El Salmo 103:12 dice, “Cuanto está lejos el oriente del occidente, hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones”. ¿Cuán lejos está el oriente del occidente? Si te diriges hacia el norte desde cualquier punto de la tierra, eventualmente cruzarás sobre el polo norte y después comenzarás a viajar hacia el sur, pero eso no sucede cuando vas de oriente a occidente. Si te diriges hacia el oriente y continúas en esa dirección, siempre te estarás dirigiendo hacia el oriente. El norte y el sur se encuentran en el polo norte, pero el oriente y el occidente nunca coinciden. En cierto sentido, están a una distancia infinita uno del otro.
Así que cuando Dios dice que él aleja nuestras rebeliones tan lejos como el occidente del oriente, está diciendo que se han puesto a una distancia infinita de nosotros. Pero, ¿cómo podemos comprender esta verdad abstracta de tal manera que sea significativa en nuestras vidas?
Cuando Dios utiliza esta expresión metafórica, describiendo la extensión del perdón de nuestros pecados, está diciendo que su perdón es total, completo e incondicional. Él no lleva la cuenta de nuestros pecados. El salmista clarifica esta idea: “No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades, ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados” (Salmos 103:10). Sí, ¡Dios dice eso! Sé que parece demasiado bueno para ser cierto. Confieso que luché para escribir esas palabras porque son tan extrañas a nuestros conceptos innatos de recompensa y castigo.
Pero esas palabras están en la Biblia y son las palabras de Dios. ¿Cómo puede Dios hacer esto? ¿Cómo puede desechar completamente nuestras transgresiones y decir que las ha alejado a una distancia infinita de nosotros? La respuesta es, por su gracia a través de Jesucristo. Como vimos anteriormente en este capítulo, Dios puso nuestros pecados en Cristo y él cargó con el castigo que nosotros debíamos sufrir. Debido a la muerte de Cristo en lugar nuestro, la justicia de Dios está completamente satisfecha. Dios puede ahora, sin violar su justicia o su ley moral, perdonarnos libre, completa y absolutamente. Puede ahora extendernos su gracia; puede mostrar favor hacia a aquellos que, en sí mismos, solo merecen su ira.
Tras tus espaldas
Isaías 38:17 nos da otra expresión pintoresca para describir la extensión del perdón de Dios sobre nuestros pecados. El profeta dijo de Dios, “echaste tras tus espaldas todos mis pecados”. Cuando algo está tras nuestras espaldas, está fuera de nuestra vista. No podemos verlo. Dios dice que él ha hecho eso con nuestros pecados. No es que no hayamos pecado o que, como cristianos, no continuemos pecando. Sabemos que pecamos diariamente, de hecho, muchas veces al día. Incluso como cristianos, nuestros mejores esfuerzos están manchados con un desempeño imperfecto y con motivos impuros. Pero Dios ya no “ve” nuestra desobediencia deliberada o nuestros malos desempeños. En lugar de ello, él “ve” la justicia de Cristo que ya nos ha atribuido.
¿Significa esto que Dios ignora nuestros pecados como un padre indulgente y permisivo que permite que sus hijos crezcan sin disciplina y con mal comportamiento? ¡Para nada! En su relación con nosotros como nuestro Padre celestial, Dios sí trata con nuestros pecados, pero solo para nuestro bien. No trata con nosotros como merecemos, que sería castigo, sino por lo que su gracia provee, que es para nuestro bien.
En su relación con nosotros como el Gobernador moral y el Juez de la humanidad, Dios ha puesto nuestros pecados tras sus espaldas. En su relación con nosotros como el Supremo Soberano que lidia con sus rebeldes súbditos, él ya no “ve” nuestros pecados. Y notemos que nuestros pecados no están a las espaldas de Dios por casualidad. La Escritura nos dice que él los ha puesto ahí. ¿Cómo puede hacer esto y ser un Dios justo y santo? Nuevamente, la respuesta es que Jesucristo pagó el castigo que nosotros debimos pagar. Como lo dice otro himno, “¿Qué me puede dar perdón? Solo de Jesús la sangre”.8
En lo profundo del mar
Otra impactante metáfora que expresa la plenitud del perdón de Dios se nos presenta en Miqueas 7:19. Aquí, el profeta Miqueas dice de Dios, “sepultará nuestras iniquidades, y echará en lo profundo del mar todos nuestros pecados”. Cuando era un oficial naval, tuve una experiencia en donde cierto equipo se perdió en las profundidades del mar debido a un pequeño accidente de un bote. Sé lo que es lanzar ganchos al fondo del mar en vano, intentando recuperar el equipo perdido. Ese equipo se perdió para siempre.
