por el que se piensa que la ciudadanía no está preparada. No solo es que el perfil y preparación de la ciudadanía en general sea muy diferente hoy día al que tenía hace dos siglos, lo que de por sí podría ayudar a la verosimilitud de un argumento más democrático en el sistema político, sino que se puede fundamentar con buenas razones la eficacia política que implica la participación de la ciudadanía corriente y no especializada en los asuntos públicos.
El punto de partida: ¿por qué hablamos de sorteo?
Si hoy hablamos de sorteo (cívico) es, sobre todo, porque las experiencias de sorteo se han multiplicado en el mundo en estos últimos años tratando de dar una respuesta política razonable al descenso dramático de la confianza política por parte de la ciudadanía en muchos países del mundo. Al hilo de ese descenso dramático, hemos experimentado un incremento notable de la protesta social que ha tenido como objeto de crítica un sistema político percibido como poco democrático e injusto para muchas personas (el 15M en España, por ejemplo). Poco a poco ha ido creciendo la voz de una ciudadanía anónima que ya no acepta cualquier solución política. Esta puede cuestionar las decisiones adoptadas y tiene capacidad para informarse individualmente de lo que se ofrece y de las alternativas posibles. Un dato ilustrativo de esta situación lo encontramos en España: al tiempo que incrementaba de forma transversal la desconfianza hacia las instituciones políticas desde el año 2008 hasta el 2015, aumentaba el interés político de la gente, las conversaciones políticas informales entre amigos o familiares y el sentido de la eficacia política individual, es decir, el hecho por el cual cada vez más personas se sienten competentes para tener una voz y acción relevante en la esfera política9. Sin embargo, el resultado de este proceso social ha sido hasta cierto punto distinto del esperado. No ha habido una mayor democratización del Parlamento en términos de debate, no ha habido un mayor ejercicio de transparencia y diálogo entre los partidos, ni tan siquiera un mayor ejercicio de implicación ciudadana en los debates políticos «institucionales», sino un incremento de la fragmentación política mediante la inclusión en el Parlamento de más opciones políticas (desde Vox a Podemos). Uno de los efectos más tangibles de esta fragmentación ha sido el incremento de la polarización política. Muchas investigaciones contemporáneas subrayan la percepción que tiene la gente sobre la fragilidad del hilo que une las decisiones administrativas y la vida de la ciudadanía, lo que ha reforzado soluciones maximalistas o ancladas en posiciones de fuerza al margen de argumentos razonables. El resultado es un desgaste de las instituciones representativas. Las vías de comunicación entre partidos que gobiernan y ciudadanía están diseñadas para evitar el contacto, salvo en el ejercicio del voto cada cierto tiempo y, por supuesto, a través de la protesta social. Muchas de las investigaciones que han trabajado sobre el sorteo giran alrededor de esta «fatiga democrática» para reflexionar hasta qué punto las instituciones políticas actuales pueden dar una solución pragmática a este entuerto10.
El sorteo se ha expandido en el mundo recientemente como parte de la solución a este problema. Ofrece un procedimiento sencillo basado en dos elementos: el sorteo y la deliberación de un problema a partir de información proveniente de fuentes diversas. Dado que nunca antes habíamos tenido tanta información científica a nuestra disposición y tantos colectivos ciudadanos organizados en torno a temáticas concretas, la recuperación hoy del sorteo pretende hacer converger la reflexión serena de una porción aleatoria de la ciudadanía con la información cualificada y diversa de especialistas sobre la temática que se esté abordando. En este sentido, la mayoría de las veces el sorteo hoy día no se presenta como un procedimiento que reemplace el sistema político contemporáneo, sino que se organiza con el fin de implicar directamente a la ciudadanía en la toma de decisiones políticas relevantes para la comunidad. Ciertamente, la organización de procesos basados en la selección aleatoria de la ciudadanía implica muchas más cosas, pues trae de suyo una manera diferente de organizarnos políticamente. Por tanto, sería posible, como ya hacen algunas investigaciones, pensar un sistema alternativo basado en el uso del sorteo, como ocurría en la Grecia clásica11. Pero es cierto que la vuelta del sorteo al debate político tiene que ver mucho con esa banalidad que poco a poco contamina la política hoy día y que ha generado un grado elevado de incertidumbre sobre el futuro político. Si pretendemos reforzar la democracia, las tendencias populistas y tecnocráticas son una amenaza. La puesta en marcha de una organización basada sobre el sorteo plantea una alternativa en la dirección opuesta, con el firme propósito de transformar los sistemas políticos abriéndose a la ciudadanía. De alguna manera, podemos pensar que la expansión que experimenta el sorteo en el mundo se debe a que muchas personas se han tomado en serio el desafío político por el que transitamos.
