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Bosnia y Herzegovina


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su primer largometraje) a la categoría de cineasta internacional.

      Danza

      La música, el baile y los trajes tradicionales son como el país, muy variados. Influencias regionales pero sobre todo comunitarias han dominado siempre en Bosnia y Herzegovina, como lo demuestran los numerosos trajes de fiesta tradicionales.

      Son extremadamente ricos y complejos, con marcadas influencias orientales, sobre todo para los musulmanes. Las danzas tradicionales son siempre coreografías complejas basadas en rondas, muchas de ellas muy rítmicas cuyos compases varían según las regiones. Hay grandes movimientos de brazos y pausas rítmicas largas. En la antigua ronda de Bosnia (starobosansko kolo), por ejemplo, se observa a una pareja separarse y salir a bailar al centro acompañados del resto de la multitud.

      Literatura

      La literatura y la poesía de Bosnia y Herzegovina son maravillosas y bastante desconocidas fuera de sus fronteras, con la excepción de Ivo Andrić, que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1961 por su novela Un puente sobre el Drina, y quizás también de Meša Selimović con su novela El derviche y la muerte. La literatura bosnia tiene un rico pasado otomano y de poetas turcos que elogiaron muy pronto el país. Por lo tanto, no resulta sorprendente que muchas novelas importantes estén relacionadas con este periodo. La cultura literaria siempre ha sido significativa, aunque solo para una parte de la población. Ciudades como Sarajevo o Móstar han sido prolíficas, con importantes sociedades literarias. La Biblioteca de Sarajevo, antes de su incendio, tenía 1,5 millones de libros, incluidos 155.000 raros. Una inmersión con los mejores poetas y escritores en la atmósfera tan especial de Bosnia y Herzegovina.

      Algunos autores famosos

       Petar Kočić (1877-1916). Dramaturgo, Kočić se hizo famoso inmediatamente en 1904 con la primera representación, en el Teatro Nacional de Belgrado, de su obra Javazac pred sudom, que denuncia la situación bajo el imperio austrohúngaro y destaca la lucha de los débiles contra los fuertes. Prohibida, se representó de forma ilegal en toda Yugoslavia. Legalizada a partir de 1920, se convirtió en la pieza más representada en los Balcanes y traspasó sus fronteras a Europa. Obras posteriores de Kočić tratarán de nuevo el tema universal de la lucha de los débiles contra los fuertes. Entre 1960 y 1980, Kočić volvió a estar de moda y sus obras estuvieron en cartelera en toda Yugoslavia: Sudanija, S platine i isprod planine, Krajiška legenda.

       Isak Samokovlija (1889-1955) fue un intelectual brillante que escribió sus primeros poemas siendo muy joven.

      Después de muchas aventuras, incluida la guerra en el frente ruso donde se hace médico, vuelve a Bosnia y ejerce su nueva profesión. Al mismo tiempo, publica sus poemas en varias revistas literarias. La crítica destaca su lirismo y su calidad rítmica y musical, su lengua rica y equilibrada. Estamos en la década de 1920. Se pasa a a la novela corta con obras como El judío que no hacía la oración del sábado, que merece los elogios del mismísimo Ivo Andrić. Se convierte en vicepresidente del Grupo de Escritores de Sarajevo, y escribe la obra de teatro Hanka en 1931; es un genio todoterreno. Después de la Segunda Guerra Mundial, donde fue obligado a trabajar como médico para los ustachas, retoma la escritura de novelas cortas. En 1954, se publican íntegras sus novelas cortas, Hanka Pripovijetke y Kinga Druga. que se traducirían a varias lenguas.

