de beneficios que ponían a sus habitantes en una real situación de privilegio… (Saracco 1982:9).
Fue desde ese oscuro y marginal rincón del imperio romano del primer siglo, habitado por desheredados y carenciados, que Jesús de Nazaret comenzó a proclamar su mensaje de liberación integral: «…el tiempo [kairós] se ha cumplido, y el reino de Dios [basileía tou theo] se ha acercado» (Mr 1.15). Comenzó así, según el testimonio del tercer evangelio, «…el año agradable del Señor…» (Lc 4.19). Un tiempo en el que se revertiría el destino de los pobres y de los desheredados del mundo.
Desde la periferia del mundo
Desde la periferia de la sociedad, desde una región «de sombra de muerte» (Mt 4.16), desde la insignificancia, comenzó a proclamarse el reino de vida del Dios de la vida. La región de Galilea fue el espacio geográfico que Jesús de Nazaret escogió, deliberadamente, para comenzar a predicar la buena noticia del reino de Dios en las ciudades y aldeas (Mr 1.14–15; Lc 4.16; Mt 4.12–25):
Jesús, el Galileo… anuncia su mensaje desde la insignificancia y la marginalidad. Desde los pobres y despreciados llega la palabra de amor universal del Dios de Jesucristo. Esa misión lo encamina a la confrontación con los grandes de su pueblo que residen en Judea, concretamente en Jerusalén (Gutiérrez 2004:197).
Así fue en efecto. Desde el comienzo de su historia de Jesús, Lucas en su evangelio acentúa la predilección de Dios por los pobres y los excluidos. Jesús es amigo de ellos, socializa con ellos, camina con ellos. Los dos primeros capítulos del tercer evangelio dan testimonio de esa realidad. Personas de la periferia como el sacerdote Zacarías y la anciana estéril Elisabet, la campesina María, el anciano Simeón, la anciana profetisa Ana y los pastores de las montañas de Judea, fueron los primeros testigos del cumplimiento de las profecías del Antiguo Testamento referidas al Mesías. Ellos fueron testigos privilegiados del comienzo del tiempo de liberación anhelado por los judíos piadosos que esperaban «…la consolación de Israel» y «…la redención en Jerusalén» (Lc 2.25, 38).
Los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) subrayan el lugar y el papel especial que tuvo Galilea en la vida y misión de Jesús de Nazaret. Estos documentos del Nuevo Testamento son:
…la fuente más importante para conocer el movimiento de Jesús, porque han conservado tradiciones procedentes de la primera generación de cristianos […] Fundamentalmente, todos los escritos del cristianismo primitivo han de ser tenidos en cuenta como fuentes. Pero las más importantes siguen siendo los evangelios sinópticos (Theissen 2005:23–24).
Los evangelios sinópticos, unánimemente, registran y puntualizan que Jesús comenzó su misión liberadora en Galilea: «La primera misión de Jesús, la más amplia cronológicamente, estuvo centrada en Galilea y en las regiones de su entorno inmediato…» (Vidal 2006:143). Fue así, entre otras razones, «…porque era en esa población de las aldeas donde estaba también la base del pueblo de Israel humillado y oprimido» (Vidal 2006:147). Esta realidad explica por qué los primeros discípulos de Jesús eran oriundos de Galilea (Hch 1.11; 2.7). Se afirma también que:
La población aldeana [de Galilea y de los lugares aledaños] representaba… al auténtico pueblo de Israel pobre y desheredado, el despojado de su derecho al disfrute de la tierra que Dios le había dado en heredad. En ese pueblo de las aldeas estaba representado el Israel enfermo y endemoniado, es decir, dominado por los poderes esclavizadores que le sometían a una vida degradada, indigna de un pueblo libre elegido por el Dios de la liberación. Él era, en definitiva, el pueblo que sufría los efectos de la maldad desencadenada por el pecado y al que había que liberar (Vidal 2006:147–148).
