Belén Ciancio

Estudios sobre cine


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colectivo, ni únicamente individual. Pero estas consideraciones deleuzianas que lanzan “toda la memoria del mundo” hacia ese territorio que fue más que un lugar un proyecto, además de dejar afuera otras tendencias del cine tercermundista latinoamericano, como el documental, no tienen en cuenta que, cuando escribe sus estudios, aquello que habría intentado mostrar el cine era otra falta –producto de transiciones que habrían sido hacia el capitalismo neoliberal y las dictaduras–, la de los cuerpos desaparecidos. Esta diferencia resignifica todo el concepto de cine de cuerpo deleuziano y el grito filosófico kierkegardiano con el que comienza el capítulo 8 de la La imagen-tiempo: “Dadme, pues, un cuerpo” (Deleuze, 1987: 251).

      El concepto de imagen-tiempo –cuya complejidad y dimensiones no se pretende agotar– en el marco de los estudios de cine en Argentina fue puesto en juego para abordar una serie de películas incluidas a la hora de analizar la cuestión de una memoria en imágenes y el lugar del cine en la construcción de la memoria colectiva, o de producir tecnologías de la memoria. Desde este concepto, Deleuze reinventaba bergsonianamente el análisis del cine moderno, las bifurcaciones del relato en Alain Resnais, Joseph Mankiewicz, Orson Welles y Jean-Luc Godard… con la hipótesis del flashback (imagen-recuerdo) y su función de relato, la imagen-sueño, la imagen-cristal, sus capas de presente, pasado y futuro que producen nuevos signos ópticos y sonoros, en un devenir que atraviesa el concepto de memoria psicológica (representación indirecta) y el de imagen-recuerdo (antiguo presente). Incluso este devenir atraviesa los momentos “patológicos” haciéndolos creativos –olvido, surmenage, alucinación: el fracaso del reconocimiento atento– hasta llegar a una conceptualización de una memoria más profunda: aquella que explora directamente el tiempo, y alcanza en el pasado lo que se sustrae al recuerdo. Este concepto de imagen-tiempo circula y está presente no solo como concepto metodológico, sino con todas sus dimensiones poéticas, afectivas y perceptivas en muchos de los trabajos que abordaron el cine argentino, como los de Ana Amado (2009) y Gonzalo Aguilar (2006, 2015). Mientras que el posicionamiento deleuziano acerca del cine tercermundista produjo una trama de respuestas acerca de la proyección hacia el tercer mundo, si el devenir se entiende como utópico, así como acerca de lo menor en el cine (Aguilar, 2015), lecturas críticas del devenir que se asemejan a las primeras críticas feministas de este concepto, como las de De Lauretis, en cuanto “devenir mujer”.