Jorge Castelo

Tratado general de fútbol


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representan una actividad social, con diferentes manifestaciones específicas, cuyo contenido consta de acciones e interacciones. La cooperación entre los diferentes elementos se efectúa en condiciones de lucha con adversarios (oposición), que, a su vez, coordinan sus acciones con el objetivo de desorganizar dicha cooperación.

      FUERA DE LA TEORÍA NADA ES VISIBLE; PARA VER OTRA COSA ES NECESARIO CAMBIAR DE TEORÍA

      Al observar y analizar el contenido del juego del fútbol tenemos que tener en cuenta ciertas irregularidades, que identificamos, nombramos y clasificamos como condición importante para la relación de las leyes propicias para esta etapa de la teoría. Debido a la continua unión entre la práctica y la teoría, se alcanza un estado superior de comprensión de la realidad del juego que hace posible realizar una síntesis, es decir, una generalización y sistematización de los elementos fundamentales. De esta forma, se parte desde la práctica hacia la teoría y después se vuelve para orientar la práctica. Tal como refiere Popper (1989), es preciso tener claro que los conceptos y las teorías que buscan explicar una realidad no son absolutos sino aproximativos; así, las verdades de hoy podrán no ser las de mañana. Además, nunca debemos olvidar que las verdades de mañana sólo existirán porque existen las de hoy; por ello no se debe ignorar su importancia ni dejar fuera un proceso evolutivo impar. En este ámbito, cuanto más se le prive al juego de este esfuerzo de análisis, más se resiente su teoría para el establecimiento de los fundamentos necesarios y sus raciocinios, aumentando consecuentemente el espacio donde prolifera lo accidental, lo casuístico. Si el fracaso individual (un jugador) o colectivo (equipo) está exclusivamente en las manos del azar, el mérito, y como consecuencia la responsabilidad del jugador que actúa, parece estar fuera de explicación. Además, y en sentido diametralmente opuesto, no podemos hacer una aprobación tácita cada vez que nuestra concepción se realiza, ni sentir una especie de malestar intelectual cuando se verifica que es falsa. «Un hecho no es nada por sí mismo; sólo vale por la idea a la que está unido o por la prueba que aporta. Cuando se identifica y cualifica el descubrimiento de un nuevo hecho, no es el hecho en sí el que constituye el descubrimiento, sino la nueva idea que de él deriva, y también cuando se demuestra no es el propio hecho el que da la prueba, sino sólo la relación racional entre el fenómeno y su causa» (Bernard, 1783).

      LA DINAMIZACIÓN DE NUEVAS ACTITUDES MENTALES

      El cambio más marcado que actualmente se distingue en el desarrollo del fútbol en el mundo lo constituye sin duda la aplicación de la ciencia a sus problemas y, especialmente, la utilización de una tecnología cada vez más perfecta y apoyada en datos científicos que permite establecer un «código de lectura» de la realidad del juego. Además, la aplicación de estos datos no podrá tener éxito si simultáneamente no se dinamizan nuevas actitudes mentales con la finalidad de ajustar los componentes a un eficaz aprovechamiento del inmenso potencial ofrecido por la ciencia del deporte. Por otro lado, la aplicación de estos datos no podrá tener éxito si simultáneamente no se dinamizan nuevas actitudes mentales con la finalidad de ajustar los componentes a un eficaz aprovechamiento del inmenso potencial ofrecido por la ciencia del deporte. Los cambios de perspectiva no surgen ni se implantan fácilmente. Muchos se resisten a este tipo de innovaciones porque éstas tienden a volver absoletas, en la mayoría de las situaciones, las antiguas formas de pensamiento, llevando consecuentemente a rupturas con un pasado no muy distante. Para nosotros la competición de alto nivel, y naturalmente el entrenamiento que la soporta en la actualidad, presentan elevadas exigencias a los jugadores en cualquiera de los factores de preparación que deseemos mejorar. Importa determinar en este ámbito si la sesión de entrenamiento y los ejercicios que la constituyen son o no un momento fundamental para el desarrollo y el perfeccionamiento del jugador o del equipo, pues muchas veces parece más un pasatiempo, un hábito, un castigo, un ritual, una forma de «tirar arena a los ojos» de los directivos y de los socios de los clubes. Porque es preciso sudar la camiseta; no interesa si concomitantemente existen ideas, objetivos, principios y desarrollo profesional.

