James Earls

Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural


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relativamente fino de la parte lateral del tórax y trabajando sobre las sensibles costillas, un puño relajado puede ser una herramienta útil. La mano debe acercarse al cuerpo con poca o ninguna tensión y los dedos abiertos, no con el puño cerrado. El cuerpo del cliente se ajusta entonces al contacto del terapeuta en lugar de al revés.

      Una vez más, la articulación de la muñeca se mantiene neutra, pero esta vez se pueden conseguir cambios del ángulo realizando un movimiento de pala desde el hombro y flexionando el codo, así como modificando la altura de los hombros.

      Los dedos que forman el puño se mantienen suavemente fuera de la palma, sin flexionarlos hacia dentro como harías si quisieras dar un puñetazo. Esto confiere al puño delicadeza para amoldarse a la forma del cliente, lo que permite a su tejido empujar contra tus dedos para que no tengas que mantenerlos flexionados ni emplees más tensión muscular de la necesaria en el antebrazo y la mano.

      Cuando se utiliza el puño es importante mantener el pulgar mirando hacia delante. El error más común consiste en usar el puño con los nudillos hacia delante, pero así se ejerce mucha tensión en los extensores de la muñeca. La presión, el peso o la fuerza se centran en la cara proximal de la falange proximal, cerca de la articulación metacarpofalángia de los dedos índice y medio. De vez en cuando, con las manipulaciones de barrido, cuando el cuerpo del terapeuta pasa por encima del punto de contacto (como con los toques dorsales, página 210), la palma de la mano mira hacia delante.

       Uso del codo y el antebrazo

      El antebrazo es una gran herramienta para zonas amplias como la espalda y los muslos, en las que se puede mover y relajar el tejido conjuntivo y los grandes grupos musculares.

      Puedes ajustar el centro del punto de contacto en zonas redondeadas como el muslo flexionando o extendiendo el codo para balancearlo por la zona –parecido a cuando se cambia el arco de un violín (figuras 2.9a y b). Para zonas de restricción más específicas, puede conseguirse una mayor precisión y una mejor sensación de poder usando cualquier superficie que rodee el punto del codo y haga un contacto cómodo y adecuado con el tejido que quieras alcanzar (figura 2.9a).

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       Figuras 2.9a y b. Uso del antebrazo y el codo. En (a) fíjate en cómo la cara del cuádriceps que se está tratando podría modificarse simplemente subiendo o bajando la muñeca derecha para cambiar el ángulo del antebrazo.

      Por el contrario, la figura 2.9b muestra el uso del punto del codo. Ambas fotografías ilustran la diferencia de emplear la mano que no trabaja para guiar el movimiento del cliente (figura 2.9a) y/o guiar el punto del codo para asegurar su precisión y su estabilidad (figura 2.9b). En ambos casos, el contacto de la mano que no trabaja puede contribuir a la comodidad del cliente, pero también recibe información relativa a la experiencia del cliente escuchando cualquier estremecimiento como protector o afinando en la comodidad de los tejidos circundantes.

      En esta técnica es importante mantener los hombros por detrás de la manipulación, profundizando en ella en lugar de agarrar los tejidos con los músculos de los hombros.

       Uso de los nudillos

      Aunque el codo puede ser la herramienta más fuerte de la que dispones, a veces es relativamente imprecisa en comparación con los nudillos de los dedos índice y medio. Para mantener su fuerza y estabilidad, es mejor utilizar los nudillos con una rotación interna del húmero y la pronación de la articulación radiocubital para colocar el dedo meñique en la posición de guía (en lugar del pulgar, como cuando empleábamos el puño). Eso te ofrecerá apoyo para estos dos dedos, lo que permitirá a los huesos de las falanges proximales de los dedos índice y medio, a la muñeca, al radio y al cúbito (y, en la mayoría de los casos, también al húmero) estar alineados. Esto aporta el máximo apoyo óseo, eliminando la tensión de los tejidos laxos y permitiendo a los músculos que se relajen para tener la máxima sensibilidad. En las manipulaciones cortas o los puntos duros, los nudillos son herramientas de gran versatilidad que pueden emplearse en posiciones muy diversas.

