Ulrich Schürr

Hacia una bioeconomía en América Latina y el Caribe en asociación con Europa


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de manera desigual dentro de la región, pero menos desigual que en otros continentes. Algunas áreas extensas como las planicies del pacífico central en Centroamérica, las áreas costeras de Chile y Perú, la Patagonia en Argentina, y el Nordeste brasileño, entre otros, enfrentan restricciones absolutas o por estaciones que limitan sustancialmente su potencial de producción agrícola, en un contexto que se espera evolucione con el cambio climático y cuyas alteraciones deben analizarse y preverse.

      La abundante dotación de recursos de la región ya ha servido de base para desarrollos significativos hacia una economía de base biológica en la región. El fortalecimiento de su papel tradicional en los mercados internacionales agrícolas y de alimentos mediante los procesos de transformación agrícola, no solo ha tocado a los sectores tradicionales, como los cereales, las semillas oleaginosas y los productos tropicales: la región ha hecho importantes incursiones en el desarrollo de nuevos usos de la biomasa, por ejemplo, en el sector de los biocombustibles, así como en aplicaciones biotecnológicas y prácticas de ecointensificación.

      En la actualidad, Brasil prácticamente domina el mercado internacional de comercio de etanol y Argentina y otros países se están convirtiendo en actores clave en el desarrollo de los mercados de biodiésel. Basados en sus fortalezas como productores de cultivos de azúcar y aceite, casi todos los países de la región tienen planes en marcha para aumentar su producción de etanol y/o biodiésel en el futuro inmediato. Brasil dobló su producción de biodiésel en el 2011 (www.biodieselmagazine.com/article.jsp?article_id=1064-35k). Argentina aumentó su producción a más de 3 millones de toneladas en el 2010 (Kerlakian 2008) y Colombia tiene planes avanzados para una refinería de aceite de palma de 300.000 toneladas, que se espera entre en producción durante esta década. Existen proyectos de biocombustibles que se encuentran en diferentes fases de desarrollo en Costa Rica, Honduras, Perú y Paraguay, entre otros (IICA 2010). La importancia de este potencial y sus tendencias se refleja en las proyecciones del papel que se espera que juegue la bioenergía en los equilibrios de oferta y demanda futuros, donde aparece ALC como la única región en el mundo capaz de cumplir con sus requerimientos de energía con base en alternativas “bio”. Según estimaciones recientes (Gazzoni 2009), esto requeriría solo un aumento relativamente pequeño de las tierras agrícolas destinadas a usos bioenergéticos: partiendo de un 1,3 % en la actualidad a alrededor de 2,4 % para el 2030. Además, existe un gran y creciente número de iniciativas para potenciar esta situación por medio de la producción de energía a pequeña escala, ya sea dirigido a la producción en tierras marginales en asociación con cultivos de alimentos (frijoles negros –habas de aceite de ricino en el norte–) tierras áridas de Brasil este. Programa Biodiesel combustível Social, véase http://comunidades.mda.gov.br/portal/saf/programas/biodiesel o sobre la base de diferentes tipos de residuos y subproductos agrícolas (véase, por ejemplo http://www.icidca.cu/Red/QueEs.htm).

      La región es también un actor importante desde las etapas iniciales de la utilización biotecnológica de plantas GM. Las tecnologías de cultivos GM –soja, así como maíz y algodón resistentes a insectos y tolerantes a herbicidas– se introdujeron en diferentes países casi simultáneamente a su disponibilidad comercial en los mercados internacionales. De los cerca de 30 países en el mundo que están utilizando tecnologías de modificación genética en la actualidad, diez se encuentran en América Latina. Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay están plantando actualmente más de un tercio de la superficie mundial con cultivos transgénicos y se encuentran entre los diez mayores productores a escala mundial (James 2012). La importancia de estos avances no es poca. A pesar de que las tecnologías convencionales de mejoramiento de cultivos están evolucionando rápidamente, las tecnologías de modificación genética se están convirtiendo en un componente clave en el cumplimiento de objetivos tanto económicos como ambientales. Desde una perspectiva ambiental, estas tecnologías están mostrando impactos significativos en términos de reducción de la emisión de gases de efecto invernadero (GEI) (Brookes y Barfoot 2012). Es más, se estima que, debido a la adopción de la soya transgénica en Argentina, los precios internacionales de la soya son hoy un 14 % más bajos de lo que hubieran sido si estas tecnologías no se hubieran utilizado. Trigo (2011) y Brookes y Barfoot (2012) han estimado impactos similares para otros cultivos transgénicos.

