Marcelo Ghio

Oxitobrands


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razón, sino policial. Por otra parte, a principios del siglo I a.C., Bélgica era el feudo de las falsificaciones de la alfarería romana que, de hecho, consistía en falsificar las marcas más acreditadas.

      ¿Cómo eran formalmente las marcas? Por supuesto, en bajorrelieve e incoloras, hendidas en la arcilla y cocidas con ella, de modo que incluso rotas las ánforas, las marcas se podían recomponer e identificar su procedencia. La mayor parte de las marcas eran las letras iniciales, o los nombres ligados y encerrados en un tosco rectángulo -una premonición de los “logotipos” creados por Gutenberg en el siglo XIV-. Los símbolos icónicos, conjugados con letras y nombres imitaban a veces las monedas y reproducían símbolos florales y celestes junto con sellos regios, esfinges, palmeras y otras figuras. Las marcas de los mercaderes evocaban la navegación con símbolos marinos, velas, estrellas y banderas.

      2. En la Edad Media, el intercambio comercial se desplazó de la agricultura y la pesca hacia el artesanado, los oficios y las industrias manufactureras. Una serie de cambios y transformaciones afectaron al orden sociopolítico y económico. Por un lado, con la aparición de los gremios, cofradías y cuerpos de oficios en el sistema corporativo (los oficios nacieron en esta época). Y, por otro lado, con el paso decisivo de una sociedad feudal-rural a una sociedad policial-artesanal controlada por el Estado.

      La emergencia de códigos simbólicos con los escudos, blasones y la parafernalia militar, el “arte heráldico” tuvo su influencia estética en las marcas de identidad o de reconocimiento (los dos términos eran sinónimos). Dos hechos relevantes transformaron los códigos visuales de las marcas del pasado, por la influencia de los signos de la heráldica (signos de poder) y por la incorporación de los colores y su significado simbólico (emocional), siguiendo la decoración de los escudos.

      El segundo hecho relevante que influyó en el tratamiento o gestión de las marcas medievales, siguiendo el ejemplo militar, fue la sistematización en el uso de las marcas para asegurar la completa asociación visual de todos aquellos elementos que ostentaban la marca. Esta saturación de los signos heráldicos identificándose partió del mundo militar. Después se extendería al ámbito feudal, familiar incluso y, finalmente, productivo de los artesanos, los oficios y la manufactura. Los “cuerpos de oficio” (gremios y agrupaciones de artesanos) dieron origen al concepto “corporativo” (del latín corpus, como un todo orgánico). Bajo este régimen de corporaciones, las marcas eran obligadas, tanto para identificar la procedencia como para comprometer la responsabilidad con su firma, la autenticidad y la calidad de las mercancías. En caso contrario, la ley castigaba a los infractores.

      Los heraldistas han apreciado una verdadera función militar en estas “decoraciones” con los símbolos y los valores identitarios, que son combinados con otros elementos de comunicación, como el toque de llamada, el escudo de un combatiente especializado, el señor del pendón que reúne un contingente y lo reagrupa en los combates. La necesidad de identificar visualmente y asociar era imperativa en las batallas, pues todos los combatientes iban protegidos por la armadura y el casco, los escudos de defensa y las lanzas, incluso las protecciones de los caballos. Todos llevaban el mismo uniforme, lo que exigió un sistema de marcaje que asegurara el reconocimiento de los contendientes. Así proliferaron los soportes marcados para hacer la identidad más evidente e inconfundible: estandartes, cimeras, emblemas, penachos de los cascos, escudos pintados en adargas, y esa práctica distintiva se llevó hasta el uniforme militar del siglo XVIII, con los fajines, insignias y graduaciones militares.

      Una vez perdida la función defensiva y señalizadora en el dominio militar, el escudo, que tuvo sus raíces en el feudalismo monárquico, fue desarrollando una nueva función, pues devinieron símbolos del nombre propio de su poseedor, símbolos familiares de la situación genealógica. Así los escudos se convirtieron en “marca de propiedad”, de pertenencia, herencia y de linaje. Los escudos se repetían sobre los muebles, los inmuebles, las donaciones, las libreas, las alfombras y tapicerías, los objetos, los equipajes. Las funciones del nombre propio, firma y marca de propiedad, subordinados a la jerarquía genealógica (cada vez más ostentosa) secundaron la estructura del posterior sistema de códigos heráldicos -que de hecho eran sistemas de identidad-. Los guerreros se convirtieron en nobles, propietarios de sus títulos y sus privilegios. Los sacerdotes accedieron a funciones que les fueron atribuidas por derecho de por vida. Y los aprendices y los burgueses se afianzaron cambiando su dinero por un oficio, es decir, “comprando” literalmente un estatuto en el que eran propietarios. Una definición del corporativismo medieval era el “derecho a la propiedad”.

