Annette Broadrick

Destinados a amarse


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de gente de la sala. Cuando terminó, Clay acompañó a Carina a la mesa. Melanie se había sentado momentos antes. Él se sentó a su lado y apoyó el brazo en la silla de ella.

      –¿Te estás divirtiendo? –le preguntó él al oído jugueteando con su oreja.

      Ella soltó una risita.

      –La verdad es que sí. Esta fiesta tiene todos los ingredientes de mis sueños de niña. Codearse con las familias más ricas y famosas de Texas es algo que merece la pena.

      Él se irguió.

      –Ahora sé por qué te interesaste tanto por mí cuando nos conocimos por primera vez.

      Ella parpadeó tímidamente y sonrió.

      –Por supuesto, corazón. No me interesó lo guapo que eres ni tu cuerpazo. Lo único que me llamaba la atención era que eras un Callaway, eso alimentaba mis fantasías infantiles.

      Él soltó una carcajada.

      –Me alegro de saberlo. No me gustaría pensar que estamos dando un paso hacia la intimidad en nuestra relación por alguna razón que no fuera cumplir tus fantasías.

      Ella soltó otra carcajada de lo más contagiosa.

      –¡Quién iba a decirlo! Y yo que he creído todo este tiempo que eras tú quien estaba interesado en salir conmigo para aparecer en la prensa como mi nuevo amante…

      –Maldición, acabas de descubrir mi secreto.

      Clay oyó que alguien llegaba a su espalda y vio a su madre sonreírle a esa persona.

      –Pamela, siéntate un rato y cuéntanos cómo te va todo. Kerry estaba aquí hace unos momentos. Connor y ella volverán enseguida.

      Clay intentó permanecer impasible mientras Pam pasaba por delante de él y se sentaba en la silla vacía entre Carina y él.

      –Hola, mamá C. Me alegro mucho de verte de nuevo –saludó Pam con voz ronca y se giró lentamente hacia Clay–. Hola, Clay.

      Por lo menos ella no era hipócrita intentando fingir que se alegraba de verlo, pensó Clay.

      –Pam, quiero que conozcas a Melanie Montez –comentó él y se giró hacia Melanie–. Ella es Pamela McCall, hija del senador McCall. Es una buena amiga de la familia desde hace años.

      Pam sonrió a Melanie.

      –Hola. Estoy impresionada de conocerte en persona. Me gusta mucho tu trabajo.

      Clay observó a Melanie estudiarla de arriba abajo.

      –Gracias –respondió Melanie con una sonrisa.

      Clay se dio cuenta entonces de que las dos mujeres se parecían mucho: ambas era rubias, altas y despampanantes. No le gustó la idea de que su atracción hacia Melanie fuera por su parecido con Pam.

      –No he tenido oportunidad de bailar aún contigo, ¿te apetece? –dijo Clay extendiendo una mano hacia Melanie y levantándose de su asiento.

      Melanie le tomó la mano y se puso en pie.

      –Ha sido un placer conocerte –le dijo a Pam y siguió a Clay a la pista de baile–. ¿De qué iba eso?

      Clay la apretó contra sí de forma que sus cuerpos se tocaran desde el pecho hasta las rodillas.

      –No sé a qué te refieres –contestó él.

      Ella se separó ligeramente de él y lo miró a los ojos.

      –Qué interesante, es la primera vez que me hablas con evasivas –comentó ella y lo oyó suspirar–. Me refiero a qué ocurre entre la señorita McCall y tú. Entre los dos había una tensión palpable. Si no es asunto mío, dímelo y ya está, pero no finjas que no sabes de qué te hablo.

      –Tienes razón. No quería responderte porque ella no es una de las personas a las que más aprecio tengo precisamente. Sin embargo, a mi familia les encanta. Creció como parte de nosotros, yo diría que pasaba más tiempo con nosotros que en su propia casa –contestó él mientras bailaban suavemente–. Y luego, estuvimos saliendo juntos en el instituto hasta que ella me dejó muy claro que no estaba interesada en tener un compromiso conmigo.

      –Vaya… Debías de estar muy enamorado o no seguirías dolido con ella hoy en día.

      –Entonces yo era un niño. Y para tu información, no me preocupa haberla visto hoy, de veras. No me había acordado de ella en años.

      Él supo que eso era mentira en cuanto lo dijo. Se había esforzado por no pensar en ella todo el rato y algunas veces lo había conseguido. Pero estaba decidido a dejar el pasado enterrado.

      –Estoy mucho más interesado en el futuro que en el pasado –afirmó con rotundidad, y era cierto.

      –Es muy atractiva –murmuró Melanie.

      Él le acarició la oreja con la boca.

      –Tal vez, pero yo sólo tengo ojos para ti, muñeca.

      Pam los observó bailar juntos unos momentos antes de volverse hacia Carina.

      –Clay ha cambiado mucho, ¿no? –dijo y supo que se le notaba en la voz lo arrepentida que se sentía.

      –El primer amor siempre es difícil de superar. Él logró salir adelante, igual que tú. Fueron tiempos difíciles para vosotros dos.

      –Pero es muy evidente que no me ha perdonado.

      Pam no comprendía por qué la preocupaba tanto después de tantos años que Clay siguiera considerándola su enemiga, pero lo cierto era que le dolía. En aquel tiempo ella era tan niña y estaba tan absorbida por su propio dolor, que no había sido consciente de las consecuencias de su comportamiento.

      –A él le está yendo muy bien, ¿sabes? –comentó Carina señalándolo con la cabeza–. Le encanta su profesión, trabajar en los Comandos Especiales del ejército. No creo que se arrepienta de nada, sólo está así porque no se esperaba encontrarte aquí.

      Pam lo observó unos minutos en silencio.

      –Quiero que sea feliz. Me imaginé que se quedaría dolido durante un tiempo, pero esperaba que se diera cuenta de que evité que cometiéramos un grave error.

      –Decirle a tu prometido la noche antes de la boda que no vas a casarte con él tiene su precio, cariño. Los dos erais demasiado jóvenes, es cierto, pero nadie quiso escucharme entonces. Para Clay fue muy duro. Se recuperó de ello lo mejor que supo –dijo Carina y se la quedó mirando unos instantes en silencio–. Será mejor que dejemos el pasado en su sitio, ¿no crees? Cuéntame qué tal tu trabajo en el FBI y quién es el encantador hombre que te acompaña.

      La canción terminó y la banda anunció un descanso.

      –¿Sabes cuánto tiempo más necesitamos quedarnos? Estoy muy cansada –comentó Melanie.

      –¿Por qué no subes a la habitación? Yo tengo que reunirme con mi tío y no sé cuánto voy a tardar, pero no tienes que quedarte aquí hasta que hayamos terminado.

      –Si no te importa, aprovecharé para descansar un rato –dijo ella apoyándose contra él.

      Él le dio un beso fugaz.

      –Me parece que cuando se me pase esta ola de adrenalina yo también voy a caer rendido. En los últimos días no he dormido casi nada.

      –¿De verdad no te importa?

      –No, súbete. Por cierto, ¿qué habitación es? –le preguntó mientras salían del salón de baile.

      –Es una suite, como tú querías. La 973. Insiste al llamar a la puerta, por si me he quedado dormida.

      –Mejor aún, pediré otra llave en Recepción –le dijo él y la besó de nuevo, esa vez más apasionadamente–. Será divertido despertarte.

      Clay la observó