Кэрол Мортимер

Destinos cruzados


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      Editado por Harlequin Ibérica.

      Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Núñez de Balboa, 56

      28001 Madrid

      © 2000 Carole Mortimer

      © 2021 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.

      Destinos cruzados, n.º 1146- febrero 2021

      Título original: Bound by Contract

      Publicada originalmente por Harlequin Enterprises, Ltd.

      Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial.

      Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.

      Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.

      ® Harlequin, Julia y logotipo Harlequin son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited.

      ® y ™ son marcas registradas por Harlequin Enterprises Limited y sus filiales, utilizadas con licencia.

      Las marcas que lleven ® están registradas en la Oficina Española de Patentes y Marcas y en otros países.

      Imagen de cubierta utilizada con permiso de Harlequin Enterprises Limited.

      Todos los derechos están reservados.

      I.S.B.N.:978-84-1375-125-2

      Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.

      Índice

       Créditos

       Prólogo

       Capítulo 1

       Capítulo 2

       Capítulo 3

       Capítulo 4

       Capítulo 5

       Capítulo 6

       Capítulo 7

       Capítulo 8

       Capítulo 9

       Capítulo 10

       Capítulo 11

       Capítulo 12

       Epílogo

       Si te ha gustado este libro…

      Prólogo

      ME da igual lo que pensabas, Edgar, no me interesa contratar a una de tus amiguitas!

      Edgar había invitado a Gideon a pasar el fin de semana en su casa de campo con la única intención de que conociese a Madison. Desgraciadamente, Gideon parecía decidido a irse por la mañana temprano, y como Madison no llegaría hasta media tarde, Edgar se veía obligado a hablarle de ella ahora…

      Así que en vez de responderle a Gideon como quisiera, le lanzó una mirada de intensa irritación.

      —¡Madison no es una de mis amiguitas, demonios, es mi ahijada!

      —¿Ahora ya no son sobrinas? —se burló Gideon—. Si tenemos en cuenta que eres hijo único, me sorprende que sigan apareciendo; dos en los últimos seis meses, según creo.

      A los sesenta y dos años, Edgar, soltero y sin compromiso, todavía consideraba a las mujeres atractivas y le gustaba llevárselas a la cama.

      —Te lo diré una sola vez más, Gideon —dijo, enfadado. Puede que considerase a Gideon como un hijo, pero no aceptaría que se mofase de él—. Madison es la hija de… un viejo amigo. Y coincide que es actriz.

      Gideon se hallaba en el proceso de buscar el elenco para su próxima película y Edgar, el gerente de los estudios de cine para los que trabajaba Gideon, tenía a alguien en mente para el papel protagonista. Desgraciadamente Gideon era el director de cine de moda y lo sabía. Le habían dado el Oscar al Mejor Director el año anterior. Edgar se sentía muy satisfecho de haber logrado convencer a Gideon de que volviese a Inglaterra a trabajar para su compañía, pero la situación privilegiada en el mundo del cine de ese momento hacía que no fuese tan fácil manejarlo como a otros directores…

      —¡Jamás he utilizado el sistema de acostarme con las actrices que pretenden un papel en una película —dijo Gideon con la boca tensa—, y no pienso comenzar ahora! ¡Ni siquiera de segunda mano! —añadió, con mala intención.

      —¡Solo te he pedido que te quedes hasta mañana por la tarde para que conozcas a Madison! —dijo secamente Edgar, a quien le estaba resultando muy difícil contenerse. De hecho, sentía deseos de borrarle la sonrisa a Gideon de un puñetazo—. ¡No he dicho nada de que te la llevases a la cama!

      —¡Me alegro! —dijo Gideon, acentuando su burlona sonrisa—. Prefiero buscarme mis propias compañeras de lecho.

      —Me parece que nos estamos alejando del tema —suspiró Edgar.

      —En absoluto —dijo el más joven de los dos—. Me aseguraste que tenía mano libre con esta película. Eh, casi me rogaste que viniese a trabajar para tu estudio…

      —¡Me parece que estás exagerando las cosas un poco, Gideon! —dijo Edgar, que no dudaba que su amigo estuviese enfadado, pero aun así…—. Hace años que nos conocemos y, por supuesto, tu padre y yo seguimos siendo amigos incluso después de que…

      —No recuerdo haber utilizado ninguna de mis relaciones familiares contigo cuando acordamos que trabajaría para tu compañía —lo interrumpió Gideon rudamente, con la espalda envarada—, así que, ¿por qué no dejamos a mi padre o a tu ahijadita fuera de nuestras conversaciones durante el resto de mi estancia aquí? Que se acabará por la mañana —añadió, para que no se le olvidase.

      Una vez más, Edgar se tuvo que contener. No tendría que haber mencionado a John, y mucho menos hacer referencia al escándalo que le había destruido la carrera. Había cometido un error de táctica, ya que lo que menos quería en ese momento era enfadar a Gideon. ¡Lo que quería era que se quedara hasta la tarde para que conociese