Sinclair Lewis

Eso no puede pasar aquí


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tonterías!”, gruñó Tasbrough. “Eso no podría pasar aquí, en Estados Unidos. ¡De ninguna manera! Somos un país de hombres libres.”

      “La respuesta a tu afirmación”, sugirió Doremus Jessup, “si el Sr. Falck me lo permite, es ‘¡y un cuerno que no!’. ¡Anda! No existe un país en el mundo que se pueda poner más histérico (¡sí, e incluso volverse más servil!) que Estados Unidos. Mirad cómo Huey Long se convirtió en el monarca absoluto de Luisiana y cómo el honorable senador Berzelius Windrip es dueño de su estado. Escuchad al obispo Prang y al padre Coughlin en la radio: ¡oráculos sagrados para millones de personas! ¿Recordáis con qué indiferencia han aceptado la mayoría de los estadounidenses la corrupción demócrata de Tammany Hall, las bandas mafiosas de Chicago y la falta de honestidad de muchos de los cargos designados por el presidente Harding? ¿Pueden ser peores los grupos de Hitler o de Windrip? ¿Os acordáis del Ku Klux Klan? ¿Y de nuestra histeria durante la guerra, cuando llamábamos ‘repollo Libertad’ al chucrut y hubo gente que incluso propuso llamar a la rubeola, ‘sarampión Libertad’?2 ¿Y de la censura de la prensa honesta durante la guerra? ¡Tan horrible como en Rusia! ¿Recordáis cómo besábamos los pies de Billy Sunday, el evangelista del millón de dólares, y de Aimée McPherson, quien, según decía, nadó desde el océano Pacífico hasta el desierto de Arizona y consiguió salirse con la suya? ¿Os acordáis de Voliva y la madre Eddy? ¿Y qué me decís de nuestro miedo a los rojos y los católicos, cuando toda la gente bien informada sabía que los miembros de la O.G.P.U. (policía política soviética) estaban escondidos en Oskaloosa y que los republicanos en contra de Al Smith les habían contado a los montañeses de Carolina que si Al ganaba, el Papa haría que sus hijos fueran ilegítimos? ¿Os acordáis de Tom Heflin y Tom Dixon? ¿Y cuando los legisladores paletos de ciertos estados, obedeciendo a William Jennings Bryan (que aprendió biología gracias a su anciana abuela beata), se establecieron como experimentados científicos e hicieron que el resto del mundo se partiera de risa prohibiendo la enseñanza de la teoría de la evolución? ¿Y recordáis a la escuadra nocturna de vigilantes en Kentucky? ¿Y cuántos trenes llenos de gente han ido a disfrutar de los linchamientos? ¿Que no puede pasar aquí? La Ley Seca consistió en abatir a gente a tiros solo porque quizá transportaban alcohol. ¡No, eso no podría pasar en Estados Unidos! ¿En qué otra época de la historia ha estado un pueblo tan preparado para una dictadura como el nuestro? Ahora mismo estamos listos para iniciar una cruzada infantil, aunque con adultos. ¡Y los excelentísimos reverendos Windrip y Prang están preparados para liderarla!”

      “Bueno, ¿y qué si lo están?”, protestó R. C. Crowley. “Quizá no sea algo tan malo. No me gustan todos esos ataques constantes e irresponsables contra nosotros, los banqueros. Por supuesto, el senador Windrip tiene que fingir públicamente que reta a los bancos pero, en cuanto llegue al poder, les dará su merecida influencia en la administración y seguirá nuestro asesoramiento financiero. Sí. ¿Por qué te asusta tanto la palabra ‘fascismo’?, Doremus. Es solo una palabra, ¡una palabra! Y quizá no sea algo tan malo, con la cantidad de vagos que tenemos hoy en día mendigando ayudas estatales y viviendo de mis impuestos y los tuyos. Al menos no es peor que tener a un hombre fuerte de verdad, como Hitler o Mussolini (o como Napoleón o Bismarck en los buenos tiempos), que dirija el país de verdad, para que sea eficiente y próspero de nuevo. En otras palabras, un médico que no aguante insolencias, sino que realmente mande al paciente y le haga ponerse bien, ¡tanto si le gusta como si no!”

      “¡Sí!”, corroboró Emil Staubmeyer. “¿No salvó Hitler a Alemania de la plaga roja del marxismo? Tengo primos allí. ¡Yo sé lo que pasó!”

