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Si te ha gustado este libro…
Este libro está dedicado a Jennifer, que me convenció de que podía, y de que debía, escribir esta historia. Sinceramente, no creo que pudiera haberlo hecho sin ti, Jif. Gracias.
Agradecimientos
Teniendo en cuenta el apoyo que he recibido para escribir este libro, hay mucha gente a la que tengo que darle las gracias. Primero, a mi agente, Amy Moore-Benson, que me pidió que escribiera esta historia. Tenías razón. Nunca me había divertido tanto escribiendo un libro. Gracias por darme la excusa y la oportunidad de extender las alas.
Y a Jennifer Echols… Gracias por darme la mano para ayudarme a superar las trescientas primeras páginas, más o menos. Eres una escritora increíble y una amiga maravillosa, aunque no te gusten mis chistes de monos. Y lo más importante, siempre se te ocurren unos títulos perfectos. Inestimable.
No estaría escribiendo estos agradecimientos si no fuera por mi editora, Tara Parsons. Gracias por tomarnos a mis personajes y a mí bajo tu protección. Claramente, vas más allá del deber. ¡Tu entusiasmo impulsa mi mundo!
Como siempre, mi familia me ha apoyado durante todos los días de mi vida como escritora. Gracias, Bill, por reírte en los lugares adecuados, aunque no lo hicieras en voz alta. Eres mi héroe, y serías un gran Jefe de Policía. O sheriff.
Y gracias a Adam y a Ethan por entender por qué no puedo jugar a la Guerra de las Galaxias cada vez que me lo pedís. Estoy orgullosa de vosotros. Os quiero.
Por último, me gustaría darles las gracias a todos aquellos que integran la comunidad de las novelas románticas. Los escritores de romance son unos colegas profesionales que dan todo su apoyo. Gracias, en concreto, a Connie Brockway por leer otros de mis manuscritos sin publicar. Y gracias a mis amigos escritores por formar una comunidad online tan estupenda.
Los lectores de novela romántica son, por supuesto, los lectores más generosos del mundo. Habéis acogido a esta escritora con los brazos abiertos, y no sé cómo explicaros lo bien que me siento por ello. ¡Espero que disfrutéis de esta historia!
Capítulo 1
Molly Jennings se quedó helada y consternada al ver la pequeña zona de café del pequeño supermercado de Tumble Creek. Solo había Folgers, Sanka y unas cuantas marcas más, de las que ella no había oído hablar nunca. Y nada de expreso molido.
Al inhalar profundamente, percibió el olor a café instantáneo mezclado con olor a detergente. Se le había olvidado cómo eran los supermercados de pueblo. En ellos no había café en grano ni tuestes especiales, aunque sí vio un frasco solitario de nata aromatizada con vainilla. Se estremeció.
Gracias a Dios por Internet, o nunca más podría tomar un café con leche casero en condiciones. Ni un pastelillo de frutas de su marca preferida, Hostess Fruit Pie. Molly miró con desprecio la sección de dulces que había junto a las cajas. Tenía la esperanza de que los hubiera en la gasolinera de enfrente, porque estaba segura de que las gasolineras tenían todas las cosas de la marca Hostess por imperativo legal. Y quicos CornNut.
—Oooh, CornNuts —murmuró Molly, y de repente se animó. No había vuelto a comerlos desde que estaba en el instituto. Esperaba que todavía los hicieran con sabor a barbacoa.
Tomó una lata de Folgers antes de pensarlo mucho y la puso en el carrito, y después continuó hacia la sección de comida congelada.
La adolescente que estaba reponiendo la papilla para bebés en la estantería correspondiente alzó la vista cuando Molly pasó a su lado. Estaba claro que el encargado de la tienda ya no era Moe Franklin. Él regía el lugar con mano de hierro y una voz atemorizante, y odiaba a los adolescentes con saña. Todos eran punkies y ladrones, según el bueno de Moe.
Así que las cosas habían cambiado por Tumble Creek, pero estaba bien. Molly también había cambiado durante aquellos diez últimos años. Había dejado un magnífico loft en Denver, una buena vida social y, ojalá, un caso grave de bloqueo de autor. Por no mencionar la causa de aquel bloqueo: el desgraciado que le estaba quitando la felicidad a su vida, Cameron Kasten, un exnovio acosador.
Cameron estaba a cuatro horas en un día sin tráfico, y ella iba a empezar desde cero. Ya no necesitaba mirar hacia atrás por encima del hombro ni examinar visualmente una tienda si quería entrar en ella. No tenía que dejar de ir a la fiesta de un amigo porque supiera que él iba a estar allí. Era raro que cosas tan sencillas tuvieran el poder de alegrarla.
Y otro motivo de alegría era la posibilidad de volver a tener relaciones sexuales en algún momento de su joven vida. No porque mudarse a una localidad de mil quinientos habitantes ofreciera muchas posibilidades al respecto, sino porque ella tenía a alguien concreto en mente…
Hacía años que no lo veía, pero Ben Lawson había sido tan amable como para aparecérsele en la imaginación casi todos los días, normalmente desnudo y deseando pasarlo bien.
Sonrió ante la puerta del refrigerador, pero la sonrisa se le borró de los labios al ver la escasa oferta. No era precisamente lo mismo que un hipermercado WalMart, otro defecto para una mujer como Molly. En Tumble Creek solo había una cafetería, y ella no podía comer allí todos los días.
Ya echaba de menos su restaurante tailandés favorito. Se le hizo la boca agua al recordar los