Sherryl Woods

E-Pack HQN Sherryl Woods 2


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la situación con cabeza antes de destruir su matrimonio. Al menos había aprendido algo de su matrimonio con Ray: qué no hacer.

      Complacida con el plan, pagó las bebidas y volvió a Sullivan’s, donde Dana Sue y Erik la recibieron con cierto recelo.

      —Eh, no me miréis así —les dijo—. No hemos firmado ningún papel de divorcio. Es más, ni siquiera he visto a Elliott.

      Erik suspiró visiblemente aliviado.

      —¿Entonces dónde has estado? —le preguntó Dana Sue.

      —En Wharton’s con Frances, la voz de la razón.

      Dana Sue sonrió.

      —¿Te ha soltado una de esas sabias charlas que te dejan sumida en la vergüenza? Cuando era mi profesora, podía mirarme con una de esas expresiones de decepción y, prácticamente, hacía que me echara a llorar. Era la única profesora que lograba efectuar esas miradas y hasta funcionaban con Helen.

      —De eso nada —dijo Erik impresionado—. No me puedo creer que alguien intimidara a mi mujer.

      —Pues Frances Wingate podía —contestó Dana Sue—. Tenía a los alumnos que mejor se portaban de todo el colegio. No nos convertimos en las gamberras Dulces Magnolias hasta más adelante —de pronto, su gesto se ensombreció mientras volvía a dirigirse a Karen—. Entonces, ¿ya no estás enfadada ni con Erik ni conmigo?

      —No me había enfadado con vosotros en ningún momento. Sabía que solo erais los mensajeros.

      —¿Y con Elliott? —le preguntó Dana Sue.

      —Aún tengo mucho que discutir con mi marido, pero al menos ahora creo que puedo hacerlo sin tirarle ni tarros ni sartenes, ni esas pesas pequeñas del gimnasio.

      —Pues se dice por ahí que hubo un tiempo en que a Dana Sue se le daba muy bien convertir en armas tarros y sartenes —comentó Erik mirando a Dana con gesto burlón.

      —Pero era solo porque Ronnie se lo merecía —respondió ella sin un ápice de arrepentimiento en la voz—. Ese hombre me engañaba. Por suerte aprendió la lección y, desde entonces, no he necesitado ninguna sartén de hierro fundido para nada más que cocinar.

      Después de una tarde muy tensa, Karen se rio y, de manera impulsiva, fue a abrazar a su jefa.

      —Gracias por devolverme la perspectiva.

      —Un placer haber ayudado. Ahora, si a nadie le importa, vamos a ponernos con la cena antes de que nuestro especial de esta noche sea sándwich de queso.

      —Ahora mismo —dijo Erik de inmediato—. ¡En marcha una tarta con exceso de chocolate!

      —Y yo me pondré a freír el pollo —dijo Karen agradecida de que pronto fuera a tener ayuda—. En cuanto llegue Tina, puede seguir ella y yo me ocuparé de las ensaladas antes de irme a casa.

      Al menos ahí la paz y la armonía volvían a reinar, pensó mientras se incorporaba de nuevo a la rutina. Sin embargo, algo le decía que solo se trataba de la calma que precede a la tormenta.

      Elliott había visto a su mujer fuera de The Corner Spa hablando con Frances. Le había sorprendido que no hubiera entrado, pero estaba tan ocupado con su agenda de clases particulares que no había tenido tiempo de pararse a pensar en por qué habría ido Karen hasta allí para luego marcharse sin hablar con él.

      Estaban a punto de cerrar cuando Cal Maddox pasó a recoger a Maddie, que se había quedado hasta tarde para ocuparse de los temidos papeleos de fin de mes. De camino al despacho de su mujer, Cal se paró a ver a Elliott.

      —¿Qué tal te ha ido antes con Karen?

      Impactado por la compasiva expresión de Cal y su solemne tono de voz, Elliott lo miró extrañado.

      —No tengo ni idea de lo que estás hablando.

      Inmediatamente a Cal le cambió la cara.