      La marca de corporación o marca colectiva era exigida en todos los objetos manufacturados. La corporación, que estaba sometida a una reglamentación muy estricta, disponía del monopolio de las ventas y no tenía competidores, pues la competencia estaba prohibida. La marca medieval de corporación tenía un carácter público y estaba destinada a afirmar la conformidad del producto con la exigencia reglamentaria, y servía a su vez para demostrar que cada corporación respetaba los derechos de los demás. Su función, sobre todo, consistía en llevar a cabo un papel policial -y recaudativo- sobre el sistema corporativo.

      Las marcas de los artesanos y manufactureros que integraban las corporaciones eran más discretas y venían a ser, además de una señal de origen o de autor, un sello de garantía en caso de reclamación de la pieza. En una pieza de tela se encontraban, en tanto que sellos de garantía, hasta cuatro marcas diferentes: la del obrero que la había tejido, la del tintorero, la de las autoridades que hacían el control de la fábrica (de aquí la denominación “marca de fábrica”) y la del maestro tejedor. A las piezas destinadas a la exportación se añadía todavía la marca del mercader que permitía identificar los productos hasta su destino.

      Este era el sistema jerarquizado y controlado de la marca en lo que concierne a la gestión. En la Edad Media se producía porcelana, loza, metal precioso, armas blancas, forja, corazas, cascos, orfebrería. Los mercaderes de agua, emprendedores de trasportes, fueron primeros en todo, seguidos por los carniceros, albañiles, alfareros, metalistas, impresores. Y sus marcas reflejaban en general los atributos de cada oficio. En los ocho siglos que duró el sistema corporativo, la marca fue un instrumento de policía económica en manos del Estado, y fue asimismo el modo prevalente en Europa de la organización del trabajo artesanal y preindustrial.

      3. En el siglo XVIII estalla la Revolución Francesa (1789-1799) que tuvo sus causas en el laicismo y el espíritu reformista propios de ese siglo, en la opresión fiscal del campesinado frente a los cada día mayores privilegios de la nobleza y del clero, y en la inutilidad del antiguo régimen medieval. Por ello, la Revolución fue fundamentalmente no rural ni campesina, sino burguesa y significó la aparición de la clase media y el capitalismo en la historia, así como la destrucción del régimen señorial aristocrático y la realización de la unidad nacional y social del país. En la Asamblea de mayo de 1789 se firmó el llamado tercer estado (clase media) que se declaró a sí mismo Asamblea Nacional y fue reconocido como tal por el rey. La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano puso los cimientos del nuevo orden.

      En este contexto, en el siglo XVIII se proclamaba la libertad del comercio y la industria. Emergía la libertad de mercado, y las corporaciones fueron desmanteladas junto con sus signos distintivos y el sistema corporativo, así como las marcas obligatorias instauradas en aquella época. El principio mismo de libertad del comercio y de la industria implicó el reconocimiento de la iniciativa privada y de las marcas particulares facultativas. Se abría así de par en par el mercado de libre concurrencia y la igualdad de oportunidades. Pero como las marcas todavía no estaban sometidas a ninguna reglamentación, se producían muchos abusos y las usurpaciones de marcas ajenas quedaban impunes. Por todo esto, los industriales y comerciantes reclamaban una reglamentación nueva. El derecho de las marcas apareció entonces como un complemento de la legislación sobre fraudes, lo que era también del interés de los consumidores, pues sentían que se les tomaba en consideración. Así, los dos objetivos de los sistemas socialistas -política económica del Estado y protección de los consumidores- no eran en absoluto ajenos ni incompatibles.

      Coincidía con la Revolución Francesa, la Ilustración, un amplio movimiento que se desarrolló entre 1715 y 1789, fundamentalmente europeo que se extendió también a América. La Ilustración tuvo sus precedentes inmediatos