      Los países de América Latina también pueden promover experiencias reconocidas internacionalmente en algunas de las prácticas de intensificación ecológica, especialmente en “labranza cero”. Esta práctica ha tomado fuerza en los últimos 20 años y hoy en día es ampliamente usada en Argentina, Paraguay, Uruguay y Brasil, porque contribuye al incremento de los suministros agrícolas bajo estándares de desempeño ambiental mejorados (Trigo et al. 2009). El impacto ambiental positivo neto de este procedimiento se ha dado en términos de retención en el suelo de una cantidad aproximada de 50 millones de toneladas de dióxido de carbono, en el caso de Argentina y alrededor de 0,85 millones de toneladas en Paraguay y Uruguay (Brookes y Barfoot 2012).

      Estos recursos y experiencias resaltan la importancia de las vías de la bioeconomía para la región y de la naturaleza sustancial de las contribuciones que los países pueden hacer tanto a los equilibrios globales como a los desafíos regionales. Es importante señalar que todos estos aspectos se han originado a partir de procesos espontáneos orientados al mercado y deben ser cuidadosamente monitoreados en cuanto a su evolución futura y a la manera como pueden ser optimizados en términos de beneficios regionales y globales. Está muy claro que cualquiera que sea el escenario futuro que se pueda anticipar para la bioeconomía mundial, ALC desempeña un papel específico para conseguir los equilibrios globales de alimentos/provisiones/combustible que se necesitarán. Al mismo tiempo, la región tiene un desafío propio: el hambre y la pobreza, aunque no tan dramáticas como en otras partes del mundo en desarrollo, siguen siendo importantes en toda la región, especialmente en las zonas rurales, haciendo de la agricultura y la producción de biomasa un componente esencial para cualquier estrategia de reducción de estos fenómenos. En este sentido, la bioeconomía en ALC tiene un conjunto dual de objetivos: en el contexto mundial, juega un papel fundamental en la contribución a los balances globales de alimentos, fibra y energía, además del mejoramiento de la sostenibilidad ambiental. Por otra parte, dentro de los límites de la región, la bioeconomía emergente es una nueva fuente de oportunidades para un crecimiento equitativo, mediante una producción agrícola y de biomasa mejorada y para un aumento de oportunidades laborales.

      En un contexto histórico, la transición hacia una bioeconomía en ALC también ofrece la posibilidad de ir más allá de la visión dicotómica de la agricultura contra el desarrollo industrial que ha dominado los debates sobre estrategias de desarrollo regional desde la década de los cincuenta, en razón a que los vínculos entre agricultura e industria se expanden más allá de los puntos de vista tradicionales, para incluir un conjunto mucho más complejo y estratégico de las relaciones insumo-producto. Las siguientes secciones del artículo contemplan dos aspectos considerados críticos para la discusión regional: el primero se refiere a la seguridad alimentaria, a las oportunidades de desarrollo rural y a la situación política e institucional. Luego la discusión presenta las que serían las vías principales para tener en cuenta en el desarrollo de la bioeconomía en la región y revisa los principales obstáculos que deben abordarse para que esas vías sean eficaces.

       Seguridad alimentaria y oportunidades de desarrollo local

      El concepto de bioeconomía basada en la diversificación y la intensificación sostenible de la utilización de los recursos naturales implica una posible competencia entre los alimentos y la energía u otros usos. Esto ha sido motivo de preocupación desde que el concepto comenzó a ser discutido, pero se ha acentuado más en los últimos tiempos como consecuencia de la subida de precios de los alimentos y el surgimiento de conflictos sociales y de disturbios en varios países (Mittal 2009). Como los precios del petróleo se han incrementado y las alternativas biocombustibles han