Sherryl Woods

E-Pack HQN Sherryl Woods 2


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amor de Dios! Y veo las ganas que tiene de ir. Elliott, siento haber sacado las cosas de quicio. De verdad que sí.

      Él la observó fijamente y, a pesar de que había elegido las palabras cuidadosamente, se dio cuenta de que había algo más detrás... Y acabó cayendo en la cuenta de qué era.

      —Este baile supone que compremos un vestido nuevo. Un vestido que no entra en nuestro presupuesto.

      Karen asintió.

      —Es parte del problema. Sé que el tema del dinero me preocupa demasiado, Elliott. No te pareces a Ray en nada, e incluso hemos podido ahorrar para un futuro bebé, pero ¿el vestido además de lo del gimnasio? Es como la gota que colma el vaso. Supongo que esto no es más que una reacción instintiva, pero no sé de qué otro modo actuar cuando surgen estos gastos imprevistos. Me sube el pánico por la garganta y no puedo evitarlo.

      Aunque en su familia no había sobrado el dinero, Elliott y sus hermanas nunca habían carecido de nada. Tal vez por eso le había costado un poco entender por lo que había pasado Karen, sobre todo después de que Ray los hubiera abandonado. Había estado en peligro de que la echaran del piso en más de una ocasión, en peligro de que la despidieran de Sullivan’s porque había tenido que marcharse del trabajo con frecuencia dados los problemas que habían surgido con los niños, de los que pasó a ocuparse ella sola. Dada la deuda que Ray le había dejado, se había visto al borde de la bancarrota y evitarlo había consumido toda su energía y sus recursos emocionales.

      Cuando se habían casado, ella había insistido en que planificaran un presupuesto conjunto y estricto y se había obsesionado con los gastos que se salían de sus estimaciones. Entendía que necesitara tenerlo todo bajo control, pero también entendía que los niños necesitaban algo de flexibilidad para cosas como ese baile.

      —Tenemos un fondo para imprevistos —le recordó.

      —Para emergencias, no para un vestido.

      —Para Daisy esto es una emergencia. Le importa mucho ir a ese baile. No se trata de una fiesta, se trata de tener un padre.

      Karen lo miró con desazón.

      —Sé que tienes razón.

      Lo dejó estupefacto que hubiera transigido.

      —¿Por qué no le pregunto a Adelia si Selena tiene algún vestido de fiesta que le quede pequeño? —propuso—. Esa niña tiene el armario de una princesa. Y ya que Daisy la idolatra, puede que no se sienta como si fuera de prestado. ¿Qué te parece?

      Inmediatamente, a Karen se le iluminó la cara.

      —Es una idea perfecta.

      —¿No crees que Daisy se decepcionará si no va de compras contigo?

      —Puede que un poco —admitió—. Y yo también, pero así son las cosas. Habla con Adelia a ver qué te dice.

      —Eso haré —prometió dándole un beso en la frente—. Otra crisis esquivada.

      —¿Crees que llegará el día en que no tengamos ninguna? —le preguntó apesadumbrada.

      —Con dos niños y a la espera de tener más, no es muy probable —le respondió sinceramente—. Pero la vida es impredecible. Es lo que hace que sea interesante.

      Ella se rio.

      —A veces me gustaría que las cosas fueran un poco menos interesantes.

      —¿Por qué no hablamos de eso mañana mientras cenamos? Algo sencillo que no nos deje sin blanca —sugirió de manera impulsiva—. Puedo llamar a Frances para ver si está libre. ¿Y tú qué? ¿Estás disponible?

      Ella asintió.

      —Sí, que yo sepa.

      —Pues entonces hecho. Te quiero.

      Karen le sonrió cuando la besó.

      —Yo también te quiero.

      Elliott contaba con que ese amor los ayudara a superar esos baches. Ya fueran grandes o pequeños, no importaba porque eran pruebas y él estaba dispuesto a asegurarse de superarlas todas. No hacerlo era inaceptable.

      Frances se había quedado encantada cuando Elliott la había llamado para que cuidara de Daisy y de Mack. En ese momento toda distracción era bien recibida. No había podido sacarse de la cabeza la conversación que había mantenido con Liz y Flo, aunque sí que había logrado evitar llamar al médico. Cada vez que alguna de las dos le había recordado la promesa que les había hecho, las había ignorado. Ahora se encontraba bien y no se habían producido más incidentes inquietantes. Estaba convencida de que se habían preocupado por nada.

      Sin embargo, sí que le pidió a Elliott que fuera a recogerla.

      —Ya no me gusta conducir de noche —le había confesado.

      Sobraba decir que la nueva urbanización a las afueras de Serenity donde la pareja se había comprado la casa le resultaba de lo más confusa con todas sus calles sin salida. Ya era difícil andar por allí a plena luz del día, así que por la noche era imposible para alguien que no conociera la zona.

      Estaba preparada con una caja de galletas recién hechas cuando Elliott llegó. El joven sonrió al verlas.

      —¿Sabes que su madre es chef, verdad? —bromeó.

      —¿Y cuándo fue la última vez que tuvo tiempo para hacer galletas en casa? Además, a Daisy y a Mack les encantan mis galletas de avena y pasas.

      —A mí también —le dijo Elliott guiñándole un ojo—. La última vez que nos hiciste, engordé un kilo.

      La mujer le lanzó una mirada cargada de ironía.

      —¿Un kilo? Yo engordo casi tres si no me controlo.

      —Los niños están deseando verte, y Karen y yo estamos súper agradecidos de que estés dispuesta a quedarte con ellos un par de horas.

      —Un placer. Los echo de menos. Pero aseguraos de informarme de todas las normas para no dejar que se salgan con la suya. No he olvidado lo astutos que pueden ser los niños a esa edad. Suelen traer locos a los profesores sustitutos y a las niñeras intentando sobrepasar los límites.

      —¡Como que tú ibas a dejarles! Conozco tu reputación. Puede que seas más estricta que nosotros.

      —Eso fue hace mucho. Ahora me he ablandado, sobre todo con esos dos niños —suspiró—. Se están haciendo muy mayores. Recuerdo cuando Karen se mudó al piso de enfrente. Apenas eran unos bebés. Qué momentos más duros vivieron.

      —Y tú fuiste un regalo caído del cielo. No sé cómo habría podido salir adelante sin ti. Y creo que ahora vuelves al rescate con nosotros.

      Frances lo miró con curiosidad.

      —¿Aún no se han solucionado las cosas entonces?

      —Básicamente todo está bien. Nos estamos adaptando, eso es todo.

      —Sois conscientes de que eso es algo que conlleva el matrimonio, ¿verdad? Tenéis que estar adaptándoos constantemente según vuestra familia va creciendo y las prioridades cambian. Ser muy inflexible puede ser letal.

      —Ojalá Karen lo entendiera. Comprendo por qué siente la necesidad de ser tan estricta con los gastos y todas esas cosas, y hasta estoy de acuerdo, pero es que la veo preocupándose todo el tiempo y no sé cómo convencerla de que estamos bien. Ve los extractos bancarios y firma los cheques igual que yo, así que tiene que saberlo.

      —Saberlo y tener el bagaje emocional que ha tenido ella son dos cosas muy distintas —le recordó Frances—. Dale un respiro. Cada mes que pase y hayáis pagado vuestras facturas y sigáis bien alimentados y felices, se sentirá más segura. El hecho de que entiendas por qué se preocupa ayudará a mantener esto en perspectiva. Sería una pena que su pasado os causara problemas ahora.

      —No permitiré que eso pase —juró Elliott al acceder al camino de entrada.