Jorge Castelo

Tratado general de fútbol


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va asumiendo en el transcurso del entrenamiento y la competición; en la cantidad de veces en las que las diferentes situaciones son vividas tanto en la ejecución de los ejercicios de entrenamiento como en las competiciones, creando éstas una serie de rutinas en el plano de la percepción/análisis y de la solución mental que permiten emplear más alternativas que facilitan la decisión y la solución motora, cada vez más adaptadas a las circunstancias contextuales de las situaciones, y en una mejor selección de las informaciones más pertinentes que desencadenarán patrones familiares de respuesta motora, que ya estarán controlados automáticamente. El éxito deportivo está condicionado esencialmente por la capacidad del jugador para asimilar la variabilidad del entorno y transformar la información disponible para realizar la acción. Por ello, la comprensión del fenómeno de la toma de decisiones pasa por la capacidad del jugador de integrar e interpretar la información, cuya garantía y validez son imperfectas. El jugador está limitado por sus recursos y procede de dos formas: sigue su intuición, es decir, usa la información de la forma que le es mas fácil (hasta la información más accesible deja una serie de incertidumbres y dudas); además, según Slovic (1982), las decisiones y los juicios por intuición de los individuos infringen muchos de los principios fundamentales del comportamiento correcto; o usa la información de la manera más lógica con el objetivo de optimizar su respuesta motora ante el problema. Además, importa preguntarse si el hombre pretende actuar de forma óptima o en un momento dado las decisiones resuelven mejor el problema que en otras. De esta forma se constata que todos los jugadores tienen un repertorio de reglas de decisión, denominadas «de eurística» (Svenson, 1979), que se desarrollaron a través de: las directrices del entrenador, la experiencia del propio jugador y los ejercicios de entrenamiento que presentan diferentes situaciones-problema análogas o similares a las que ocurren específicamente en la competición. Esta reglas de decisión aprendidas y perfeccionadas posibilitan soluciones satisfactorias con el objetivo de no perder demasiado tiempo y esfuerzo, pues se podrían realizar mejores elecciones, pero requerirían más tiempo y esfuerzo.

      Profundizando en este aspecto vamos a considerar un ejemplo sintomático. Cuando se constató que la distancia total recorrida por un jugador de fútbol durante los 90 min variaba entre los 6 y los 11 km (dependiendo de la misión táctica dentro del sistema de juego del equipo), se creó en la mente de los entrenadores la imagen de que en el entrenamiento los jugadores recorrerían más o menos esta distancia al inicio de cada sesión y esta «parte física» quedaría de inmediato resulta. Más tarde, observando que esta distancia total se dividía en diferentes velocidades (intensidades), cambios de dirección, distancias parciales, etc., se elaboraron ejercicios de entrenamiento derivados del atletismo que contemplaban más o menos estos aspectos. Se olvidaron de que cuando en el fútbol se corre se hace después de percibir y analizar la situación de juego, encontrar una solución mental de la situación y después surge la respuesta técnico-táctica para que se solucione la situación de juego en la que se puede incluir o no la carrera como un elemento constituyente de esa misma respuesta. Esto significa que el jugador en una determinada situación momentánea del juego no corre sólo por el simple hecho de correr, sino con ideas y pensamientos cuyo ámbito está determinado por la dimensión estratégico-táctica de la situación. Esto significa que resulta fundamental precisar y centrar la construcción de los ejercicios de entrenamiento con la actividad de toma de decisiones de los jugadores y los procesos cognitivos que están sobre la base para ejecutar las acciones motoras más eficaces y más adaptadas a la situación. Es a partir del resultado de la respuesta motora del jugador cuando éste la analiza en función de su eficacia, lo que le permite interiorizarla en su memoria volviendo la experiencia significativa; más adelante será facilitadora de la solución de otras situaciones idénticas (por la participación de la conciencia) o servirá de base para la solución de una nueva situación momentánea del juego (por la utilización de un pensamiento productivo).