De hecho, este desafío no solo se ciñe a la esfera de las instituciones políticas, sino que se expande también a otros ámbitos. Prueba de ello, una experiencia de seis años, desde 2014, en varias escuelas de Bolivia, en las cuales los consejos escolares se crean por sorteo, a partir de alumnado voluntario12. También en la esfera cultural, con un experimento que se hizo en el marco de la capitalidad cultural europea de Donostia-San Sebastián en 2016, durante la cual comités ciudadanos elegidos por sorteo (bajo el nombre de Ardora) fueron encargados de seleccionar los 132 proyectos del programa Olas de Energía (una línea de subvención de 483.840 euros abierta a iniciativas culturales diseñadas y producidas por la propia ciudadanía)13. Igualmente, en el ámbito académico, algunas voces proponen sustituir los comités de evaluación de los proyectos de investigación por procedimientos con sorteo14. O incluso seleccionar las y los jueces que forman parte de los Tribunales Constitucionales mediante el sorteo en lugar de ser elegidos por los partidos políticos15.
El sorteo, como es obvio, concita anhelos y rechazos que intentaremos desgranar a lo largo de estas páginas. A grandes rasgos, la experiencia basada en el sorteo, tal y como se practica en la actualidad, es un procedimiento mediante el cual se selecciona un grupo de personas aleatoriamente con el objetivo de debatir un problema concreto o una pregunta sobre posibles futuros y ofrecer después medidas políticas orientadas a solucionar ese problema. El principio que rige este mecanismo es que cualquier persona tiene igual oportunidad de ser seleccionada, que es donde reside también la legitimidad política del proceso. La pregunta que intenta responder este tipo de experiencias podría formularse como sigue: ¿cómo trataría la gente un problema si tuviera tiempo y recursos para aprender y deliberar acerca del mismo con el fin de tomar una decisión informada? Todos los procesos que englobamos bajo el sorteo se distinguen por estas tres características: 1) la selección de los participantes mediante el sorteo; 2) la realización de un debate informado con expertos; y 3) un proceso de toma de decisiones que habitualmente tiene que alcanzar una mayoría amplia entre los participantes.
En las siguientes páginas vamos a tratar de ofrecer las razones por las cuales pensamos que el sorteo y el debate público que se asocia con él puede alumbrar nuevas formas de asignar las responsabilidades de quienes se encargan de regir los asuntos colectivos, siendo una opción tan eficiente como democrática. El sorteo es un procedimiento muy antiguo que se utilizó hasta las revoluciones del siglo XVIII. No era solo un procedimiento de la democracia griega, pues durante la Edad Media, por ejemplo, algunos monarcas empleaban el sorteo para designar los gobernantes en los municipios y evitar así las guerras que se sucedían por alcanzar el poder, lo que ocurría a menudo en el territorio de la Corona de Aragón y algo menos en el de la Corona de Castilla. Los ejemplos emblemáticos del uso del sorteo en esa época son de todas maneras las ciudades italianas renacentistas, como Venecia, que empleó el sorteo para designar al jefe de la república durante 500 años16.
Sin embargo, hoy día hablar del sorteo no tiene que ver con los mundos pretéritos, bien sea la antigua Grecia o la Edad Media. Lo que queremos contar es que en el contexto actual, en el que se cuestiona más que nunca la política ligada a los partidos, en el que la ciudadanía tiene muy poca confianza en lo que hacen los y las representantes políticas y en el que se reclama una eficacia política que solucione los problemas de la convivencia, el sorteo cívico es una opción a la altura de nuestro tiempo.
1Simon Tormey y Ramón A. Feenstra,