Así es con nuestros pecados. Dios los ha echado al fondo del mar para que se pierdan por siempre, nunca serán encontrados, nunca se nos reclamarán. Nuevamente, como Dios dice que puso nuestros pecados tras sus espaldas, aquí se nos dice que los echará en lo profundo del mar. No se caerán por la borda; Dios los echará en lo profundo. Él quiere que se pierdan por siempre, porque ya ha lidiado con ellos en su Hijo, Jesucristo.
¿Comienzas a entender la idea? ¿Te das cuenta que el perdón de Dios es completo e irreversible? ¿Has comenzado a comprender que no importa cuán “malo” has sido o cuántas veces has cometido el mismo pecado, Dios te perdona completa y libremente debido a Cristo? ¿Has visto que, debido a que Dios ya ha lidiado con tus pecados en Cristo, no tienes que hacer penitencia o cumplir ciertas condiciones antes de que Dios te bendiga o te use?
En una ocasión escuché que alguien dijo que ya no podía aferrarse a la promesa de perdón de Dios en 1 Juan 1:9: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. Él razonó que había pecado tantas veces que ya había utilizado todo su “crédito” con Dios. Pienso que muchos cristianos creen eso porque no comprendemos completamente la plenitud del perdón de Dios en Cristo. Pero si insistimos en pensar en términos de “crédito” delante de Dios, debemos pensar solo en el “crédito” de Cristo, ya que nosotros no tenemos ninguno en nosotros mismos. ¿Y cuánto crédito tiene él? Una cantidad infinita. Por eso Pablo podía decir, “cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia” (Romanos 5:20).
Borrados del registro
El cuarto pasaje que enfatiza el completo y absoluto perdón de nuestros pecados es Isaías 43:25:
Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados.
Aquí Dios utiliza dos expresiones: Él borra nuestras rebeliones (es decir, las quita del registro) y ya no se acuerda de ellas.
Un amigo, debido a una “broma” de adolescentes, fue encarcelado en Canadá. Más adelante, recibió lo que se llama El perdón de la Reina. Ahora, si su pasado fuese investigado en busca de actividad criminal, la respuesta seria: “No tenemos registro de esta persona”. Su registro no solo ha sido marcado como “perdonado”, sino que ha sido completamente borrado y destruido. Nunca más será visto. Esto es lo que Dios hace con nuestros pecados. Cuando confías en Jesucristo como tu Salvador, Dios remueve tu registro del archivo. Ya no lo guarda ni le añade diariamente la larga lista de los pecados que continuas cometiendo incluso como cristiano.
Dios no solo borra nuestros pecados de sus registros, él tampoco se acuerda de ellos. Esta expresión significa que ya no nos los reclama. El que borre nuestros pecados es un acto legal. Es un perdón oficial del Supremo Gobernador. El no acordarse de ellos es un acto relacional. Es la parte afectada renunciando a cualquier ofensa. Es una promesa de nunca volver a mencionar tus pecados.
Jay Adams, en su libro From Forgiven to Forgiving [De perdonado a perdonador], señala la diferencia entre no recordar y olvidar.
El olvidar es algo pasivo y es algo que nosotros como seres humanos, al no ser omniscientes, hacemos. El “no acordarse” es activo; es una promesa en donde una persona (Dios, en este caso) determina no recordar los pecados de otros en contra suya. “No recordar” es simplemente una forma gráfica de decir, “No te reclamaré, ni le mencionaré a otros, estos asuntos en un futuro”.9
Considera a un estudiante rebelde. Sus actos de desafío hacia el maestro pueden tener consecuencias legales y relacionales. Legalmente, puede ser expulsado de la escuela. Relacionalmente, el maestro puede albergar un profundo sentimiento de hostilidad hacia el estudiante. Incluso si al estudiante se le permite regresar a la escuela (equivalente a un perdón), el maestro puede