Se abren muchas puertas. Puedes morir a tu manera. Puedes morir dejando tu propia rúbrica al hacerlo. Puedes arreglártelas para no volver a nacer… Ése es todo el significado.
No se trata de morbosidad. Es algo muy científico. Cuando alguien va a morir, es una tontería no pensar en la muerte, no meditar en ella, no concentrarse en ella, no comprenderla profundamente.
Va a suceder. Y si lo sabes, es mucho lo que se puede hacer.
Patañjali, el fundador del Yoga, dice que puede conocerse de antemano incluso la fecha exacta, la hora, el minuto y el segundo de la muerte. Si sabes exactamente cuándo va a llegar la muerte, puedes prepararte. Hay que recibir a la muerte como a una gran invitada. No es una enemiga. De hecho, es un don de Dios. Es una gran oportunidad. Puede convertirse en un gran progreso; si puedes morir alerta, consciente, atento, nunca volverás a nacer, y nunca volverá a tener lugar la muerte. Si no, volverás a nacer. Si no haces más que perder la oportunidad entonces nacerás una y otra vez, a menos que aprendas la lección de la muerte.
La intensidad de la muerte es tal que casi siempre la gente cae en la inconsciencia. No pueden soportarla. En el momento en que llega la muerte están tan asustados, tan llenos de ansiedad, que para evitarla se tornan inconscientes. Casi el noventa y nueve por ciento de las personas que mueren lo hacen inconscientes. Pierden la oportunidad.
Conocer la muerte de antemano es un método para ayudar a prepararte, de manera que cuando te llegue estés totalmente alerta y consciente, a la espera, listo para ir con ella, listo para rendirte y para abrazar la muerte. Una vez que hayas aceptado la muerte con atención, no habrá más nacimientos para ti, habrás aprendido la lección. No habrá más vuelta al colegio. La vida es sólo un colegio, una disciplina; una disciplina para aprender la muerte. Eso no es morbosidad.
Antes de que muera una persona sucede algo, casi nueve meses antes. Por lo general no somos conscientes porque el fenómeno es muy sutil. Digo «casi nueve meses» porque no siempre es así. Depende: sería como el tiempo entre la concepción y el nacimiento. Si naciste tras permanecer en la matriz diez meses, entonces serán diez meses. Si naciste al cabo de siete, entonces serán siete meses. Depende del tiempo transcurrido entre la concepción y el nacimiento.
Exactamente ese mismo tiempo antes de la muerte hay algo que hace “clic” en el hara, el centro del ombligo. Tiene que hacer “clic” porque entre la concepción y el nacimiento existe un lapso de nueve meses. Nueve meses te costó nacer, y exactamente el mismo tiempo te costará morir. Igual que te preparaste nueve meses en el vientre de tu madre antes de nacer, también deberás prepararte nueve meses para morir. Entonces se completará el ciclo. Sucederá algo en la zona del ombligo. Quienes permanezcan atentos sabrán de inmediato que algo se ha roto en esa zona, que la muerte se cierne sobre ellos. Aproximadamente nueve meses…
También hay otros presagios y portentos. Exactamente seis meses antes de morir una persona es cada vez más incapaz de verse la punta de la nariz porque sus ojos empiezan a girar hacia arriba, muy lentamente. Con la muerte se vuelven totalmente hacia arriba, pero empiezan a hacerlo antes de morir. Cuando nace un niño le cuesta casi seis meses –es lo normal, aunque pueden haber excepciones– fijar la vista. Mientras tanto, sus ojos están sueltos. Por eso los niños pueden juntar ambos ojos cerca de la nariz y separarlos llevándolos hacia las esquinas con facilidad. Porque todavía tienen los ojos sueltos. El día que se fijan… llega al cabo de seis, nueve o doce meses, que es el tiempo que restará para morir en el proceso inverso. Entonces los ojos empezarán a soltarse y a girar hacia arriba.
Por eso los aldeanos de la India dicen –lo deben haber aprendido de los yoguis– que antes de que un hombre muera es incapaz de mirarse la punta de la nariz. Hay muchos otros métodos mediante los cuales los yoguis se observan continuamente la punta de la nariz. Se concentran en ella. Llega un día en que quienes se han concentrado en eso se dan cuenta de que no pueden verse la nariz. Entonces saben que la muerte se aproxima.
