cada acción saltara de 128 libras (enero) a 550 libras (mayo) en los primeros cinco meses de 1720. A principios de junio de 1720 la acción llegó a 890 libras.
La creación de depósitos y crédito artificial del Banco de Inglaterra, con su artificial monetización de la economía estuvo detrás de la creación de esta burbuja de la cual participaron masivamente los burócratas del Estado. De hecho, muchos inversores fueron destacados políticos ingleses. Se les había ofrecido la opción de comprar las acciones a precio de mercado, asegurándoles el derecho a vendérselas a la propia Compañía a una fecha posterior embolsándose la ganancia. Este rulo financiero infló aún más el valor de las acciones de la Compañía ofreciendo un claro incentivo para la especulación financiera que, al mismo tiempo, estaba apuntalada por el prestigio social y económico de los agentes intervinientes, los cuales estaban todos entrelazados a través de la política y sus prebendas para con el sector banquero y comercial.
El rápido aumento del valor de la acción provocó y generó un boom bursátil especulativo en todo el mercado accionario a lo largo y a lo ancho de todo el Reino Unido. A principios de agosto de 1720 la acción de Mares del Sur alcanzó las 1000 libras. Sin embargo, no tardó en cambiar la tendencia. Hubo toma de ganancias masivas, la acción comenzó a no parar de caer. La crisis se propagó a los bancos que se habían endeudado fuertemente para adquirir y especular con acciones. Esta propagación al sistema bancario no tardó en contagiarse hacia la economía real dando lugar a bancarrotas comerciales.
La cotización de la acción bajó hasta 100 libras antes de fin de 1720. Al año siguiente en 1721 se publicó un informe en el cual se reveló todo el fraude financiero organizado por los directores de la compañía que fueron arrestados. Paralelamente, se anunciaron una serie de medidas para restablecer la confianza pública y la solvencia de la compañía. La Compañía continuó con su comercio hasta el final de la Guerra de los Siete Años en 1763 (28). Sin embargo, su principal función fue siempre manejar la deuda gubernamental, más que comerciar con las colonias españolas. Tanto es así que luego de dejar la actividad comercial, continuó administrando parte de la deuda pública británica hasta su cierre en 1850.
Más allá de ser partícipe importante en la burbuja financiera de 1720, el Banco de Inglaterra pudo surfear la ola del boom&bust de 1720, y siguió operando siempre bajo el sistema de encaje fraccionario, creando depósitos, crédito y dinero artificial sin respaldo de ahorro genuino. A lo largo de todos sus días, el Banco de Inglaterra siempre financió al Tesoro. Con el pasar de las décadas, el coeficiente de encaje fue bajando, la relación reservas/depósitos cayendo y la multiplicación del crédito aumentando. Tanto es así, que el Banco de Inglaterra suspendió el pago en metálico de sus depósitos en 1797. Al mismo tiempo, se declaró que los billetes de papel emitidos por el Banco de Inglaterra tenían curso forzoso para pagar impuestos y deudas.
i) La otra estafa: el Banco Real Francés
Esta performance del Banco de Inglaterra no fue aislada. Por el contrario, del otro lado del Canal de la Mancha sucedió un fenómeno similar con el Banco Real Francés (29), que también impulsó una burbuja financiera, generó boom & bust y terminó declarando la inconvertibilidad metálica de los depósitos y el curso forzoso del dinero papel. Sin embargo, en Francia la situación fue aún más obscena que en Inglaterra. ¿Por qué? Porque a diferencia del Banco de Inglaterra que era privado, el Banque Royal francés era estatal, con lo cual las prácticas inmorales fueron llevadas hasta un extremo aún más aberrante. Si a esto se le suma la revolución francesa, no sorprende que “todo” haya terminado en hiperinflación hacia fines del siglo XVIII.