      Podemos concluir que en el fútbol no gana quien es mas rápido, salta más alto o corre más, sino quien básicamente tiene la capacidad de reconocer en cada momento las variantes estructurales del juego y de anticipar el desarrollo de esos acontecimientos usando los procedimientos técnico-tácticos específicos adaptados a las situaciones momentáneas del juego, que son escogidos de entre un abanico más o menos grande de posibles opciones para ese caso y están soportados por las diferentes modalidades de la capacidad física (velocidad, fuerza y resistencia) en una correlación íntima (que no hay que confundir con separada). En esta dimensión, el juego del fútbol tiene una estructura multifactorial al formar una complejidad específica y pluridimensional; además, si partimos de su lógica interna, podemos analizar los factores fundamentales que se han de desarrollar en el entrenamiento y sobre cuáles están soportados de forma coherente y correlacionada. Invertir el orden de los factores en el entrenamiento es no respetar la lógica interna del juego que se quiere aprender, desarrollar o perfeccionar; es volver el proceso del entrenamiento arbitrario, como si se tratara de operaciones de multiplicación (8 × 4 ó 4 × 8 siempre tienen el mismo resultado), es perder el carácter inteligible de la relación consciente entre la competición, el entrenamiento y el jugador.

      «El mejor técnico del mundo no es un entrenador internacional de gran éxito, pero sí el propio jugador. Observen el juego y les enseñará lo que deben hacer» (Cramer, 1987).

      LA RELACIÓN ENTRE LA REALIDAD COMPETITIVA Y SU PROCESO DE ENTRENAMIENTO

      Es fundamental no ignorar que los diferentes comportamientos motores ejecutados por los jugadores en las respuestas a los variados contextos situacionales que la competición encierra en sí misma están basados en el perfeccionamiento, durante el proceso de entrenamiento de forma particular e interactiva, en los complejos sistemas de orden cognitivo, nervioso, muscular, energético, etc., y todos constituyen al ser humano. De hecho, estos comportamientos (acciones motoras), producto final de conjugar todos los esquemas orgánicos, se deben observar e interpretar de forma inteligible. Más adelante nada puede resultar argumento más contundente que el hecho de que la construcción y aplicación de los ejercicios del entrenamiento respeten y reflejen esa inteligibilidad, sin la cual la práctica del entrenamiento buscando que sea un medio de preparación para la competición deportiva, por más horas que contemple, no tiene ningún sentido. Todos los entrenadores le dan importancia a que sus jugadores estén sometidos a una práctica variable, pero en el fondo parecen no entender claramente esta noción. La práctica variable en términos operativos significa variar las condiciones de la práctica, es decir, manipular de forma sistemática, coherente e inteligente los diferentes parámetros de la respuesta motora en función de un problema específico expuesto para cada ejercicio de entrenamiento. Se parte así del principio según el cual la estructuración de un contexto variable de las condiciones de la práctica contribuye a la construcción de los esquemas motores más genéricos, es decir, más adaptables y ajustables a las diferentes situaciones determinadas por los ejercicios de entrenamiento, que naturalmente deben reproducir de forma más o menos idéntica, o no, teniendo en cuenta los muchos problemas específicos planteados por la situación competitiva del juego del fútbol. De esta forma, manipulando las secuencias de las decisiones y de la práctica de un cierto número de comportamientos técnicos o técnico-tácticos similares en función de distintos contextos de aprendizaje, perfeccionamiento o desarrollo, se busca que unas interfieran con las otras.

      No es de extrañar que las acciones motoras, especialmente las de carácter complejo, sólo sufran presiones adaptativas cuando son entrenadas en determinados contextos y circunstancias proporcionados por situaciones cuyos entornos están diversificados. Si analizamos las dos teorías que estudian estos hechos (la de la elaboración y la de la construcción), aunque son divergentes en la reflexión del fenómeno de la interferencia contextual, se basan sin embargo en términos explicativos en un proceso de naturaleza altamente cognitiva, es decir, la interferencia contextual que se deriva de la variabilidad de las condiciones de la práctica y que está mediatizada por variables cognitivas que se traducen en la práctica por: aumento de la capacidad del jugador para memorizar la información relacionada con la respuesta motora (refuerza la resistencia al olvido), incremento de la capacidad de discriminación de pequeñas y sutiles variaciones de la situación (identificación y retención de los índices pertinentes) y potenciamiento del