      “Ajá...”, dijo Doremus, pues era una expresión que usaba a menudo. “¡Curar los males de la democracia con los males del fascismo! Curiosa terapia. He oído decir que curan la sífilis administrando malaria al paciente, ¡pero nunca escuché que curaran la malaria administrándole sífilis!”

      “¿Te parece que ese es un lenguaje apropiado en presencia del reverendo Falck?”, bramó Tasbrough.

      El Sr. Falck saltó: “¡Creo que es un lenguaje bastante apropiado y una explicación muy interesante, hermano Jessup!”

      “Además”, finalizó Tasbrough, “de todas maneras, es una tontería seguir hablando tanto sobre el tema. Como dice Crowley, quizá nos venga bien tener un hombre fuerte al mando, pero eso no puede ocurrir aquí, en Estados Unidos.”

      Y a Doremus le pareció que los labios del reverendo Falck se movían lentamente y formaban las siguientes palabras: “¡Y un cuerno que no!”

      Notas al pie

      1 Su esposa Emma le llama Dormouse, literalmente, “lirón”, por el parecido con su nombre, Doremus. N.T.

      2 “Rubeola” en inglés es, literalmente, “sarampión alemán”, de ahí el juego de palabras, ya que el chucrut es el repollo fermentado alemán. N.T.

       3

      DOREMUS JESSUP, editor y dueño del Daily Informer (la biblia de los conservadores granjeros vermonteses de todo el valle de Beulah), nació en Fort Beulah en 1876. Fue el hijo único de un pastor universalista de pocos caudales: el reverendo Loren Jessup. Su madre era nada más y nada menos que una Bass de Massachusetts. El reverendo Loren, un ratón de biblioteca aficionado a las flores, alegre pero no gracioso (al menos de forma evidente), solía salmodiar: “Ay, ay, que una Bass de Mass se case con un pastor propenso al gas.” Además, insistía en que ella estaba mal clasificada ictiológicamente: debería haber sido un bacalao, no una lubina1. En la casa del párroco había poca carne, pero cantidad de libros (no todos ellos teológicos, por supuesto), por lo que antes de cumplir los doce años, Doremus conocía ya la literatura profana de Scott, Dickens, Thackeray, Jane Austen, Tennyson, Byron, Keats, Shelley, Tolstoi y Balzac. Se licenció en el Isaiah College, otrora una relevante institución unitaria, que en 1894 pasó a ser una organización interconfesional con leves ansias trinitarias, una pequeña y rústica cuadra del saber en North Beulah, a trece millas de Fort Beulah.

      Sin embargo, el nombre del Isaiah College se ha escuchado últimamente en los medios, no por su educación, sino porque en 1931 ganó al equipo de fútbol americano de Dartmouth por 64 a 6.

      Durante su época universitaria, Doremus escribió gran cantidad de poemas malos y se convirtió en un recalcitrante adicto a los libros, pero también destacó bastante en atletismo. Lógicamente, fue corresponsal para varios periódicos de Boston y Springfield y, tras su graduación, fue reportero en Rutland y Worcester, con un año espléndido en Boston, cuyos fragmentos del pasado y belleza mugrienta significaron para él lo que Londres significaría para un joven de Yorkshire. Estaba entusiasmado con todos los conciertos, galerías de arte y librerías; tres veces a la semana disfrutaba de una butaca de veinticinco centavos en la platea alta de algún teatro, y durante dos meses compartió apartamento con un colega periodista al que habían publicado un relato breve en The Century y que podía hablar sobre autores y técnicas como el mismísimo Dickens. Sin embargo, Doremus no era especialmente fornido ni persistente: el ruido, el tráfico y el ajetreo de las tareas le agotaban. Por tanto, en 1901, tres años después de su graduación, cuando su padre viudo falleció, dejándole 2.980 $ y su biblioteca, Doremus regresó a su casa en Fort Beulah y adquirió una cuarta parte del Informer, por entonces una publicación semanal.

      En 1936 ya era un diario y Doremus pasó a ser el dueño de todo el periódico..., gracias a un notable préstamo hipotecario.

      Resultó ser un jefe ecuánime y comprensivo; un imaginativo detective en busca de la noticia. Incluso, en este estado republicano hasta la médula, el Sr. Jessup era independiente, políticamente hablando, y en sus editoriales contra la corrupción y la injusticia (nunca fanáticos) podía golpear a diestro y siniestro como un látigo.

      Era primo tercero de Calvin Coolidge, quien le consideraba una persona sólida en el terreno doméstico