Jorge Castelo

Tratado general de fútbol


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      B. «Desequilibrar» los eventuales comportamientos de los defensas en términos técnicos, tácticos, físicos y psicológicos, volviéndolos de esta manera desajustados a la realidad de la situación momentánea del juego.

       Las diferentes acciones técnico-tácticas que objetivan este principio

      Básicamente existen cuatro acciones técnico-tácticas que objetivan el principio de la penetración:

      1. El pase. Es la forma más rápida y simple de progresión del equipo en el terreno de juego y la actitud fundamental de los jugadores que poseen el balón cuando se deciden por la ejecución de la acción técnico-táctica del pase en la resolución de la situación de juego que se les presenta. Se procura ganar el máximo espacio en términos de profundidad o el objetivo de transportar el centro del juego lo más rápidamente posible hacia las zonas predominantes de finalización. Bajo estas circunstancias, el jugador que posee el balón debe buscar preponderadamente, en su ejecución técnico-táctica, pases en dirección a la portería contraria (proporcionando un juego directo) o hacia los espacios que aproximen el ataque a la portería adversaria (utilizando pases hacia los carriles laterales) para establecer los presupuestos fundamentales e inmediatos para la consecución positiva de los objetivos del juego: el gol. Esta actitud fundamental de todos los jugadores, conformada por los pases en profundidad en dirección a los atacantes o a los medios, asume claramente un papel importante en la modelización y conceptualización de un método de juego ofensivo eficaz. En este sentido, Hughes (1990) establece unas prioridades en la selección de la acción técnico-táctica del pase:

      A. Pasar el balón hacia el espacio de las «espaldas» de la última línea defensiva. Éste es el pase que causa el mayor número de problemas a la defensa contraria por dos factores: los defensas están obligados a cambiar la orientación de sus apoyos y a desplazarse en la dirección de su propia portería, por lo que se pueden volver las acciones lentas e ineficaces, y la última línea defensiva, al «subir» en el terreno de juego para soportar su propio ataque, se vuelve vulnerable a este tipo de pases inmediatamente después de perder el balón por estar eventualmente desconcentrados debido al cambio de la posesión del balón, por no encontrarse en sus posiciones defensivas de base y por tener que marcar y vigilar un amplio espacio del terreno de juego.

      B. Pasar el balón a un compañero que se posicione con la mayor profundidad del ataque. Si el pase hacia el espacio a las «espaldas» de la última línea defensiva adversaria no es posible, la mejor opción consiste en pasarlo con precisión directamente a los pies del compañero que esté posicionado con la mayor profundidad en el ataque.

      C. Pasar el balón a un compañero colocado lejos de la máxima acumulación de defensas y de la línea de pase. Si el pase hacia el compañero que está en la posición de mayor profundidad de ataque no es posible, la mejor opción es pasarlo a un compañero que esté en la línea de pase y lejos de la concentración de los adversarios, es decir, no estando entre ellos. Aunque esta acción sólo pone el balón fuera del alcance del adversario, le crea problemas por un lado al defensa que está mal colocado y por el otro a los otros defensas, que tendrán que reajustar sus posiciones como consecuencia de la modificación de la situación del juego.

      D. Cambiar el ángulo del ataque. Si las tres anteriores opciones tácticas no son posibles, el jugador que posee el balón debe cambiar el ángulo del ataque; es decir, si está ubicado en el carril lateral derecho, ha de ejecutar el pase hacia el carril lateral izquierdo, y viceversa. Debido a una mayor concentración ejercida por los defensas en el lado del centro del juego, normalmente existe una disminución en el marcaje y en la vigilancia sobre los espacios contrarios, que pueden ser eventualmente utilizados por atacantes preparados para explotar ese hecho.

      E. Pasar el balón hacia atrás como último recurso. Si no es posible cambiar el ángulo del ataque, hay que pasar hacia atrás hacia un jugador en cobertura ofensiva, que debe tener el espacio, el tiempo y el campo de visión para llevar el balón en dirección a la portería adversaria.

      2. La conducción como medio en la penetración. En estas circunstancias es necesario que el jugador oriente esa acción hacia el interior de la defensa adversaria creando un continuo desequilibrio en los apoyos de los adversarios, ya sea a través de los cambios rápidos e inesperados de velocidad o por la persistente alternancia del pie utilizado para esa conducción.

      3. Muchas veces la única forma de ganar ventaja es a través del regate. Para realizarlo, todo depende de las características del adversario directo, del lugar del terreno de juego donde ese regate se realiza, del tipo de ventaja que se obtiene por la realización de ese regate y de las propias capacidades de quien lo ejecuta. Como norma, cuanto más se aleja un jugador de su portería y se aproxima a la contraria, menos arriesgado y más compensador se vuelve ejecutar un regate. Resta saber si ante las condiciones referidas será una acción oportuna y además con elevadas posibilidades de éxito.

      4. La finalización. En ella el jugador que posee el balón debe modificar su actitud táctica basada en comportamientos técnico-tácticos que buscan la progresión y el mantenimiento del balón y transformarla en una actitud de finalización. En este sentido, el atacante tiene que ser valiente y asumir la responsabilidad de rematar en cualquier oportunidad. Sin duda, éste es el comportamiento del jugador que posee el balón que más condicionado está por las características individuales. Los jugadores con funciones y predisposiciones básicas similares desarrollan particularidades técnicas diferentes, y son precisamente dichas particularidades las que determinan la eficacia de un jugador.

       La continuidad de la acción del juego

      Después de que el atacante solucione la situación del juego a través de cualquier comportamiento técnico-táctico posible (pase, regate, remate, etc.), independientemente de su eficacia, debe darle continuidad a su acción manteniendo una actitud activa y disponible para intervenir en uno de los siguientes contextos:

      1. En el seno de las unidades estructurales funcionales a través de los comportamientos de la cobertura ofensiva o la movilidad, tanto en el plano defensivo (en el caso de que se pierda el balón), como ejecutando comportamientos de contención, de cobertura defensiva o de equilibrio.

      2. Fuera de las unidades estructurales funcionales a través de los comportamientos que objetiven la ruptura de la organización del equipo adversario o que contribuyan a la estabilidad de la organización del sistema de juego del propio equipo.

      • La cobertura ofensiva

      En el transcurso del proceso ofensivo existen varias situaciones de juego en las que el jugador puede recibir el balón cuando existe un conjunto de rápidos desplazamientos del resto de los jugadores habiendo alrededor excesivo movimiento. En estas «apretadas» circunstancias puede que no tenga el tiempo necesario para efectuar un juicio preciso y controlado de la situación, y, obviamente, si no tiene a ningún compañero a quien poder pasar