Jorge Castelo

Tratado general de fútbol


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actuar de acuerdo con las diferentes opciones tácticas que han dispuesto sus compañeros, previendo al mismo tiempo las intenciones de éstos por la forma y por el tipo de desplazamiento. En consecuencia, para que al jugador que tiene el balón se le ofrezca un mayor número de alternativas de acción, es necesario que esos desplazamientos:

      A. Se realicen sorprendiendo al adversario, aprovechando de una forma cualitativa el espacio disponible para su realización.

      B. Que los jugadores al alejarse del balón busquen espacios que puedan ser inmediatamente ocupados por otros atacantes, escogiendo el momento correcto para desplazarse hacia espacios.

      C. El atacante en movilidad debe buscar colocarse de forma que no sea posible a su defensa directo observar el balón y al atacante al mismo tiempo. En este sentido, el atacante se ha de posicionar en la denominada zona «ciega» del defensa para crear condiciones en las que éste cometa el error de concentrar su atención solamente en el balón.

      3. El desplazamiento ofensivo del jugador en movimiento se debe caracterizar por el desarrollo de ciertos procesos técnicos individuales de carácter «explosivo», buscando en el último momento sorprender o eludir al adversario utilizando:

      A. Cambios rápidos de ritmo y de dirección de carrera para dificultar las posibilidades de marcaje por parte del defensa adversario.

      B. Pequeñas y rápidas fintas de engaño, en el sentido de la carrera, con el objetivo de disimular sus verdaderas intenciones tácticas.

       Asumir otras funciones dentro o fuera de las unidades estructurales funcionales

      Al jugador en movimiento se le exige una clara visión del juego, percibiendo constantemente los movimientos de sus compañeros (percepción) y rápidamente qué decisión-respuesta táctica es la más adecuada a la situación del juego (decisión). En este sentido, debe asumir otras funciones dentro de la unidad estructural funcional ofensiva y reajustar sus comportamientos técnicotácticos:

      1. Cobertura ofensiva siempre que su compañero (en esas funciones) tome la iniciativa y no le permita continuar cumpliendo la tarea en relación con el compañero que tiene el balón.

      2. Actitudes y comportamientos técnico-tácticos inherentes al principio de la penetración, siempre que el balón le sea pasado.

      3. Asumir, si es posible, los comportamientos técnico-tácticos inherentes al jugador en cobertura defensiva inmediatamente después de la pérdida del balón por parte de uno de sus compañeros.

      Desde otra perspectiva, la situación del juego puede determinar que un jugador asuma actitudes y comportamientos técnico-tácticos individuales determinados por la necesidad de desplazarse fuera de la unidad estructural funcional, buscando básicamente provocar problemas cada vez más difíciles de resolver al equipo adversario:

      1. Ocupar y utilizar espacios libres y vitales lejanos a la unidad estructural funcional buscando una ruptura inmediata de la organización del equipo adversario.

      2. Crear condiciones favorables a la resolución táctica de la situación momentánea del juego y concomitantemente a la persecución eficaz de los objetivos del ataque-progresión/finalización y mantenimiento de la posesión del balón.

      3. Constituirse como un «objetivo» que se desplaza en profundidad y amplitud para hacer progresar o modificar el ángulo de ataque de su equipo y ser la referencia para una unión de transmisión hacia otra unidad estructural funcional.

      PRINCIPIOS GENERALES DEL JUEGO DEFENSIVO

      Los jugadores que no se encuentran directamente implicados en la unidad estructural funcional defensiva deben presentar en todo momento del juego actitudes y comportamientos técnico-tácticos que busquen uno de los siguientes tres principios generales en función de la variabilidad de las situaciones del juego: la preparación del proceso ofensivo, la continua estabilidad de la organización defensiva y la intervención en la unidad estructural funcional defensiva.

      • La preparación del proceso ofensivo

      Este principio general desarrollado durante la fase defensiva del juego busca orientar las decisiones, las actitudes y, consecuentemente, los comportamientos técnico-tácticos de los defensas cuando están posicionados fuera de las unidades estructurales funcionales del juego por las circunstancias de la situación (por ejemplo, en el lanzamiento de un balón parado, partes fijas del juego) o de las directrices de carácter estratégico definidas por el entrenador y que se expresan por la aplicación del plan de juego. Lógicamente, este o estos jugadores, al no estar directamente implicados en el cumplimiento de los objetivos defensivos (recuperación del balón o protección de la portería), tienen como misión táctica fundamental presentar constantemente y con persistencia problemas de carácter técnico, táctico y estratégico de difícil solución a los adversarios del equipo contrario que en ese momento tienen el balón.

      Actuando de esta manera, el cumplimiento de este principio produce un impacto que se traduce por el efecto en estos dos niveles estructurales: el primero se deriva de su contribución indirecta a la creación de las condiciones favorables para la recuperación del balón, que se establecen por la disminución del número de jugadores adversarios implicados directamente en el desarrollo del proceso ofensivo de su equipo, ya que su actividad en este contexto del juego se restringe a marcar y vigilar de forma permanente y agresiva a esos jugadores, y el segundo se deriva de que se establece desde ese momento un contexto de carácter ofensivo, aunque esté preparado de forma «precaria», pero suficientemente organizado para dar una respuesta inmediata y positiva al desarrollo del ataque del equipo inmediatamente después de que se verifique la recuperación del balón. La correcta aplicación de este principio lleva consecuentemente a que los jugadores del equipo que tienen el balón se tengan que preocupar más de defender (equilibrar la organización de su sistema táctico) que de atacar (ruptura de la organización defensiva del adversario), conduciéndoles a que asuman actitudes y comportamientos técnico-tácticos que pueden ser inadecuados en la resolución contextual de la situación y que puedan aprovecharse en ese momento.

      Una forma de potenciar la aplicación de este principio general pasa por utilizar a esos mismos jugadores, aunque de forma diferenciada, dentro de ciertos límites, ya que permutan sus funciones en relación con las necesidades de los contextos situacionales del juego en términos de recuperación del balón y del mantenimiento constante del equipo adversario bajo su amenaza, que se expresa por desplazamientos y posicionamientos que buscan la preparación inminente del ataque a su portería. La permuta racional y sistemática de los jugadores que cumplen el principio de la preparación del ataque determina que los adversarios no se puedan habituar a las capacidades individuales de los jugadores a los que marcan de forma continuada, ya que éstos lo perciben, se acomodan y anticipan facilitando sus acciones de marcaje. Al modificarse los jugadores que cumplen este principio, los adversarios se tienen que adaptar a las diferentes particularidades de los jugadores con un buen dominio técnico y táctico, y estos elementos pueden decidir y determinar las acciones erróneas en el plan táctico y estratégico. Ésta puede ser una de las principales consecuencias que determinen los constantes