James Earls

Inducción Miofascial para el Equilibrio Estructural


Скачать книгу

El patrón humano

       Todos los terapeutas de cualquier método, pero en especial los que aplican técnicas manuales, buscan un mejor orden de los patrones del movimiento humano traspasando la porosa frontera que separa estructura y función. Cualquier cambio de comportamiento es un cambio de movimiento. Sin embargo, para obtener un cambio sostenido en la base postural del movimiento, es esencial prestar atención a los tejidos de la fascia y sus propiedades.

      Cada estructura tangible del mundo real conlleva un equilibro entre la necesidad de estabilidad –necesaria para mantener una estructura coherente con el fin de que los procesos repetitivos se den fácilmente y con confianza– y la movilidad, lo cual permite que la estructura se desenvuelva en todo tipo de ambientes nuevos de forma responsable y sin que “se rompan” partes esenciales.

      Mientras que los terrenos y las montañas se encuentran en el extremo de la estabilidad del espectro, las criaturas vivas tienden a situarse en el extremo de la movilidad. Las plantas, generalmente ancladas, optan por la fibra derivada de celulosa de los hidratos de carbono como su principal elemento estructural. Los animales grandes, incluidos los seres humanos, suelen emplear la proteína flexible de la fibra de colágeno para crear estructuras lo suficientemente estables para estar fisiológicamente preparados y, al mismo tiempo, ser perfectamente capaces de moverse por el medio y manipularlo para sus propios fines.

      Por consiguiente, es vital estar perfectamente familiarizado con las propiedades y la ubicación de los tejidos de colágeno –los cuales forman la mayoría de los tendones, ligamentos, aponeurosis, envolturas musculares, revestimientos y accesorios de los órganos, y capas de las estruc turas biológicas– para tener éxito en las terapias manuales y el entrenamiento físico. Entender cómo funcionan los músculos y los nervios, aunque esencial, no es suficiente. El tratamiento de la fascia requiere un punto de vista diferente, un contacto distinto y unas técnicas específicas para los tejidos.

      Esta relación estabilidad/movilidad puede provocar situaciones “comprometidas” en ambos extremos del espectro. En el extremo de la estabilidad, las partes que deberían ser móviles en relación con otras partes pueden quedarse miofascial o neurológicamente pegadas y perder su capacidad para moverse de forma individual. Esto desemboca en una congestión y una tensión mecánica local o en sobrecargas vinculadas –aunque a veces a cierta distancia– con “otros lugares” (figura 1.1).

image

       Figura 1.1. Los meridianos miofasciales de las vías anatómicas forman un mapa de cómo la compensación puede cambiar de una parte del cuerpo a otra bastante distante.

      Por otro lado, algunas veces las partes que deberían mantener un vínculo cercano llegan a ser demasiado movibles en relación con las demás y esta hipermovilidad puede provocar fricción (y por tanto, inflamación y sus secuelas). Este exceso de movimiento también requiere una compensación muscular o miofascial (por ejemplo, una contracción) en algún otro sitio destinada a crear la suficiente estabilidad para que continúe su función (como caminar, mantenerse en pie, sentarse, trabajar o hacer deporte) sin romperse.

      Los “nudos” musculares, los espasmos, la tensión a largo plazo en los puntos desencadenantes, los patrones de movimiento poco eficientes, la fascia gruesa o pegada, las zonas “muertas” de amnesia motriz sensorial y por supuesto el dolor en los tejidos son consecuencias a la larga de que el cuerpo haya estado intentando lidiar con problemas de estabilidad/movilidad por todos los medios en la medida de lo posible.

      Por tanto, mientras los terapeutas lo que quieren es restaurar la integridad estructural y el equilibrio de nuestros pacientes, nosotros tratamos cada día esta compleja colección de adaptaciones de la red “neuromiofascial”. Bienvendio a una guía práctica con la cual negociar estos patrones a través de intervenciones de manipulación de los músculos y los tejidos conjuntivos excesivamente dañados.

