Lorraine Murray

Boda en Eilean Donan


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te dije que la imagen de los escoceses está sobrevalorada. Las portadas de las novelas buscan captar la atención de la lectora, nada más. Y créeme que, en muchos casos, funciona. —Le guiñó un ojo en complicidad deteniéndose delante de una puerta de madera en color azulón con el pomo y el número en dorado.

      —Tampoco es el típico pelirrojo de barba poblada. Por cierto, espero verle las piernas el día de la boda —aseguró introduciendo la llave en la cerradura del pomo, girándola y empujando la puerta para entrar en la habitación delante de Karen.

      —¿Qué interés tienes en vérselas? —frunció el ceño Karen desconcertada por ese comentario.

      —¿No me digas que tú no lo has pensado cuando te has quedado mirándolo mientras se marchaba? —le preguntó dándole un leve codazo para hacerle ver que se había dado cuenta de cómo lo había mirado.

      Karen sacudió la cabeza con una media sonrisa perfilada en sus labios.

      —Bueno, la habitación no está nada mal. ¿Cuál de las dos camas prefieres? —dijo cambiando el tema de conversación al momento porque no estaba dispuesta a decirle lo que le había parecido Andrew.

      —La que da a la ventana.

      La habitación era espaciosa, con moqueta de color café adornada con cenefas claras. Había una alfombra de dimensiones no muy grande en el centro de la habitación. Las paredes estaban pintadas en color ocre para resaltar el color madera de los cabeceros. Las camas eran sencillas, de color blanco tanto las sábanas como el edredón de plumas y las almohadas. El pie de ambas estaba decorado con un par de telas en color teja y gris. Había una mesa con un par de tazas con el emblema del hotel, una cafetera, sobres de té o café y leche evaporada. Un plato con fruta y algunos paquetes pequeños de galletas. También había dos botellas de agua mineral sin gas.

      —Lo tienen muy bien estudiado —dijo Denise echando un vistazo a todo aquello.

      —Es un buen alojamiento, en pleno centro de Inverness. ¿Te has fijado en la estación del tren según veníamos?

      —Tampoco es una ciudad muy grande, según me informé antes de venir.

      —No, pero tiene su encanto.

      —De todas formas, lo mejor que tiene es su localización con respecto a las Tierras Altas, el lago Ness, el campo de batalla de Culloden y su centro donde puedes conocer la historia de las rebeliones jacobitas, y por supuesto el castillo de Eilean Donan.

      —Veo que te has aplicado, ¿eh? —le comentó con ironía Karen.

      —Para saber qué hacer con el tiempo libre.

      —No creo que dispongamos de mucho. De manera que vamos a deshacer el equipaje y a asearnos antes de salir por ahí a ver la ciudad.

      —En ese caso deberíamos llamar a Andrew.

      Karen lanzó una mirada de curiosidad a Denise.

      —¿Te ha gustado o qué?

      —Es nuestro anfitrión. Ya lo has escuchado. Ah, y no es mi tipo —le dejó claro alzando las manos en señal de «a mí no me mires»—. Además, no creo que tuviera posibilidades con él.

      —¿Por qué dices eso? No lo sabes. Claro que, con la primera impresión que nos ha dado, de estar un poco fuera de onda y de que estaba como loco por dejarnos y largarse a hacer lo que fuera. Podría habernos dicho desde el primer momento que era el hermano de la novia. Es algo que no logro entender.

      —Yo tampoco. Con respecto a tu comentario al hilo de mis palabras sobre que no tengo nada que hacer con Andrew, te diré que me ha bastado con fijarme un poco en él y en darme cuenta de cómo te miraba. En especial cuando caminábamos hacia él en el vestíbulo del aeropuerto, o al ir a entregarle las maletas para que las metiera en el coche. Solo te aviso. —Denise movió las cejas con celeridad arriba y abajo para dejarle constancia a su amiga de lo que había visto.

      Karen permaneció callada escuchándola. Tenía razón. Ella también se había dado cuenta de cómo la miraba, en especial en el coche. Tuvo la impresión de que la buscaba a través del retrovisor.

      —Supongo que será porque no me conoce. O no se esperaba que fuera así. —Karen se encogió de hombros sin darle la mayor importancia. No quería andar pensando en que uno de los invitados pudiera fijarse en ella de una manera distinta.

      —Pues es raro.

      —No tiene por qué serlo.

      —Pues si su padre o su hermana te conocen…

      —Bah, déjalo. Me pido el baño, ya que tú no pareces tener prisa. —Karen no quería seguir hablando de Andrew ni mucho menos de la impresión que le había causado su mirada.

      —Todo tuyo.

      Karen se refugió en este para poder pensar en lo que había percibido en Andrew, y que se acercaba bastante a lo que le había contado Denise. Durante algunos minutos se había sentido observada y algo más… A parte de la curiosidad y la sorpresa que podría haberle producido conocerla, había algo más en su mirada. Algo que tal vez lograra descifrar a través del objetivo de su cámara, si estaba dispuesto a ponerse delante de ella, se dijo frunciendo sus labios con ironía e, incluso, picardía.

      [1] En inglés, falda se dice skirt. La que visten los escoceses es un kilt, palabra que sirve para diferenciar la falda escocesa de la inglesa. La peculiaridad del kilt es que la visten los hombres, y está reservada para grandes ocasiones como bodas, convenciones…

      Capítulo 3

      Andrew se subió al coche con una sensación muy distinta a la que tenía antes de conocer a Karen. Regresó al periódico para ver qué tal marchaban las cosas por allí. Pero sus pensamientos no se apartaban de la fotógrafa. Debería haberse informado de ella, como le comentó Maggie cuando le habló de esta. Sin duda, buscaría su biografía y sus trabajos en Internet en cuanto tuviera un momento.

      Su móvil sonó en cuanto se apeó del coche frente al edificio que albergaba las oficinas del diario. Era su padre el que lo llamaba, como así aparecía en la pantalla del teléfono. Seguramente, lo hacía para saber qué tal había ido todo con Karen y con su amiga. No se fiaba de él.

      —¿Qué pasa? ¿Necesitas algo más de mí?

      —Quería saber si todo ha ido bien con las dos fotógrafas.

      —Sí. Las he dejado en el hotel.

      —¿Qué impresión te han causado?

      Andrew apretó los labios y se pasó la mano por el mentón. Acababa de darse cuenta de que esa mañana tampoco se había afeitado.

      —No he tenido mucho tiempo para tratar con ellas. Lo justo para saber qué tal les había ido el vuelo, si necesitaban algo… No sé. Les he dicho que ya hablarías con ellas sobre la boda. O bien Ilona y Fraser —Andrew permanecía apoyado contra su coche mirando a la gente pasar mientras escuchaba a su padre.

      —¿A qué hora te viene bien quedar con ellas?

      —¿A mí? ¿Por qué quieres saberlo?

      —Porque quiero que estés presente. Por eso mismo. Te guste o no, eres parte de esta boda. Andrew, es tu hermana la que se casa.

      Este resopló al escucharlo.

      —Sí, lo sé. Pero ¿qué pinto yo con las fotógrafas? Creo que es algo que debéis tratar vosotros, que sois los más interesados. Tú las has contratado bajo petición de Fraser e Ilona.

      —Presiento que no te hace gracia estar presente, pero quiero que lo estés. A Ilona le hace ilusión. ¿Hay algún inconveniente con ellas?

      Andrew sonrió. ¿Algún inconveniente? Se preguntó. Karen le había parecido una mujer atractiva a la que no vacilaría en llevarse a la cama en otras circunstancias.