Sebastián Carassai

Los años setenta de la gente común


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la que hizo el 17 de Octubre.[32]

      Hacia 1973 las cosas habían cambiado. A las juventudes trabajadoras –que, al igual que sus padres a mitad de siglo, eran peronistas– ahora se sumaban universitarios peronizados, hijos del antiperonismo. Estas dos juventudes, sin embargo, no eran iguales. Los jóvenes obreros votaban al peronismo porque entendían que era la fuerza política que mejor representaba sus intereses como trabajadores. Los jóvenes de clase media, en cambio, se preocupaban más en si los interpretaba como jóvenes. En otras palabras, la juventud obrera se definía antes como trabajadora que como joven. Las juventudes universitarias que abrazaron el peronismo lo hicieron como un medio para impugnar todo un orden (profesoral, policial, político, familiar) que ellos sentían que los limitaba primeramente como juventud.

      Una vez electo presidente, y habiendo comprobado su escasa penetración en los sectores medios, Cámpora redobló sus intentos por enviar un mensaje tranquilizador a los no peronistas que percibían cada vez con mayor desagrado el recrudecimiento de la guerrilla y con menor expectativa su futuro gobierno. Al emprender su nueva campaña por las provincias, donde una segunda vuelta electoral definiría los comicios para designar gobernadores, la moderación proselitista se tradujo en dos hechos. Por un lado, la orientación conciliadora de los mensajes del propio Cámpora; por el otro, la inclusión, por primera vez en sus giras, de la cúpula sindical presidida por José Ignacio Rucci y de los dirigentes de las 62 Organizaciones, emblemas del peronismo ortodoxo antimarxista. De este modo, Cámpora intentaba alejar del electorado de clase media la imagen de que su gobierno estaría capturado por los sectores juveniles radicalizados.

      Perón a la conquista de la clase media

      Con ese objetivo de Perón colaboró, sin duda, el desdibujamiento del binomio peronismo-antiperonismo como contradicción esencial de la Argentina. Hacia comienzos de la década de los setenta, la visión de numerosos líderes políticos, sindicales, militares y religiosos privilegió la oposición entre las corrientes nacionalista y liberal o, en menor medida, entre la revolucionaria y la contrarrevolucionaria. Hasta la muerte de Perón, la tradicional antinomia entre peronistas y antiperonistas desempeñó un papel menor en el discurso tanto de la prensa como de los dirigentes.