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¿Por qué siempre faltan dólares?


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      [1] De modo estilizado, la versión simple de la Ley de Thirlwall establece que, dado un tipo de cambio constante y suponiendo que los términos de intercambio se mantienen estables en el largo plazo, la expansión del producto compatible con el equilibrio en la balanza de pagos se determina por el cociente entre la tasa de crecimiento de las exportaciones y la elasticidad ingreso de las importaciones. Más tarde, a este modelo “simple” se incorporaron variables que dieron cuenta de los cada vez más importantes flujos de capitales (Alleyne y Francis, 2008; Barbosa-Filho, 2001; Elliot y Rhodd, 1999).

      [2] Sobre el papel de la burguesía agroexportadora durante el gobierno de Cambiemos y su reposicionamiento en el bloque en el poder, véase el capítulo 6.

      [3] La dinámica de stop and go (“pare y siga”) que acompañó el proceso de industrialización sustitutiva se explica, según Diamand (1973), por la existencia de una estructura productiva desequilibrada (EPD) caracterizada por sectores con distintos niveles de productividad: un sector primario desarrollado de forma temprana, competitivo a nivel internacional y principal generador de divisas de la economía, y un sector industrial desarrollado más tardíamente, con una menor productividad relativa, deficitario en su comercio exterior y, por ende, consumidor neto de divisas. Como la producción agraria mantenía un volumen de producción más o menos estable, en períodos de crecimiento el proceso conducía a un cuello de botella en el sector externo que derivaba en la imposibilidad de sostener la paridad cambiaria. La dinámica que tomaba el ciclo puede sintetizarse de la siguiente manera: la elevación del empleo y de los salarios reales durante la fase expansiva del ciclo económico conducía a una creciente demanda tanto de bienes industriales (que eran muy dependientes de maquinaria e insumos importados) como de “bienes salario” derivados del sector agropecuario (que eran la base de las exportaciones). Dicho incremento del consumo doméstico, junto con la expansión industrial y el consecuente aumento en la demanda de bienes importados (sobre todo bienes intermedios y de capital), producían una contracción del saldo comercial hasta alcanzar un déficit (Braun y Joy, 1981; Canitrot, 1975; Diamand, 1973). Para su solución se aplicaban políticas de estabilización basadas esencialmente en la devaluación de la moneda, la reducción del gasto público y la elevación de las tasas de interés internas. Estas políticas contractivas restablecían el equilibrio de la balanza de pagos al reducir el nivel de actividad, mientras se producía una reducción de las importaciones y, en menor medida, una ampliación de los saldos exportables