Ernesto Ganuza

La democracia es posible


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por el que se piensa que la ciudadanía no está preparada. No solo es que el perfil y preparación de la ciudadanía en general sea muy diferente hoy día al que tenía hace dos siglos, lo que de por sí podría ayudar a la verosimilitud de un argumento más democrático en el sistema político, sino que se puede fundamentar con buenas razones la eficacia política que implica la participación de la ciudadanía corriente y no especializada en los asuntos públicos.

       El punto de partida: ¿por qué hablamos de sorteo?

      El sorteo, como es obvio, concita anhelos y rechazos que intentaremos desgranar a lo largo de estas páginas. A grandes rasgos, la experiencia basada en el sorteo, tal y como se practica en la actualidad, es un procedimiento mediante el cual se selecciona un grupo de personas aleatoriamente con el objetivo de debatir un problema concreto o una pregunta sobre posibles futuros y ofrecer después medidas políticas orientadas a solucionar ese problema. El principio que rige este mecanismo es que cualquier persona tiene igual oportunidad de ser seleccionada, que es donde reside también la legitimidad política del proceso. La pregunta que intenta responder este tipo de experiencias podría formularse como sigue: ¿cómo trataría la gente un problema si tuviera tiempo y recursos para aprender y deliberar acerca del mismo con el fin de tomar una decisión informada? Todos los procesos que englobamos bajo el sorteo se distinguen por estas tres características: 1) la selección de los participantes mediante el sorteo; 2) la realización de un debate informado con expertos; y 3) un proceso de toma de decisiones que habitualmente tiene que alcanzar una mayoría amplia entre los participantes.

      Sin embargo, hoy día hablar del sorteo no tiene que ver con los mundos pretéritos, bien sea la antigua Grecia o la Edad Media. Lo que queremos contar es que en el contexto actual, en el que se cuestiona más que nunca la política ligada a los partidos, en el que la ciudadanía tiene muy poca confianza en lo que hacen los y las representantes políticas y en el que se reclama una eficacia política que solucione los problemas de la convivencia, el sorteo cívico es una opción a la altura de nuestro tiempo.

      1Simon Tormey y Ramón A. Feenstra,