Leandro Vesco

Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas


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       Al querido amigo Pietro Sorba, valioso explorador de los caminos de tierra. Guio mis recorridos hacia los pueblos y sus secretos.

       Fue un viaje de ida y se lo agradezco.

       “Y así fue como realmente se inició toda mi experiencia en la carretera, y las cosas que pasaron son demasiado fantásticas para no contarlas”.

      Jack Kerouac, En el camino

      Prólogo

      Esta nueva edición de Desconocida Buenos Aires ofrece la oportunidad de disfrutar, una vez más, del trabajo de Leandro Vesco. Casi es un diario alimentado por crónicas de viaje, detalladas y entretenidas, que conectan al lector con historias de hombres y mujeres que eligieron vivir y ganarse la vida en lugares y contextos libres de corsés ciudadanos apretados y, en algunos casos, sofocantes.

      Leandro es guiado por un impulso irresistible que lo empuja hacia la exploración permanente. Incansable y obstinado. Observador minucioso. Recorre miles de kilómetros persiguiendo un único objetivo: dar a conocer otra cara del país y de una de sus provincias en particular.

      Con el pasar de los años, este periplo –larguísimo e íntimo– se ha transformado en un deber moral alimentado por un invisible fuego sagrado. Es una construcción paciente y articulada. Un mapa, real y metafórico a la vez, sobre el cual ya se plantaron una gran cantidad de banderitas. Un estímulo a reflexionar sobre algunas cuestiones vinculadas al “otro” país, el enorme espacio físico y cultural antitético y alternativo al hegemónico modelo del Buenos Aires céntrico.

      La obra incluye, entre sus líneas amenas, un implícito llamado de atención sobre la prepotencia del modelo capitalino-centralizado. Un arquetipo profundamente injusto y muy radicado en una parte de la idiosincrasia argentina. Las crónicas de viaje del autor son un antídoto eficaz que se interpone al inaceptable lugar común de un “interior” subalterno. Una distorsión mezquina instalada en la cabeza de muchas personas que así pierden la posibilidad de conocer y disfrutar de la belleza más auténtica del país. Vesco abre una gran ventana que revela escenarios y vivencias fascinantes, ritmos de vida naturales y armónicos, comidas genuinas y la generosa cordialidad de sus habitantes. Una gran oportunidad.

      Ese “interior” subestimado es el marco que Leandro adoptó, con amor incondicional, para manifestar de manera explícita cómo y dónde quiere desarrollar su vida profesional. Es una situación en la cual se siente cómodo y que coincide perfectamente con sus convicciones más íntimas. Su pulsión permanente hacia la libertad, los grandes espacios y las historias mínimas se transforman, por momentos, en una gratificación jugosa que, con gran generosidad, comparte con sus lectores.

      Sus viajes demandan largos traslados sobre las rutas de asfalto y los caminos de tierra que lo llevan hasta el día a día de hombres y mujeres que siguen apostando a los almacenes de parajes antiguos y alejados, a los neoalmacenes de campo, a las pulperías históricas, a los productores de alimentos artesanales y a los nuevos emprendimientos de turismo rural. Disfruta de la cocina criolla y de sus productos típicos. Es la manera que encontró para conectarse, sin solución de continuidad, con la realidad del “otro” país. El país “interior”.

      Un espacio donde se puede respirar hondo y renovar las energías, donde las escuelas rurales son respetadas e imprescindibles, donde la percepción del tiempo es distinta, donde si no hay wi-fi no pasa nada, donde la siesta es una etapa importante del día, donde no es importante cerrar con llave o tener puerta blindada, donde se producen los alimentos de los argentinos, donde las estaciones marcan el ritmo de vida, donde una empanada frita y un salame o un queso artesanal no son demonios, donde se acepta la idea de que después de una tormenta el camino de tierra es intransitable y hay que esperar a que se seque.

      Comprendo muy bien el trabajo de Leandro. Analítico y enciclopédico. Comparto esa energía muy especial que alimenta su deseo de descubrir y mostrar las riquezas de la provincia de Buenos Aires. Entiendo su tristeza cuando recibe la noticia del cierre de una pulpería o de un antiguo almacén porque, en ese momento, desaparece un fragmento de historia del territorio, el trabajo de una familia y una pieza visible de la esencia criolla del país. También comparto su alegría cuando encuentra nuevos microemprendimientos productivos o un almacén de campo que actualizó su propuesta sin despojarse de los valores de su historia. Esta obra es una mirada sobre un país que cambia y que no quiere perder sus tesoros. Es una declaración de optimismo por las cosas que vendrán. Si no existiera esta perspectiva, Vesco se ocuparía de otra cosa. Él sabe muy bien que el camino es largo y dificultoso, pero esto no le impide reincidir en sus propósitos.

      Gracias a Desconocida Buenos Aires. Escapadas soñadas, las historias y los secretos de esta provincia cuentan con una renovada oportunidad para encarar un futuro luminoso y presentarse a todos aquellos que tengan ganas de descubrirlos.

       PIETRO SORBA

      

      

      Ángeles Lynch, la artista que pinta el corazón rural de la argentina

       San Antonio de Areco

      

      Areco es sentir gaucho y es tierra de tradición. Pueblo que abraza un tiempo de recados, palenques, pulpería y caña. Su paisaje es el boliche, el mostrador y la charla entre amigos. La música, las esquinas comprometidas con la tierra y sus trabajos, y también el camino real, las aguadas y las cosechas. El pequeño detalle de un tero protegiendo sus crías entre el pastizal, la mirada de una vaca, el trote de un caballo, el encantador brillo de una gota de rocío.

      Ángeles Lynch es quien pinta todo esto. En su pincel está el alma del campo, la vida y las costumbres rurales. Eso que nos hace soñar con la paz y la tranquilidad lo hallamos en sus lienzos. Inmensa artista. El puente entre lo que imagina, esa pintura que se crean los pintores en la cabeza y luego se traslada en la obra, es claro, sólido, tiene el encanto que flota en el aire con la suave brisa.

      “Desde chica andaba con un cuaderno y lápices en mano. Siempre me gustó pintar y mi casa era una casa de artistas. Mi madre pinta y nunca faltaron pinceles ni bastidores para crear arte”, afirma.

      Nacida en 1990, a los 8 años vino a vivir a San Antonio de Areco. Nada de todo lo bello que pasa en este pueblo iba a pasar desapercibido para ella. Cuando los niños se dedicaban a planear sus juegos clásicos, Ángeles retenía en su mirada la esquina del boliche. El gaucho entrando con decisión a buscar su caña, la tibieza de la primera ginebra del día. Retenía esas charlas, se fijaba en los detalles de las miradas, el resplandor del alma en el ladrillo de las paredes pulperas.

      “Siempre