      En este libro nos concentramos especialmente en la parte tisular fascial/conjuntiva de esta tríada de patrones. Todo el mundo conoce sus músculos y sus huesos, y se han realizado muchos estudios sobre ellos. Los tejidos conjuntivos que median entre ambos han recibido menos atención y por eso se conocen menos. Es a las propiedades y la disposición de estos tejidos adaptables a las que ahora dirigimos nuestra atención.

      Una advertencia: cualquier presentación lineal, como la de este libro, debe necesariamente presentar el enfoque conforme a las “partes” nombradas de forma individual, pero el reto al que se enfrenta todo terapeuta es recoger estas “técnicas” poco sistemáticas y crear un enfoque ingenioso y holísticamente exhaustivo para los patrones generales únicos del cliente. Los problemas crónicos implican especialmente diversos tejidos de zonas amplias del cuerpo y no pueden tratarse con efectividad únicamente mediante el tratamiento local de la zona del dolor o la disfunción.

      El desarrollo de las habilidades de valoración visual y de palpación para crear sesiones para todo el cuerpo o estrategias en serie con técnicas como éstas es el objetivo de nuestros cursillos y cursos más largos de preparación (ver Fuentes).

       La fascia es la incógnita en la ecuación movimiento/estabilidad. La comprensión de la plasticidad miofascial y la receptividad es una clave importante para que el cambio terapéutico sea duradero y sustantivo.

      Aunque los libros de anatomía y los documentos técnicos (incluido éste) identifican y clasifican rápidamente partes muy diferenciadas, es importante recordar que los seres humanos no están formados por piezas como un automóvil o un ordenador. Ninguna “parte” de una criatura biológica podría existir sin la constante e ininterrumpida conexión en el todo.

       Todo es una red

      Tu red miofascial comienza a funcionar como un todo unificado alrededor de la segunda semana de tu desarrollo y seguirá siendo una única red conectada de los pies a la cabeza y del nacimiento a la muerte. Desde su inicio se ha ido plegando y replegando hasta formar el complejo origami del desarrollo embriológico que hace que un ser humano pueda estar de pie, comer y leer por sí mismo. Cuando identifiquemos las diferentes partes de esta red –la duramadre, la aponeurosis lumbar, el mesenterio, la cintilla iliotibial o la fascia plantar–, debemos recordar que éstos son nombres dados por el hombre a los subconjuntos de ese todo indivisible.

      Si bien en anatomía se relacionan unos seiscientos músculos diferentes, es más preciso decir que hay un solo músculo repartido en seiscientas bolsas de la red miofascial. La “ilusión” de que los músculos están separados la crea el bisturí del anatomista, que divide los tejidos a lo largo de los planos de la fascia –y con este proceso, confunde el elemento de unidad de la red miofascial (figura 1.2). Evidentemente estas distinciones son útiles, pero su proceso de reducción no debe cegarnos ante la realidad de el todo unificado.

      Tras el nacimiento, este “órgano” único está sujeto a la evidente fuerza de la gravedad –quizá la mayor fuerza que le da forma, para lo bueno y para lo malo–, que interactúa con las posibilidades que le ofrecen nuestros genes y las oportunidades (o la falta de ellas) que ofrece el medio que lo rodea. Puede verse afectado por una lesión o por el corte del cirujano, y hará todo lo posible por repararse él mismo. Adopta su forma según nuestros patrones de movimiento al respirar o caminar, o según nuestros empleos y actividades. Es moldeado por nuestras actitudes psicológicas, por los movimientos que éstas nos permiten y no nos permiten. Finalmente, está sujeto a las ineludibles depredaciones de la edad –la degeneración, el desgaste y el envejecimiento– hasta el momento en que tengamos que marcharnos.

image

       Figura 1.2. La línea posterior superficial diseccionada. Al emplear el bisturí en su costado se observan las conexiones fasciales que unen los músculos de la serie longitudinal –parte de la red única de la fascia que va desde los dedos de los pies (abajo) hasta la nariz (arriba).

      A