      Como con el uso del puño, las falanges distales que no se emplean retroceden con los tejidos del cliente, no los mantiene el terapeuta flexionados hacia atrás.

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       Figura 2.10. Fíjate en cómo se alinean las articulaciones desde el codo hasta la parte media de los nudillos (articulaciones interfalángicas proximales). El final de la manipulación se alcanza en el punto en que cualquiera de estas articulaciones tiene que flexionarse para alcanzar el tejido diana. Recolócate para mantener la mecánica corporal correcta y no sacrificar tu cuerpo.

      Existen muchos puntos de vista sobre lo que se puede realizar con la FRT. A veces nos referiremos a elevar o descender el tejido y moverlo medial o lateralmente. Liberaremos el tejido, lo estiraremos de varias formas y lo expandiremos de otras.

      En muchas situaciones queremos cambiar la relación que se establece en la capa profunda, la malla corporal que hay justo debajo de la piel y la capa adiposa. Estos planos de tejido requieren un estilo muy diferente de manipulación en comparación con cuando deseamos liberar tejidos más específicos de la unidad miofascial (una descripción más precisa, aunque engorrosa, que el término común “músculo”).

      Para mover las grandes capas de la fascia, tenemos que emplear un contacto mayor y a menudo más suave e imaginar que cogemos la piel que hay bajo la piel real. Profundizamos hasta su nivel y levantamos o movemos toda la zona. Esto puede realizarse en la capa profunda y a veces en el epimisio de los músculos, pero rara vez en los propios músculos. Lo que pretendes transmitir con las manos es esa intención de esculpido, de remodelado. Procura que el tejido cambie –a veces se nutre y a veces se estimula–, casi como si estuvieras remodelando tu cuerpo con arcilla.

      Estos tipos de manipulación no se incluyen en el cuerpo principal del texto porque son muy específicos de la forma del cliente, y esto es parte del arte del trabajo. Antes hemos ofrecido un resumen del uso de las manos. Te animamos a explorar con este tipo de contacto en diferentes zonas del cuerpo, ya que es un complemento útil y sirve como preparación para las técnicas más específicas expuestos en el resto del libro.

      En la figura 2.11, una comparación de los planos de la fascia muestra que los niveles son más bajos por delante que por detrás tanto en los muslos como en el esternón. Si fueras a hacer un corte transversal en estas zonas y colocarlas al mismo nivel anatómico (líneas A y B), deberías torcer la sección hacia abajo para unirla con la inclinación anterior del fémur. Esto es muy diferente al trabajo que tendríamos que realizar con los flexores de la cadera para corregir la inclinación anterior de la pelvis. Éstos requerirían una elongación y trabajaríamos para liberarlos manipulando el tejido en ambas direcciones.

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       Figura 2.11. Vista lateral de una clienta que muestra diferencias en la relación de la capa profunda entre las partes delantera y trasera del cuerpo.

      Nuestra estrategia consiste en facilitar la relajación de los tejidos externos de nuestra modelo en la figura 2.12 levantando los tejidos profundos hacia arriba y hacia fuera, como si estuviéramos volviendo a colocar los hombros en su sitio. Esto revelará entonces los tejidos más profundos localizados en los pectorales mayor y menor.

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       Figura 2.12. Esta vista superior de la misma modelo muestra, entre otras cosas, la rotación medial y la inclinación anterior de la cintura escapular.

      Podemos empezar con el movimiento plano utilizando el contacto de un dedo ancho o una mano para que la remodelación del tejido sea más superficial (figuras 2.13a y b); pero, si tenemos que tratar la fascia más profunda del pectoral mayor, preferiremos