      —Vaya, tío, primero Erik mete la pata y ahora voy yo y hago lo mismo. Lo siento. Olvida lo que he dicho.

      —No te pares ahora. Algo me dice que será mejor que oiga esto.

      Cal no parecía nada contento con ser el portador de malas noticias.

      —Al parecer, Erik le ha mencionado hoy a Karen lo del gimnasio y no se lo ha tomado bien. Él me ha llamado para preguntarme si debía avisarte, pero hemos quedado en que tal vez lo mejor era que se mantuviera al margen. Al fin y al cabo, el daño ya estaba hecho.

      Miró a Elliott con preocupación.

      —Imagino que no se lo has dicho.

      —Ni una palabra —admitió Elliott cada vez lamentándolo más—. ¿Cómo de enfadada estaba?

      —Bastante, pero luego la cosa se ha puesto peor. Cuando se ha enterado de que Dana Sue también lo sabía, ha salido de Sullivan’s como una flecha en dirección aquí. Está claro que no le ha hecho mucha gracia que se la haya dejado al margen.

      Elliott suspiró.

      —Pues eso lo explica todo. La he visto fuera hablando con Frances y me he preguntado qué estaría haciendo aquí porque luego se ha ido y no ha vuelto.

      Cal sonrió.

      —Si yo fuera tú, le mandaría flores a Frances. Está claro que ha logrado lo que Erik y Dana Sue no han podido. Ha calmado a Karen.

      —Creo que no voy a darlo por hecho —sabía demasiado bien que la dulce naturaleza de Karen era engañosa. Cuando le salía el genio acababa estallando cuando menos te lo esperabas—. Sospecho que Frances no ha hecho más que retrasar lo inevitable.

      Cal lo miró con gesto de curiosidad.

      —Aún no me puedo creer que no le hayas mencionado lo del gimnasio. ¿Hay alguna razón?

      —No he tenido tiempo de hablarlo con ella —respondió Elliott con frustración—. Además del hecho de que Karen y yo apenas nos vemos últimamente, todos nosotros teníamos muchas cosas en las que pensar y quería estar seguro de que íbamos a hacerlo antes de sacarle el tema. Ya la conoces, Cal. Le tiene mucho respeto al dinero y le da pánico correr riesgos. No quería que se asustara sin motivos.

      —¿Entonces te lo has callado para protegerla?

      Elliott asintió con pesar.

      —En su momento me parecía que tenía sentido hacerlo.

      Cal le lanzó una mirada comprensiva.

      —Lo entiendo, pero ¿quieres un consejo? En este pueblo nunca vale la pena tener secretos porque en cuanto una sola persona lo sepa, tarde o temprano todos lo sabrán. ¿Recuerdas cómo se puso Dana Sue cuando se enteró de los planes de Ronnie para abrir la ferretería? ¿O cómo se lo tomó Sarah cuando se enteró de que Travis tenía grandes planes para montar una emisora de radio y quería que ella participara? A las Dulces Magnolias les gusta estar metidas en todo desde el principio. No les gusta que se las dé de lado.

      —Pero Karen nunca ha salido realmente con las Dulces Magnolias —dijo Elliott, aunque entendía perfectamente lo que Cal había querido decir.

      —Se pasa todo el día con Dana Sue y con el marido de Helen —le recordó Cal—. Trabaja aquí y ve a mi mujer todo el tiempo. Tal vez no vaya a las noches de margaritas, pero hazme caso, es una Dulce Magnolia. Están muy unidas y no hay quien las separe.

      Elliott asintió.

      —Te entiendo. Supongo que será mejor que me vaya a casa y me enfrente a la situación. Algo me dice que esto va a provocar una de esas incómodas conversaciones en las que sale a relucir que soy tan machista como mi padre. Me temo que mis hermanas han hablado demasiado del enfoque de mi padre sobre el matrimonio y cómo se tenía que hacer lo que él dijera. Pero, irónicamente, todas se han casado con hombres como él. Me enorgullezco de no parecerme en nada