(2009), teniendo en cuenta las secuencias narrativas, las acciones y el contexto de la historia y sus personajes, los conflictos y la manera como son enfrentados. Asimismo, la lectura tomó en consideración los conceptos de dignidad humana propuestos por Kemp y Rendtorff (2000) y por Eduardo Galeano (2011). Los primeros abordan la dignidad desde una concepción individual o subjetiva, mientras que el segundo lo hace desde una posición social o colectiva, lo que permitió un diálogo comprensivo e interpretativo del texto desde la contemporaneidad que nos acompaña y define, para buscar un acercamiento bioético.
Con la novela Oscuro bosque oscuro, el escritor Jorge Volpi se transporta a la Segunda Guerra Mundial para narrar, una vez más, los dramas de aquel genocidio. Su relato nos sumerge en lo más profundo de los demonios propios del ser humano, que acompañan a aquellos que viven la guerra y que de una u otra manera deciden formar parte de ella.
Hay muchos personajes: ancianos, niños, soldados, mujeres… También aparecen protagonistas de cuentos infantiles clásicos, que son retomados para señalar los caminos del horror: Volpi convierte esos cuentos con finales felices en cuentos de horror con finales dramáticos, como señalando que la vida tiene muchas opciones y que cada quien debe tomar las decisiones para encarar el final. El escritor apela constantemente al lector: le pregunta, lo confronta, lo introduce en la historia, le exige asumir posiciones y decisiones frente a aquello que pueda cuestionarlo.
Si bien no es su tema explícito, la dignidad es un pilar fundamental de la novela. Está presente en cada circunstancia y situación que introduce Volpi; cada personaje, cada orden emitida y cada orden cumplida implican una acción que afecta de manera esencial la dignidad de quien manda y de quien obedece.
La apelación constante al lector también convoca a la reflexión sobre la dignidad. Tomar posición y decidir ser partícipe de cada situación son actos que pasan por la reflexión ética y por la pregunta sobre la dignidad de sí mismo y del otro. En esa medida el concepto de dignidad, desde las miradas europea y latinoamericana, permite ir a lo profundo de la novela y tomar dos posturas que dan cuenta de las reflexiones que hemos hecho a partir de Oscuro bosque oscuro.
Para este análisis, partimos de la dignidad como pieza fundamental de la relación con el otro, del reconocerlo y darle un lugar como humano, como persona, como ser. La dignidad es, pues, el eje para analizar la novela Oscuro bosque oscuro de Jorge Volpi a través de una lectura de las acciones y situaciones que ella presenta.
Este relato no nace de la nada: surge de un seguimiento profundo y detallado que el escritor hace de la historia del siglo xx, en particular del genocidio nazi, y de aquello que ha implicado la pregunta por la dignidad, el reconocimiento del otro, la capacidad del ser humano para degradar y ser degradado. Este genocidio, esta Shoá,1 ha generado un significante que se ha perpetuado en el transcurso del tiempo (Sánchez, 2010).
De acuerdo con McDonald (2008), las Shoás han sido muchas: la historia de la humanidad está atravesada por diversos tipos de genocidios, masacres y degradaciones. Sin embargo, la Segunda Guerra Mundial marcó de manera especial el discurso pavoroso de la guerra y de la expropiación de la dignidad humana: la Shoá, como afirma Ran (2009) es un símbolo del “trauma histórico”.
Oscuro bosque oscuro retoma este símbolo histórico y describe con detalle el entorno del conflicto, el discurso de la guerra, el ambiente, el aire, el olor y todo lo que genera la degradación humana, aquella que aleja a la humanidad de sí misma, que la vuelve autómata de un sistema y transforma el ser, lo aliena, muchas veces en beneficio de un colectivo, de un otro o de un afuera. “El aire de Vosej huele a la hierba del verano, al caldo de carnero que preparan las mujeres, al sudor de los invasores” (Volpi, 2009, p. 71).
El texto nos lleva poco a poco, mediante la historia de sus personajes, a reflexionar sobre cómo gente del común, con un camino de vida recorrido, con experiencia, familia y trabajo, logra transformarse ante los otros a partir de un discurso externo que la envuelve hasta convertirla en parte de la guerra, en pieza de un ejército macabro, maligno y perverso. “La guerra es la esencia de la vida, aprendimos en la escuela, los más fuertes prevalecen” (p. 43).
El interrogante por el acto, por la pulsión, genera múltiples interpretaciones y reflexiones: ¿por qué los seres humanos podemos cambiar nuestra esencia?, ¿por qué podemos llegar a cometer actos en los cuales no creemos y con los que no estamos de acuerdo? Son estas las preguntas inquietantes y angustiosas que se formula Volpi a través del personaje del capitán:
Órdenes terribles, órdenes tremendas, órdenes atroces,
órdenes que no quisiera jamás haber leído,
murmurará el capitán, extenuado, enfermo, los ojos otra vez acuosos,
órdenes que tengo que cumplir. (p. 43)
Preguntas que no tienen ningún significado para el subteniente Drajurian, quien más bien quisiera saber:
Qué clase de batallón es este,
(…)
panaderos, sastres, estibadores, carniceros, plomeros, artesanos.
Qué clase de batallón, cielo santo,
electricistas, jardineros, albañiles, carpinteros, taxistas,
vendedores de seguros, verduleros, maestros de primaria,
agentes de viaje, cielo santo, ningún menor de cincuenta, ninguno, solo viejos, un batallón de viejos, a quién se le ocurre, cielo santo, cómo darles órdenes a estos carcamales, cómo, cielo santo. (p. 23)
Muchas de las situaciones que presenta la novela generan una reflexión sobre ciertos actos con los que, en principio, el individuo no está de acuerdo, pero que se producen a pesar del individuo –y aun en contra de él– si la construcción de su ética no tiene las bases fundamentales.
A partir de esta concepción intrínseca de dignidad en lo humano se puede comprender la gran dificultad que experimentan los personajes: al no reconocerse a sí mismos como dignos, mucho menos pueden otorgar dignidad al otro, lo que los envuelve en su sufrimiento interior. Oscuro bosque oscuro retrata de manera desgarradora y cruel el dilema de hombres en posiciones de mando que, bajo presión, no tienen la capacidad de decidir sobre sus actos y, por el contrario, deben instigar a otros a ejecutar órdenes con las que ellos mismos no están de acuerdo.
Puedo entenderlos, es más, los entiendo,
continuará el capitán.
Quién querría, quién, una misión tan atroz, quién.
Pero yo soy su capitán y no tengo salida,
insistirá el capitán,
no la tengo, cumplo órdenes, es mi deber,
continuará el capitán, reprimirá un sollozo,
yo no puedo elegir, yo no,
en cambio ustedes, caballeros (…). (p. 43)
Ahora bien, los discursos son fundamentales en el desarrollo de la cultura, de la sociedad: la palabra nos rige y orienta el devenir de nuestras vidas. Sin embargo, los discursos están inevitablemente anclados a la condición humana, razón por la cual están constituidos también por nuestros fantasmas y demonios, que se evidencian en el ejercicio despótico del poder, en la maldad, en la envidia y en todo aquello que puede lastimar al ser humano.
En la novela, un batallón del ejército está organizado alrededor del discurso que lastima al pueblo de Vosej, perdido en la campiña polaca. En medio de la guerra, este pueblo ve crecer la desesperanza y siente su dignidad más expuesta y degradada cada día.