despierto una intensa acentuación afectiva. Lo nimio e indiferente, o por lo menos lo que así tiene que ser considerado por el niño, no encuentra cabida en el contenido del sueño.
También en los adultos pueden reunirse numerosos ejemplos de tales sueños de tipo infantil; mas, como ya indicamos, son, en general, de breve contenido. De este modo, responden regularmente muchas personas a un nocturno estímulo de sed, con el sueño de hallarse bebiendo, el cual tiende, por tanto, a hacer desaparecer el estímulo y evitar que el durmiente despierte. En algunos individuos se presentan con frecuencia tales sueños de comodidad (Bequemlichkeitsträume) antes de despertar, cuando llega el momento en que tienen necesidad de levantarse. Sueñan entonces que ya se han levantado y están lavándose, o que se hallan ya en el colegio, la oficina, etc; esto es, en el lugar en que efectivamente debían hallarse. En la noche anterior a un viaje se suele soñar haber llegado ya al punto de destino, y antes de una representación teatral o una reunión que se esperan con interés, el sueño anticipa no raras veces -impaciente- el placer esperado. Otras veces expresa el sueño la realización del deseo de un modo algo más indirecto, y para reconocer en él tal carácter es necesario el establecimiento de una relación y, por tanto, un comienzo de labor interpretativa. Así cuando un marido me relata que su mujer ha soñado que se le presentaba la menstruación, he de suponer que la esposa piensa en que si dicho periódico fenómeno no se le presenta es que ha quedado embarazada, y entonces el sentido del sueño es el de mostrar realizado el deseo de no hallarse aún encinta. En circunstancias extraordinarias y extremas se hacen especialmente frecuentes tales sueños de carácter infantil. El director de una expedición polar cuenta, por ejemplo, que durante la invernada entre los hielos, y sometidos a una monótona y escasa alimentación, soñaban él y sus compañeros con suculentas comidas, montañas de tabaco y cómoda estancia en sus hogares.
Con no escasa frecuencia resalta en un largo sueño complicado, y en general confuso, un trozo especialmente claro, que contiene una innegable realización de deseos, pero que está ligado con el restante material incomprensible. Cuando se intenta analizar también los sueños, impenetrados en apariencia, de los adultos, se ve con asombro que sólo raras veces son tan sencillos como los infantiles, y que detrás de la realización de deseos deben de esconder aún otro sentido.
Sería una simple y satisfactoria solución del enigma de los sueños el que el análisis nos hiciese posible reducir también los sueños de los adultos, confusos y faltos de sentido, al tipo infantil del cumplimiento de un intenso deseo del día. Mas todas las apariencias son contrarias a esta esperanza. Los sueños presentan, en su mayoría, el más extraño e indiferente material, y nada hay en su contenido que pueda considerarse como la realización de un deseo.
No quiero abandonar los sueños infantiles, que son francas realizaciones de deseos, sin hacer mención de un carácter capital del sueño, ha largo tiempo observado, y que precisamente es en este grupo donde con más claridad se muestra. Cada uno de estos sueños lo podemos sustituir por una frase optativa: «¡Ojalá hubiera durado más tiempo el paseo por el lago!» «Me gustaría estar ya lavado y vestido.» «Si hubiera podido conservar para mí las cerezas, en lugar de dárselas a mi tío.» Pero el sueño muestra algo más que este optativo; muestra el deseo realizado ya, ofrece su realización real y presente, y el material de la representación onírica consiste predominantemente -aunque no con exclusividad- en situaciones e imágenes visuales. También en este grupo existe, pues, una especie de transformación, que puede considerarse como elaboración del sueño. Una idea en optativa es sustituida por una visión en presente.
IV
Nos inclinamos a suponer que también en los sueños confusos se ha verificado una tal transmutación, aunque no sepamos todavía si en ellos se trataba asimismo de un optativo. El primero de nuestros ejemplos, cuyo análisis iniciamos, nos hace suponer en dos ocasiones algo semejante. En el análisis aparece el recuerdo de una escena en que mi mujer se dirigió, desatendiéndome, a sus vecinos en la mesa redonda; el sueño contiene la absoluta antítesis de este suceso, mostrándome a la persona que en él sustituye a mi mujer, únicamente dedicada a mí. ¿Y a qué deseo puede mejor dar motivo un suceso desagradable que al de que sucediera todo lo contrario, como aparece cumplido en el sueño? En idéntica relación contraria se halla mi amarga reflexión de que nunca he tenido nada de balde, con la frase de la señora en mi sueño: «¡Ha tenido usted siempre tan bellos ojos!» Una parte de las contradicciones entre el contenido manifiesto y el latente podría, pues, reducirse también de este modo a la realización de deseos.