      En un último análisis existe la idea de que la calidad (o su falta) de la competición nada tiene que ver con la calidad (o su falta) del entrenamiento; todo se reduce al azar: un día todo se desarrolla bien y otro mal. Hay que observar cuántos equipos profesionalizados tienen como mínimo un campo de entrenamiento o cuántos poseen uno con las mínimas condiciones para realizar cualquier tipo de entrenamiento que permita el desarrollo integral de los factores técnicos, tácticos, físicos y psicológicos de los jugadores, entrenándolos verdaderamente para una competición profesional que quiere ser de alto rendimiento. Además de esto tenemos también que inventariar si los presupuestos práctico-científicos actuales responden a esas exigencias para poder establecer una teoría que auxilie a la práctica y se desarrolle simultáneamente. Hemos de mostrar, en nuestra opinión, que aún no poseemos suficiente conocimiento sobre la problemática de cuál es el fenómeno deportivo en el que se apoya, con el objeto de responder eficazmente a sus exigencias en lo que respecta a sus aspectos metodológicos, derivados, a su vez, de los inherentes a la técnica, a la táctica, a la tecnología didáctica y a los factores humanos y sociales, etc… Además, es a partir de esta constatación cuando se vuelve más importante e imprescindible el apoyo al estudio y la reflexión del juego del fútbol tanto desde el punto de vista de la práctica diaria como desde una perspectiva teórica. También resulta fundamental traspasar visiones parciales en el análisis y en el tratamiento del contenido real del juego, traducidas por una excesiva compartimentación de los componentes técnicos, tácticos, físicos y psicológicos. Tomamos de esta forma conciencia de que el juego es algo más que la simple suma de varios factores. El fútbol contiene en sí una enorme complejidad secundada por un numeroso conjunto de variables y se debe analizar como sistema abierto. Su condición de sistema determina que la multiplicidad de su estudio y de su interpretación se deban considerar en complementariedad.

      MIENTRAS TANTO, EL FÚTBOL EVOLUCIONÓ Y EVOLUCIONA CONTINUAMENTE

      El juego del fútbol ha evolucionado a lo largo de los años desde su institucionalización hasta la actualidad. Queramos o no, nos guste o no, el hecho es que los acontecimientos que lo consustancian se han vuelto más intensos, competitivos, complejos, con ritmo, con presiones, transitorios, inestables, etc. La evolución del juego tiene un carácter sistémico, es decir, la mejora de uno de sus factores constituyentes no sólo afecta ese elemento, sino también el rendimiento de los otros, influyendo radicalmente en todo el sistema. Si tenemos presentes algunos datos del análisis del juego del fútbol, observamos que el número de acontecimientos aumenta en la unidad de tiempo. En efecto, en el gráfico de la dinámica de los esfuerzos realizados por los jugadores a lo largo del partido, éstos se triplicaron en los últimos 30 años. De ahí se infiere que en el ámbito táctico los jugadores cubren mayor área de terreno de juego tanto en la fase ofensiva como en la defensiva, lo que su vez implica una disminución del tiempo y del espacio para la resolución técnico-táctica de una situación dada cuando se tiene o no la posesión del balón. En la actualidad cada jugador ejecuta por término medio 360 intervenciones (de corta duración, hasta 2 s; de medio duración, hasta 5 s, o de larga duración, hasta 8 s) por partido, lo que determina cuatro esfuerzos por minuto, pero si utilizamos el tiempo real de juego (excluyendo las paradas, que representan más del 30% del tiempo total de juego), este valor sube a seis, es decir, se observa un comportamiento de 10 en 10 segundos con o sin posesión del balón con una determinada intención, finalidad y duración. La tendencia de estos valores en el futuro es hacia el aumento especialmente en el ámbito cualitativo y en la duración de cada esfuerzo. De este pequeño análisis, fácil de extrapolar, en el que se incrementa el movimiento en el juego, se dice que los jugadores están más presionados tanto en el ámbito de razonamiento táctico como en el del rendimiento técnico, y resulta cada vez más importante utilizar procesos de anticipación con el objeto de prever no sólo el resultado, sino también el desarrollo de los acontecimientos de cada situación. Cada jugador busca en cada situación de juego «vivir la imagen del futuro en el momento presente» para ganar el tiempo suficiente para pensar/ejecutar un comportamiento eficaz y adaptado en la respuesta a los problemas expuestos por el entrenamiento y por la competición deportiva. Asimismo, ante estos hechos incontestables de la realidad competitiva aún