Desde ese lugar marginal, explotado y humillado, Jesús comenzó a proclamar públicamente la buena noticia del reino de Dios en los pueblos y aldeas de esa región (Mt 4.12–23; Mr 1.14–15; Lc 4.14, 16, 43–44). Mateo y Marcos, señalan que Jesús, luego de enterarse que Juan el Bautista estaba preso, regresó a Galilea (Mt 4.12; Mr 1.14). Lucas registra que «volvió en el poder del Espíritu a Galilea» (Lc 4.14) y que en la aldea de Nazaret expuso públicamente su Declaración Mesiánica (4.16–30). Fue en Galilea dónde llamó a sus primeros discípulos (Mt 4.18–25; Mr 1.16–20), y luego de su resurrección, Galilea fue el lugar en el que se apareció a los discípulos (Mt 28.16; Mr 16.6–7). Galilea fue también el lugar en el cual les dio a sus seguidores el encargo misionero de hacer discípulos en todas las naciones (Mt 28.16–20). Galilea representa entonces en los evangelios sinópticos, más que una simple referencia geográfica, una clave teológica significativa para comprender la amistad y predilección de Jesús por los desheredados del mundo (Hertig 1997:155).
Toda esta información respecto a Galilea, puede explicar por qué se afirma que «el movimiento de Jesús estuvo anclado originariamente en el campo… y era un movimiento galileo» (Theissen 1976:47),3 conformado principalmente por «grupos marginales» (Theissen 2005:102), de «raigambre rural» (Theissen 2005:169). Así parece indicarlo Lucas en su registro de la historia de Jesús, cuando se refiere a las mujeres que le habían seguido desde Galilea, que permanecieron al pie de la cruz y que fueron las primeras testigos de su resurrección (Lc 8.1–3; 23.49, 55; 24.1–10). Lo mismo se puede afirmar con respecto a lo que Lucas y los otros evangelios sinópticos registran indicando que la gente pensaba que el movimiento de Jesús estaba conformado por personas provenientes de la despreciada región de Galilea, es decir, que se trataba de un movimiento galileo (Mt 26.69–73; Mr 14.70; Lc 22.59; Hch 2.7).
¿Qué significa esta realidad, es decir, la realidad de que el movimiento de Jesús fue visto como un movimiento de despreciados galileos? ¿Tiene esto alguna significación social y política específica? Incluso se puede plantear una pregunta más concreta, ¿fue casual o fue intencional la opción de Jesús por Galilea? Si fue intencional, ¿cuál es entonces su significado teológico, pastoral y misiológico?
La opción galilea de Jesús
Afirmar que Jesús optó intencional o deliberadamente por Galilea, exige responder a preguntas como las siguientes: ¿Por qué comenzó Jesús su misión liberadora en Galilea y no en otro lugar? ¿Qué tenía en especial Galilea para convertirse en el espacio geográfico privilegiado desde el cual se comenzó a pregonar la buena noticia del reino de Dios? ¿Por qué Galilea y por qué no Jerusalén? ¿Por qué desde la periferia y por qué no desde el centro del poder?
A la luz de la información que proporcionan los Evangelios Sinópticos, así como de los datos que se tienen actualmente sobre las condiciones sociales y políticas de Galilea en el primer siglo, se puede afirmar que la Opción Galilea de Jesús, enunciada en su Declaración Mesiánica en la aldea de Nazaret (4.16–30) y reiterada en la respuesta que les dio a los mensajeros de Juan el Bautista (7.18–22), no fue circunstancial o casual. Fue una clara opción por los pobres, los excluidos y los oprimidos. Fue así, porque en esos años había «en Galilea, poco antes de comenzar Jesús su vida pública, desheredados e incluso, posiblemente, hombres sin patria…» (Theissen 1976:37). En ese marco histórico, Jesús fue «el iniciador de un movimiento judío en el que participaban gentes de baja extracción social, cuyas posibilidades de subsistencia eran escasas, dada su situación real» (Schottroff y Stegemann 1981:13).
La Opción Galilea de Jesús fue una opción por las víctimas de todas las injusticias. Una opción en favor de la vida y la justicia que provocó continuos desencuentros con los representantes del poder político-religioso establecido. Ellos planificaron matar al predicador galileo (Mt 26.4; Mr 14.1; Lc 22.1), entre otras razones, porque «…la cercanía de Jesús respecto de la clase social oprimida y sin privilegios escandaliza a la sociedad judía y es uno de los factores que van a contribuir a su condena» (Bautista 1993:41). Los agentes del anti-reino y de la anti-vida no toleraron su amistad con los desheredados del mundo. A los que estaban en la cima del poder y a sus operadores políticos y religiosos, les incomodaba la propuesta de liberación integral que provenía desde la oscura región de Galilea, y les molestaba la buena noticia del reino de Dios proclamada por un ninguneado campesino galileo (Mt 13.54–55; Mr 6.2–3; Lc 4.22). Fue así porque:
El ministerio de Jesús constituye,