rostro del niño se iluminó, y le propuso sonriente:
–A lo mejor puedes quedarte a cenar, también va a venir el doctor Cole.
–No creo que pueda. He venido a hablar unos minutos con tu padre, me iré enseguida.
–Papá va a hacer carne asada, le queda de rechupete. Y también va a asar mazorcas de maíz. Dice que a lo mejor son las últimas de este verano, porque el huracán ha hecho mucho daño a los agricultores de la zona.
Boone salió por la puerta trasera de la casa en ese momento, y su rostro reflejó una mezcla de sorpresa y resignación al verla con su hijo.
Ella se puso en pie y dio un paso hacia él, pero se detuvo y le preguntó:
–¿Podemos hablar?, seré breve.
Él vaciló un poco, pero acabó por asentir.
–Vamos dentro. B.J., en quince minutos entra y lávate las manos. Ethan no tardará en llegar.
–Vale. Le he pedido a Emily que se quede a cenar, pero me ha dicho que no. Podrías pedírselo tú.
–Ya veremos, a lo mejor tiene otros planes.
Emily entró tras él a una cocina luminosa y amplia con encimeras de granito, electrodomésticos de acero inoxidable y ventanas por todas partes. Ni ella misma habría podido diseñar un espacio tan acogedor.
–Qué cocina tan bonita, supongo que no estaba así cuando compraste la casa.
–No, para nada. Los electrodomésticos blancos que había debían de ser los que se pusieron al construir la casa, y apenas funcionaban –hizo un gesto hacia uno de los extremos de la cocina, y comentó–: Ahí había una pared que creaba en esa zona un comedor poco más grande que un armario, y Jenny se dio cuenta mucho antes que yo de cómo sacar el máximo partido. Ella tenía muy claro hasta el último detalle y lo eligió todo, hasta los tiradores de los cajones. Yo me limité a decirle al contratista que siguiera sus instrucciones.
–Tenía muy buen ojo –le sostuvo la mirada y afirmó con sinceridad–: No quiero ser repetitiva, pero lamento de verdad que la perdieras.
–Yo también. Era una persona maravillosa, no se merecía lo que le pasó.
–¿Qué fue lo que le pasó?
Sentía curiosidad por saber la verdadera historia. Su abuela había sido muy parca en detalles, quizás había pensado que era Boone quien debía explicárselo cuando estuviera preparada para saberlo.
–Sufrió una infección masiva. Ella creyó que había pillado algún virus sin importancia, pero la infección se extendió a los pulmones. Para cuando fue al médico, ninguno de los antibióticos que probaron surtió efecto y no pudieron hacer nada por salvarla.
–Qué horror, lo siento de verdad.
–Gracias –la miró a los ojos, y le preguntó con calma–: ¿A qué has venido, Em?
Ella respiró hondo antes de admitir:
–A decirte que antes he sido desconsiderada y grosera.
–¿Te refieres a cuando me has acusado de ser amigo de tu abuela para quedarme con su restaurante?
–Sí, pero te aseguro que no lo pienso de verdad. Sé que lo que he dicho es una tontería, Boone.
–Entonces ¿por qué lo has dicho?
–Ni yo misma lo sé. A lo mejor es porque al ver cómo eres con ella, con B.J., con todo el mundo en general, me acuerdo de lo mucho que perdí cuando renuncié a ti. A lo largo de estos años me convenía imaginar que eras otra clase de hombre, alguien que no valía la pena, que carecía de lealtad. Supongo que necesitaba justificar lo que hice, y que te casaras con Jenny me lo facilitó en cierto sentido. Lo vi como la prueba de que nunca me habías amado de verdad.
–¿Era necesario que yo fuera una mala persona para que tú pudieras ir en pos del futuro que querías tener?
–Pensé que así me sería más fácil marcharme, pero no fue así.
Él la miró lleno de frustración.
–Sabía que tenías sueños de futuro, Emily. ¿Cuántas noches pasamos sentados en la playa, hablando de tus metas? ¿Crees que no prestaba atención a tus palabras? Aunque deseaba con todas mis fuerzas poder retenerte a mi lado, sabía que no iba a lograrlo –le sostuvo la mirada al admitir con tristeza–: Mi única esperanza era que regresaras tarde o temprano, que lo que había entre nosotros fuera lo bastante importante como para traerte de vuelta.
–Creo la presión de saber que estarías esperándome me superó, así que sí, es posible que me comportara como si no pensara volver; además, tenía que convertirte a ti en el malo de la película porque me sentía culpable por hacerte daño. La abuela ya había perdido la paciencia conmigo por lo mal que te traté, y mis hermanas pensaban que era una locura que renunciara a lo que había entre nosotros. Me sentí incapaz de plantearme siquiera que pudieran tener razón. Necesitaba cortar por lo sano, aunque al final todo fue más desagradable de lo que cabría desear.
–¿Lo que ha pasado hoy tiene algo que ver con eso? Te has asustado al pensar que algunos de aquellos viejos sentimientos aún están vivos entre nosotros, y has sentido la necesidad de ponerme en mi sitio para seguir manteniéndome a distancia. ¿Es así?
–No, lo que pasa es que estaba frustrada con mi abuela, pero a ella no le puedo gritar. Necesitaba desahogarme con alguien, y tú has topado de lleno con mi mal genio.
–No me lo trago. Seguro que, en el fondo, lo que has dicho es lo que opinas de verdad.
–¡No, te juro que no! Tengo claro que esa no es tu forma de ser… en cierto sentido, ese es el problema. Tu verdadera forma de ser es condenadamente atractiva.
–¿Irresistible, quizás? –le preguntó él, con una pequeña sonrisa en los labios.
–No seas tan creído.
Él se echó a reír.
Emily agarró una taza y sonrió al leer lo que ponía en ella: La mejor mamá del mundo. Seguro que a Boone le dolía muchísimo verla en la cocina, pero, aun así, la tenía a plena vista para mantener vivos los recuerdos de su hijo. Así era el hombre al que había tratado tan mal. Había intentado convencerse a sí misma de que era un insensato, un irresponsable, pero Boone no había sido así en el pasado y seguía sin serlo. Era un padre increíble, un buen amigo, un hombre decente.
–Mi abuela está furiosa conmigo –admitió, resignada–. No es que sea la primera vez ni mucho menos, pero ahora ya soy mayorcita y me fastidia que me mire como si le hubiera dado una patada a su gato.
Él tuvo la desfachatez de sonreír al oír aquello, y comentó en tono de broma:
–Supongo que el gato soy yo, ¿no?
Emily no pudo evitar echarse a reír.
–Sí, algo así. Tendrías que haber oído cómo se deshacía en elogios al hablar de ti; según ella, eres un verdadero parangón. Seguro que nunca ha hablado tan bien de mí.
–Pues estás muy equivocada, porque para esa mujer sus tres nietas sois extraordinarias. Junto a la caja registradora tiene un álbum con fotos y recortes de revistas, y se lo enseña página a página a todo el que le pregunta cómo os va. Ese álbum fue una de las primeras cosas por las que me preguntó cuando me llamó para que le diera un informe de daños, estaba ansiosa por saber que se había salvado. Es como un tesoro para ella.
Por una parte, a Emily le costaba un poco creer que aquello fuera cierto, ya que nunca había tenido la impresión de que su abuela fuera una persona muy sentimental; por otra parte, estaba clarísimo que era una persona profundamente sentimental, ya que esa era una de las razones por las que estaba luchando tanto contra los cambios que ella quería hacer en el Castle’s.
–¿En serio? –le encantaría tener la certeza