Natalia Rivera

Hermanas


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busca ayuda para encontrarlo y sus amigos la auxilian.

      Dinos, bella entre las bellas,

      ¿en qué aventaja tu amado a otros hombres?

      ¿En qué aventaja tu amado a otros hombres,

      que nos haces tales ruegos? (Cant. 5:9)

      Los amantes están separados y los amigos de la mujer le preguntan: ¿Por qué él es el indicado? ¿Por qué es su amor superior a otros y amerita tal búsqueda?

      Más adelante, los amantes se rencuentran. Cada capítulo contiene símbolos de su amor, devoción y compromiso. Ella aprende a seguir a su novio, a escuchar sus palabras, consejos y deseos. En el capítulo 8, vemos que el amor de la novia madura, pues ha soportado las estaciones, las transiciones, la distancia y la intimidad. Los amigos, testigos de este amor, hacen un comentario interesante:

      ¿Quién es esta que sube por el desierto

      apoyada sobre el hombro de su amado? (Cant. 8:5)

      Ella les responde a sus amigos con seguridad y con un mayor conocimiento de su relación.

      Grábame como un sello sobre tu corazón;

      llévame como una marca sobre tu brazo.

      Fuerte es el amor, como la muerte,

      y tenaz la pasión, como el sepulcro.

      Como llama divina

      es el fuego ardiente del amor.

      Ni las muchas aguas pueden apagarlo,

      ni los ríos pueden extinguirlo.

      Si alguien ofreciera todas sus riquezas

      a cambio del amor,

      solo conseguiría el desprecio. (Cant. 8:6-7)

      Esta historia de amor representa la intimidad con Jesús. El propósito de nuestro amado es que crezcamos en Su amor y que conozcamos más sobre Él. Jesús desea inspirar en Su amada una mayor dependencia y confianza en Su amor y liderazgo. Él quiere que la intimidad y el amor guíen nuestro pensamiento, emociones, convicciones y liderazgo.

       DEL ESFUERZO A LA BÚSQUEDA

      Marisol le entregó su vida a Jesús en su primer año de universidad. Yo percibí esa decisión en su rostro y en su comportamiento diario. Ella resplandecía de tal forma que su nueva relación con Cristo despertó la curiosidad de los demás. Ella ayudó a que amigos del colegio, de la universidad y miembros de su familia conocieran a Jesús. Marisol era una evangelista nata. La salvación y el gozo de Jesús brotaban de ella y esta nueva relación permanecía en su discurso.

      Con el pasar de los años, como su amiga y mentora, pude ver el crecimiento de su influencia espiritual. Ella se convirtió en una líder en su universidad, fundó ministerios, viajó un verano a Turquía para interactuar con estudiantes universitarios musulmanes y aprendió y acompañó a muchos en las áreas urbanas marginales de Los Ángeles. Ella era una líder latina apasionada por Jesús.

      Sin embargo, en unos años esa pasión desapareció gradualmente. Marisol se hizo más tensa y ansiosa. Su energía disminuyó y participaba en actividades cristianas (conferencias y estudios bíblicos) porque se suponía que debía hacerlo. Lloraba en su habitación y clamaba: «No puedo sentirte, oh, Dios». Asistía a la iglesia en busca de aquel sentimiento de amor que experimentó al entregarse a Jesús por primera vez. Marisol se encontraba a la merced de un vaivén incómodo en su relación con Jesús. Su estado alcanzó el punto crítico unas vacaciones de invierno, cuando regresó a casa deprimida, llena de la cultura cristiana, pero sintiéndose alejada de Dios y con el deseo de revivir su primer amor.

      El siguiente semestre, ella se tomó un descanso del ministerio para enfocarse en Jesús. Ese año, Marisol descubrió que solo Cristo podía llenarla. Durante años, se había enfocado en estar cerca de Jesús en el ministerio, en lugar de estar con Él. Acudió a líderes, pastores y experiencias espirituales para saciar su sed, pero los talleres sobre sanidad no enmendarían su condición, sino estar con Jesús, escuchar Su voz y dedicarle tiempo. Marisol encontró su lugar secreto en Cristo. Ella afirmó: «Descubrí Su amor profundo por mí en la oración. Desde que me convertí, siempre he orado por otras personas y sus problemas y no por la intimidad con Jesús, por nuestra relación». Ella sintió el abrazo de Dios, que la atraía y la conquistaba hasta hacerla sentir como al principio, cuando descubrió el amor de Jesús por primera vez.

      Marisol sabe que ese romance es eterno y que mientras más se acerque a Jesús, más crecerá la intimidad entre ellos. Esto ha fortalecido su liderazgo: ya no se compara con los demás tan a menudo, ni se deja guiar por sus inseguridades, ni tampoco espera que otras personas la llenen. Ella ora cada día y busca estar primero con Jesús, para luego poder orientar con ese amor a otros. Es increíble haber visto cómo su confianza en Jesús y en sí misma creció en tal magnitud en tan poco tiempo. Marisol está experimentando su primer amor y desea ser la amada de Cristo antes que todo lo demás.

       DE LA HISTORIA DE LA MUJER SULAMITA A LA TUYA

      Darle prioridad a nuestra relación con Jesús y no a la misión que tenemos en Él es la única forma sostenible de seguir a Cristo. Solo Él puede llenarte a diario, satisfacerte y fortalecerte para enfrentar la vida. El trabajo y las personas pueden agotarte, dejarte exhausta y herida, pero Jesús te fortalece con Su hermosura, te sana y te otorga la vida. De manera general, la mujer sulamita constantemente recibía el amor y la intimidad de su novio. Sin embargo, incluso cuando no se encontraba en esa posición de recibir, ella lo extrañaba y reordenaba su vida y sus prioridades. Su liderazgo yacía en su amor por el novio. Después de todo, fue su compromiso, su entrega incondicional y su búsqueda enérgica lo que suscitó las preguntas de sus amigos. Oremos para ser mujeres latinas que puedan recibir el afecto del Señor, que se concentren en su primer amor y que guíen a otros hacia la belleza de Jesús.

      Un estilo de vida enamorado. Nuestro amor por Jesús y la relación con Él pueden generar curiosidad espiritual en otras personas. Los amigos de la mujer sulamita postulan una interrogante válida: ¿Por qué es este amor superior a los otros? Nuestro corazón está hecho para amar; Dios nos creó para adorar y amar. Estar enamorados es parte de nosotros. No obstante, si nuestro primer amor no es Jesús, entonces algo más lo es. Así de simple. Las personas, el trabajo, el éxito e incluso el ministerio pueden ser nuestro primer amor. Desde hace algunos años en que he estado buscando intimidad antes que impacto, he notado una afirmación común entre mis amigos: «Tu relación con Jesús me desafía, me aterra; es muy poderosa». Nuestra intimidad con Jesús puede suscitar que nuestros familiares y amigos deseen más. Cuando perciban algo diferente en nosotros, también ellos desearán a Cristo.

      Nuestra gente conoce el esfuerzo, saben lo que es trabajar; sin embargo, ¿saben lo que es el amor? El afecto del novio eterno sana, redime, restaura y mucho más. Cuando nuestra comunidad está abatida y sin esperanza, el amor de Cristo nos levanta y nos renueva tras el daño que nos inflige la vida. La intimidad con Cristo beneficia a nuestra familia latina, pero también es importante aprender a mantener la mirada en Jesús y permitirle que llene nuestra visión, que nos libre de apoyarnos en nuestro vigor humano.

      Ojos como palomas. La imagen de los ojos como palomas (una invitación que Salomón le hace a la mujer sulamita) es una clave para la intimidad con Dios. Salomón percibe y exalta los ojos como palomas de la mujer sulamita en Cantares 1:15 y 4:1. Las palomas no tienen vista periférica. Es decir, no pueden ver ni a la derecha ni a la izquierda, sino solo al frente. Salomón observa que el amor de la mujer está enfocado en él: «En cuanto a su función, los ojos de las palomas solo ven una cosa a la vez. Esto representa estar enfocados en un solo objetivo».1 Esta idea de poner los ojos en Cristo está diseminada por toda la Biblia y también en la historia de Israel. Dios sabe que nos distraemos con