Según la fisiología yóguica, en el hombre existen siete centros. El primero está en los órganos genitales, y el último, el sahasrar, en la cabeza. Entre ambos hay otros cinco. Cuando se muere, se muere desde un centro específico. Eso demuestra el crecimiento que ha tenido lugar en esta vida. La gente normal muere a través de los órganos genitales porque durante toda su vida han vivido concentrados en dicho centro, pensando continuamente en sexo, fantaseando sobre sexo y haciéndolo todo por mor del sexo, como si toda la vida pareciese estar centrada en el centro sexual. Esas personas mueren a través del centro sexual. Si se ha evolucionado un poco y se ha llegado a amar yendo más allá del sexo, entonces se muere desde el centro del corazón. Si se ha evolucionado por completo, si uno se ha convertido en un siddha, entonces se muere desde el sahasrar. El centro desde el que se muere tendrá una apertura, y toda la energía vital será liberada desde allí.
En la India se ha convertido en algo simbólico el que cuando muere una persona y se la coloca en la pira funeraria, se le golpea la cabeza. Es simbólico porque si la persona ha realizado lo supremo, entonces la cabeza se le abrirá por sí misma; pero no es así. Pero lo esperamos y rezamos y le rompemos la cabeza. Así se abre el punto de la liberación de energía y podemos verlo.
Algún día, cuando la ciencia médica occidental se haga consciente de la fisiología yóguica, también pasará a formar parte de todas las autopsias, a fin de descubrir de qué murió cada persona. Ahora sólo pueden saber si murió de muerte natural, o si fue envenenada, asesinada, o si se suicidó… todo cosas ordinarias. Pero pasan por alto lo más básico, que es cómo murió esa persona: desde el centro sexual, el del corazón o el sahasrar. ¿Desde dónde murió? Existe la posibilidad –y los yoguis han trabajado mucho en ello– de que pueda observarse en el cuerpo, porque ese centro en particular se abre, como si se rompiese un huevo y algo saliese de allí. Tres días antes de morir tiene lugar una cierta actividad o un movimiento en lo alto de la cabeza.
Esas indicaciones pueden prepararte para recibir la muerte, y si sabes cómo recibirla, con una gran celebración, con gran alegría y deleite –casi danzando en éxtasis–, entonces no nacerás más. Habrás aprendido la lección. Habrás aprendido lo que tenías que aprender en esta tierra. Ahora estarás listo para ir más allá, a una misión más grande, a una vida más grande e ilimitada. Ahora estarás listo para ser absorbido por el cosmos, por el todo. Te lo habrás ganado.
5. ASUNTOS PENDIENTES
Cuando deseas algo que no tienes, ese deseo sigue molestándote mientras permanezca insatisfecho. Entonces, ¿por qué debería regresar al mundo una persona una vez que se apagan todos sus deseos? Pero la cuestión es que regresamos porque morimos insatisfechos. Y eso sucede muchas veces. Sucede porque seguís interesados en una felicidad mundana; porque todavía albergáis deseos que os gritan: «¿Adónde vas? ¡Vuelve aquí!». Nadie os envía de vuelta a este mundo, sois vosotros mismos los que regresáis a causa de vuestros deseos. El cuerpo se queda atrás pero regresáis con la misma mente y volvéis a empezar el viaje. Entráis en otro vientre y repetís la misma rutina.
La muerte que se convierte en el medio para obtener otro nacimiento no es de hecho una muerte real. El místico Kabir dice que es una «muerte incompleta». Es una muerte inmadura. Porque no te has convertido en sabio y no has muerto una muerte madura. Porque no has alcanzado la sabiduría y no has muerto de manera madura. La sabiduría no va emparejada necesariamente con la vejez. El cabello se vuelve gris porque es natural que así sea, pero existe una gran diferencia entre alcanzar la sabiduría y que peines canas. La sabiduría sólo se alcanza cuando los propios deseos envejecen y se vienen abajo, sólo cuando los deseos dejan de existir.
Los animales envejecen, los árboles también, y a ti también te ocurrirá un día. También morirás un día. Pero el hombre cuyos deseos envejecen, el hombre que sabe lo que son los deseos, el hombre cuyos deseos mueren, es aquél que alcanza la sabiduría. La muerte de un hombre así es totalmente diferente. Kabir muere, el Buda muere y tú también mueres, pero existe una diferencia cualitativa entre tu muerte y la de Kabir, entre tu muerte y la del Buda.
Kabir dice que en este mundo todos mueren pero que nadie muere de manera correcta y adecuada. Dice, igual que han dicho otros hombres