Más visible es todavía otra función de la elaboración onírica, por medio de la cual se forman los sueños incoherentes. Si en un ejemplo cualquiera comparamos el número de los elementos de representación del contenido manifiesto con el de las ideas latentes cuya huella aparece en el sueño y que nos han sido descubiertas por el análisis, no podemos dudar de que la elaboración del sueño ha llevado a cabo una magna comprensión o condensación (Verdichtung), proceso de cuya magnitud no llega uno en principio a darse cuenta exacta, pero que nos va revelando su extrema importancia conforme vamos ahondando en el análisis de los sueños. No se halla entonces un solo elemento del contenido del sueño del cual no partan los hilos de asociación en dos o más direcciones, ni una sola situación que no esté compuesta de dos o más impresiones o sucesos. Soñé yo un día, por ejemplo, que veía una especie de piscina de natación, en la que los bañistas partían nadando en distintas direcciones, mientras que una figura situada en la orilla se inclinaba hacia otra que se hallaba en el agua, como para ayudarla a salir. Esta situación estaba compuesta del recuerdo de un suceso acaecido durante mi pubertad y del de dos cuadros, uno de los cuales había yo contemplado poco tiempo antes del sueño. Tales dos cuadros eran el de la sorpresa en el baño del ciclo «Melusina» de Schwind y otro de autor italiano, que representaba el Diluvio universal. El pequeño suceso de mi pubertad consistía en haber visto en la escuela de natación cómo el profesor ayudaba a salir del agua a una señora que se había retrasado hasta los comienzos de la hora destinada a los hombres. La situación que aparece en el sueño antes escogido como ejemplo nos conduce al emprender su análisis a una pequeña serie de recuerdos, cada uno de los cuales ha contribuido en algo a la formación del contenido. El primero de ellos es el de la pequeña escena que antes expuse y que tuvo lugar en la época en que pretendí la mano de la que hoy es mi mujer. El apretón de manos que entonces nos dimos a escondidas ha suministrado al sueño el detalle de «por debajo de la mesa». Claro está que en aquella escena no hubo lo de «dirigirse exclusivamente a mí», como luego en el sueño. El análisis me ha mostrado que este elemento es la realización por antítesis del deseo provocado en mí por la conducta de mi mujer en la mesa redonda del balneario. Mas detrás de este reciente recuerdo se esconde una escena muy semejante y de mucha mayor importancia, acaecida durante la época en que mi esposa y yo estábamos ya prometidos, y que dio origen a un disgusto entre nosotros. El íntimo gesto de colocar una mano sobre mi rodilla pertenece a otro suceso muy diferente, en el que intervinieron personas distintas. Ese elemento del sueño constituye ahora a su vez el punto de partida de dos series especiales de ideas, y así sucesivamente.
El acervo de ideas latentes que se ha reunido para formar el contenido manifiesto tiene que ser, desde luego, apropiado para tal empleo. Y para ello precisa integrar uno o varios elementos comunes a todos los componentes. La elaboración del sueño procede entonces como Francis Galton en la formación de sus fotografías de familia; esto es, oculta los diversos componentes, superponiéndolos, y hace que surja con toda claridad lo que de común hay en ellos, mientras que los detalles contrarios se destruyen recíprocamente. Este proceso constitutivo aclara también en parte la singular vaguedad de muchos elementos del contenido del sueño. Nuestro arte interpretativo basa en estos conocimientos la regla siguiente: allí donde en el análisis se encuentra una impresión que puede resolverse en la elección alternativa de dos elementos (o el elemento A o el elemento B), debe sustituirse, para la interpretación, tal alternativa por una agregación (el elemento A y el elemento B), tomando cada uno de los miembros de la aparente alternativa como punto de partida independiente de una serie de ocurrencias.
En aquellos casos en que las ideas latentes carecen de tales elementos comunes, la elaboración del sueño se ocupa en crearlos para hacer posible la representación común en el contenido