Ernesto Ganuza

La democracia es posible


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un nuevo partido político. Solo entre 2011 y 2012 nacieron 492 partidos, según información del Ministerio del Interior1. Nos pareció como un último coletazo de aquellos días, ciertamente un poco lejano, pero tenía un eslogan motivador, pensado para insertarlo en el espacio publicitario de un reality show. Tocaba el corazón de lo que muchas personas piensan en sus conversaciones cotidianas cuando hablan sobre los partidos políticos. Nos pareció algo burlón y le sacamos una foto con el móvil, pero no le dimos más relevancia. Imaginábamos que un partido así no tendría mucho recorrido en un proceso electoral en el que posicionarse con opciones reales en un hipotético parlamento es una tarea muy complicada. Pasó con Podemos, pero hay muchos partidos con eslóganes creativos que nunca obtienen ningún premio electoral. ¿Se acuerdan del Partido X? No obstante, mientras salíamos de la estación de Atocha, uno de nosotros reparó en el despliegue publicitario: «Hay que disponer de muchos recursos para poner carteles de publicidad en una ciudad y que la gente lo vea». Y si hay recursos, ¿quién los ha puesto? Cuando Podemos obtuvo cinco diputados europeos en las primeras elecciones a las que se presentó (elecciones europeas de mayo de 2014), apenas había publicidad del partido. Su primer éxito se fraguó en las redes digitales.

      La curiosidad nos venció y lo buscamos por internet. Copiamos la dirección web de la foto que habíamos sacado y… sorpresa. Era una campaña publicitaria de la Confederación de Autismo en España. Parecía una noticia de guiñol, pero efectivamente leímos la información que la Confederación había colocado allí en la web para que cualquier otro atraído por esa publicidad como nosotros leyera qué es el TEA (Trastorno del Espectro del Autismo). Frente a los estigmas que vivencian a diario, la campaña jugaba con las palabras y la referencia a unos partidos que siempre mienten para hablar sobre las múltiples capacidades que tienen las personas con TEA, destacando, entre ellas, la honestidad y la sinceridad. O sea, lo contrario de lo que la gente piensa de los partidos y sus políticos.

      Estamos habituados a pensar que la política no le interesa a nadie, pero no parece que sea así si mencionamos la banalidad con la que solemos mirarla. El anuncio (los partidos políticos mienten) ponía el dardo sobre una cuestión compartida entre la opinión pública. Que la gente está harta de los partidos, porque es sabido y compartido que no son de fiar. Es algo tan popular que una compañía de publicidad utiliza ese marco en su reclamo para visibilizar algo tan distante como las personas con TEA. Que la política ha sido objeto de mofa popular desde que se inventó la política no es un problema mayor. El dilema que retrata el falso partido hoy es lo que implica esa banalidad con la que miramos ahora la política. En las conversaciones informales, los partidos se vuelven prescindibles. Y, entonces, ¿qué?

       Las implicaciones de la banalidad

      La política no vive su mejor momento y los hasta ahora responsables de ella, los representantes de los partidos, son criticados una y otra vez por una tarea que es calificada por muchas personas como desastrosa. El desgaste y el deterioro de la política desde la perspectiva de la ciudadanía ha incrementado las preguntas sobre la mejor forma de hacer política, lo que cuestiona constantemente el perfil de quienes deberían asumir las responsabilidades de gobierno. Se suele pensar que en esta situación el perfil profesional de una persona ayuda a salvar esa desconfianza política que tiene la ciudadanía. El problema es que esta solución vacía de sentido político el arte de gobernar.

      Nos podríamos preguntar por qué pasa esto con las democracias, por qué estas siempre son objeto de crítica o por qué son tan cuestionadas cuando vienen mal dadas, como cuando se presenta una crisis económica. En momentos de crisis, la posibilidad de que un gobierno sea formado por la gente o, en su defecto, elegido por ella, enciende siempre la llama de quienes piensan que la política debería ser llevada por quienes saben, sean estos empresarios o técnicos profesionales. Las palabras de José Manuel Entrecanales ponían la guinda a una encendida defensa del valor de las y los empresarios, por su capacidad mostrada para gestionar y crear riqueza, algo que el supuesto nuevo gobierno progresista (PSOE y Podemos) por aquel entonces, recién formado después de una moción de censura a finales del año 2018, estaba poniendo en cuestión con sus medidas, destinadas entre otras cosas a recaudar más dinero a través de un incremento de los impuestos a las empresas. La idea de que la política actúa a menudo guiada por el oportunismo electoral, destinada a satisfacer a sus votantes como sugería José Manuel Entrecanales, sustenta una de las ideas más enraizadas que acorrala una y otra vez la democracia. Si en lugar de un sistema basado en la opinión de la gente tuviéramos uno basado en el saber de cierta gente, todo, se dice, iría mejor.

      Representar a la gente se ha vuelto cada vez más difícil para los partidos, no solo porque la sociedad haya cambiado, sino también porque el supuesto papel que tradicionalmente han realizado los partidos, ese de agregar las demandas y estructurar las opiniones, es cada vez peor realizado por unos partidos que progresivamente han visto cómo sus bases se desconectaban y sus vínculos con la sociedad civil se difuminaban. Por eso, gobernar implica para muchos especialistas alejarse de la ciudadanía, en tanto en cuanto la responsabilidad como gobierno impide que la agenda política del partido pueda efectivamente desarrollarse plenamente.