       Ivo Andrić (1892-1975). Es el más conocido de los escritores bosnios. Nace y crece en Travnik y Višegrad, cuyo puente hizo famoso. Estudia en Zagreb y después en Viena. En 1914 es encarcelado por ser miembro de las juventudes revolucionarias; después, en 1918, se convierte en editor y, en 1920, abraza la carrera diplomática y es vicecónsul en varias capitales europeas e, incluso, enviado especial y plenipotenciario en Berlín de 1939 a 1941; luego huye de Alemania y pasa el resto de la guerra en Belgrado. Comienza entonces a trabajar intensamente en la escritura. Sus obras más famosas son: Crónica de Travnik, y La señorita, y Un puente sobre el Drina, por la que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1961. Siempre truculentas, sus novelas nos sumergen en la vida de las comunidades de Bosnia. Los retratos familiares están teñidos de humor y verdades históricas; son frescos extraordinarios. Extracto: «Porque este país pobre y atrasado en el que viven cuatro religiones diferentes necesitaría cuatro veces más amor, comprensión mutua y tolerancia que los demás países». Esta admiración hacia el pueblo bosnio que, a pesar de todas sus diferencias ha conseguido convivir, es el motor de su obra. Un puente sobre el Drina, que relata la vida de las diferentes comunidades bajo los otomanos, es un tema querido para Andrić y su obra maestra: «El puente dibujaba su silueta, como condenado, pero intacto y entero, entre dos mundos en guerra».

      Los puentes, como un eslabón entre las personas, le fascinan especialmente. Escribe: «Todo puede suceder, salvo una cosa: los grandes hombres, que son al mismo tiempo personas de espíritu, no pueden desaparecer para siempre de la faz de la tierra porque han construido obras de arte duraderas para que la tierra sea más bella y la vida de los hombres más dulce. Si el rastro de estos constructores se perdiera, sería como si el amor divino se apagara y dejara también nuestro mundo. Algo así no puede ocurrir».

      La señorita, aparecida en 1954, rompe con el tema de la Bosnia histórica para describir a una mujer consumida por la pasión por el dinero.

       Meša Selimović (1910-1982). Prolífico escritor y profesor nacido en Tuzla, se une a los partisanos durante la Segunda Guerra Mundial; después se convierte en periodista y publica su primer relato, El poema en la naranja en 1946, al que pronto seguirán muchos otros. Su vida intelectual es intensa: editor jefe de revistas, presidente de la Asociación de Escritores de Bosnia, director de varias editoriales y del Teatro Nacional de Sarajevo. En 1961 sale su primera novela, Los silencios, seguida en 1966 de su obra maestra, El derviche y la muerte. Selimović tiene una prosa muy exigente y busca el discernimiento interno que intenta aplicar a las historias bosnias que están en el corazón de sus libros. Como él mismo dice: «Bosnia está en mí como mis venas».

      Dos de sus novelas más traducidas son: El derviche y la muerte y La fortaleza.

       Branko Poliopić (1915-1984) es poeta y columnista. Es uno de los escritores que ha conseguido hacer accesibles sus escritos a lectores de todas las edades y de todas las condiciones. De una apertura de espíritu excepcional, estaba convencido de que en el alma de las personas mayores se conservaba una parte de la infancia y que los jóvenes tenían una madurez subestimada habitualmente. Su estilo es muy realista en sus primeras novelas cortas sobre la Segunda Guerra Mundial: Pod Grmečom (1938), Borci i bjegunci (1939) y Planinci (1949). Trata de forma original las arquetipos de los relatos. Los monstruos y dragones también pueden hacerse pequeños, sufrir de soledad en una sociedad muy cruel con ellos, tener sueños y desarrollar su imaginación. Incluso los ogros, en sus relatos, no tienen la fuerza ni las características mágicas que se les atribuyen habitualmente. Comprometido con la vida social y política de su tiempo, apoya la causa de los «partisanos», soldados revolucionarios de origen campesino. En algunos de sus historias crea personajes heroicos que defienden las posiciones de los partisanoss, como el de Nicoletina Bursaça. Escribe poemas inspirados en la revolución que implican a figuras emblemáticas de la lucha contra el poder. La combinación entre realismo y humor se realiza con júbilo y lirismo en su novela Bašta sljezove boje (El jardín color malva). Prolom (El avance, 1952) es un valioso testimonio literario sobre la revuelta de los campesinos de Krajina y su estructuración en un verdadero ejército. En Gluvi Barut (La pólvora silenciosa, 1957) encontramos personajes en conflicto y la descripción de su comportamiento en situaciones extremas; Ćopić nos invita a compartir la gran paradoja de cualquier acción bélica, noble y cruel a la vez,