en el proceso de socialización, y se encuentra relacionado con la interiorización de las normas sociales en nuestra conducta.El temperamento, a diferencia del carácter, se relaciona con una disposición biológica hacia ciertos comportamientos.
Aunque, como se ha expuesto, no existe una única definición de personalidad totalmente aceptada por todos los teóricos, se tomará como referente la definición de Bermúdez (1985), ya que integra las características estudiadas anteriormente. Según esta:
La personalidad es la organización relativamente estable de aquellas características estructurales y funcionales, innatas y adquiridas bajo las especiales condiciones de su desarrollo, que conforman el equipo peculiar y definitorio de conducta, con que cada individuo afronta las distintas situaciones.
Desarrollo de la personalidad. Teorías
Siguiendo de nuevo a Bermúdez, las distintas teorías de la personalidad se clasifican en tres grupos o paradigmas, cuya diferencia principal radica en el elemento considerado como determinante de la conducta. Estos tipos son:
1 Internalista u organicista: la conducta está determinada principalmente por factores personales individuales, es decir, se relaciona con factores internos.
2 Situacionista: el ambiente o situación en el que se desenvuelve la persona es lo que determina la conducta. Se asocia, por tanto, a factores externos.
3 Interaccionista: la conducta está determinada por la interacción de variables personales y variables situacionales. Es decir, se unen elementos de las dos anteriores corrientes.
3. Etapas evolutivas del ser humano. Características fundamentales
Al comenzar a hablar sobre las etapas evolutivas del ser humano podría parecer que estas dependen únicamente del factor biológico, es decir, según la edad de cada persona se encontrará en una u otra etapa. Sin embargo, al adentrarnos en el tema comienza a parecer obvio, como lo fue para Erikson en su Teoría del Ciclo Vital, la necesidad de tener en cuenta los factores sociales y la relación que cada cual tenga con su entorno.
Ejemplo
Dos personas con la misma edad deberían encontrarse en un momento vital parecido, sin embargo, depende en gran medida de la situación social que vivan.
Para ello imaginen estos dos casos:
Pedro Pérez tiene 21 años. Es estudiante, juega al fútbol los fines de semana con sus amigos. Tiene novia. Conduce el coche de su padre cuando se lo deja y vive en casa de sus progenitores.
Manolo García tiene 21 años y trabaja. Sus padres fallecieron en un accidente, y él debe cuidar de un hermano pequeño. Además, mantiene a su mujer y a un bebé que tienen de 6 meses. Los fines de semana juega al fútbol con sus amigos, paga una hipoteca y conduce el coche de segunda mano de su padre (la única herencia que le quedó).
Es fácil imaginar que la relación con el entorno de uno y otro será diferente, y que los retos que deben superar ambos son bien distintos aún teniendo la misma edad.
Erikson defiende que cada persona interactúa con las demandas que se le plantean, sus aspectos internos y realidad de su entorno social y cultural. Por ello, no delimita estrictamente, solo aproximadamente, en una edad cada una de las ocho etapas en la que separa el ciclo vital. A este respecto se debe tener en cuenta que, llegando a las últimas etapas (especialmente senectud), las diferencias individuales son cada vez mayores, en función de la situación externa en la que viva. Es fácil ver las diferencias entre una persona que actualmente tiene 60 años y una persona con esa misma edad, pero hace medio siglo, en un mismo lugar. Tampoco es lo mismo la esperanza y forma de vida de dos personas de igual edad, pero que viven en países del primer y tercer mundo.
Las etapas evolutivas se caracterizan por una serie de retos y crisis que deben superarse para afrontar con éxito la siguiente etapa.
A continuación se detallan las principales características de cada una de estas etapas.
3.1 La infancia hasta los tres años
Cuando nacen los niños están muy indefensos y necesitan ayuda, pero están bien dotados perceptivamente, tienen una gran capacidad para aprender y están preprogramados para interesarse por los estímulos sociales.
Los recién nacidos cuentan con sistemas sensoriales (detectan olores, pueden responder a caras y voces familiares...) que les ayudan a conocer el mundo progresivamente.
En la primera infancia el ser humano dispone de conductas reflejas innatas, como el reflejo de prensión, por ejemplo, por el que el bebé cierra la palma de la mano con fuerza cuando algo la toca. Estas conductas reflejas van desapareciendo poco a poco en los primeros meses de vida, solo dos son permanentes: el reflejo de parpadeo (consistente en cerrar los ojos cuando los enfocan con una luz fuerte) y el reflejo patelar (extensión de la pierna hacia delante cuando se golpea fuerte debajo de la rótula).
Especialmente en esta época de la vida, la relación con la figura de apego (madre, padre o cuidador principal) resulta fundamental, ya que es la base del aprendizaje de las primeras relaciones sociales. Entre ellos existe una comunicación perfecta e intuitiva. El bebé pronto la identifica como una persona diferente a las demás. La figura de apego, quien usualmente lo protege y cuida, también se convierte en fuente de afectividad y conocimiento, despertando, además, la atención y estimulándole la actividad. Poco a poco en esta relación (que es la primera relación que establece un bebé) comienza el desarrollo emocional y el control emocional del recién nacido.
En esta etapa también es donde aparecen los primeros juegos de imitación de gestos.
El juego en esta etapa se centra en la manipulación de objetos o juguetes (juegos de construcción). Cuando distintos niños de esta edad juegan juntos realmente lo que sucede es que juegan el uno al lado del otro, pero sin interactuar ni colaborar en una actividad. Este tipo de juego se denomina juego en paralelo.
Biológicamente empieza el aumento del control corporal, comenzando el desarrollo del lenguaje y el control de esfínteres.
3.2 La edad preescolar de los tres hasta los seis años
En esta etapa los niños tienen un amplio, aunque rudimentario, conocimiento social sobre el colegio, la edad, las emociones… Al mismo tiempo comienzan a adquirir el dominio sobre el esquema corporal.
En este momento de sus vidas los niños y niñas aún siguen viendo a sus padres como seres omnipotentes, ya que ellos son su principal fuente de seguridad y afecto. De hecho, se puede observar una cierta ansiedad por la separación con ellos que progresivamente desaparecerá.
El juego en paralelo va siendo reemplazado por la actividad lúdica compartida, aunque se mantiene la capacidad de jugar en solitario. Destaca en sus gustos el juego sociodramático, es decir, de imitación de los adultos como una parte más de su aprendizaje. Además, el juego cumple una función en la regulación de emociones y en la descarga de energía. Estas primeras relaciones sociales son la base en la que comienzan a poner en práctica ciertas normas sociales, como la de hacer turnos en sus interacciones, por ejemplo.
Los niños de estas edades no tienen la habilidad de ponerse en el lugar del otro, de pensar qué pensará el otro, de empatizar. Por ello, son muy egocéntricos. Además, utilizan la negación constante como estrategia de afirmación de su propia identidad.
En esta etapa se producen grandes avances en psicomotricidad, siendo un factor determinante en esta etapa evolutiva. Algunos ejemplos de destrezas motrices por edades son las que se exponen en la siguiente tabla: