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Los Bárbaros 16-17


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que había defraudado a mi familia, a los amigos que nos querían como si mi marido y yo fuéramos uno. La sensación de pérdida era comparable a la que se vive por la muerte de un ser amado, sólo que peor. Con la muerte no hay discusión. Se llora, se llena uno de indignación y de dolor, pero la persona no va a regresar jamás y eventualmente uno se resigna a su desaparición, ennobleciéndola en la memoria, se lo merezca o no. En contraste, en el fracaso del matrimonio el dolor es un recurso renovable.

      Me desquicié. Amenacé con aventarme por la ventana o encerrarme a comer galones de helado. Mi exmarido me recomendó que no me tirara por la ventana, que no comiera galones de helado, y que fuera al gimnasio.

      Alex

      Me cansé de llorar. Volví al internet y esta vez conseguí un amante que me duró más de dos cogidas. Trece, para ser exacta. Alex, de 33 años, tenía una novia que se daba por servida copulando una vez cada tres meses. En cambio, él tenía un apetito sexual inagotable. Nos veíamos cada quince días, durante hora y media. Era insensible a mis horarios y mis necesidades. Me llamaba a avisar que estaba abajo de mi casa, y después no volvía a saber de él en tres semanas. Tenía una sonrisa luminosa y un entusiasmo contagioso por el sexo. Aunque parecía agobiado por sus responsabilidades (era profesor universitario, fotógrafo y tenía demasiadas obligaciones filiales), cuando nos veíamos era un amante dulce y generoso. Tenía la gentileza de no salir corriendo. Me enamoré perdidamente de él.

      Un buen día, después de no haber tenido noticias suyas durante un par de meses, recibí un mensaje en mi celular. La novia lo había descubierto. Prometió que me llamaría en cuanto se calmaran las cosas. Jamás lo hizo. Me sumí en el más recóndito despecho.

      —Eso que tú sientes por Alex no es amor —me informó una amiga—, es una vil infatuación. ¿Cómo vas a estar enamorada de alguien que ni conoces, con el que te acostaste diez veces?

      —Trece, para ser exacta.

      Intenté llamarle, pero había cambiado de número. Le escribí una carta apasionada. A los dos días, me llamó.

      —Me imagino que recibiste mi carta.

      —Sí. ¿Ya cenaste?

      —No.

      —¿Quieres cenar?

      —Sí.

      Nunca habíamos cenado.

      —Escoge un lugar discreto cerca de tu casa.

      —Dame una hora.

      La hora era para bañarme y ponerme mis calzones de encaje negro.

      Había bajado de peso. Le habían salido canas en las patillas. Nos abrazamos torpemente. Me parecía rarísimo que nos viéramos en un lugar público, como una pareja en una cita normal. Yo le conté mis más recientes peripecias cibernéticas y él me contó que la novia había husmeado en su computadora y descubierto que no tenía una amante, sino doce.

      —Claro. Tú siempre tan ocupado. ¿Y cómo reaccionó tu novia?

      —Está fúrica. Quiere hacer un video y entrevistarlas a todas.

      Estoy segura de que acabaríamos todas grandes amigas, clavándole alfileres a su efigie de trapo.

      Alex había cortado con la novia, pero le había prometido que se iba a reformar porque todavía la amaba. Sin embargo, me confesó que recientemente se había acostado con una de sus alumnas de la universidad. Ahora estaba abrazándome enfrente de mi casa.

      —No nos tenemos que acostar. Podemos seguir hablando.

      A los cinco minutos nos estábamos quitando la ropa.

      —¿Traías esos calzones todo el día? —me preguntó.

      —Me los cambié antes de verte.

      —No te voy a poder ver más, lo sabes ¿no? —me dijo.

      —No te voy a buscar más.

      —¿Tú crees que hubiéramos hecho buena pareja?

      Si supieras mis fantasías de felicidad hogareña y bebés con ojitos de miel como los tuyos, pensé. Si supieras cómo rogué que regresaras a mí e intentáramos construir una complicidad cotidiana. sin culpas. En cambio, le dije:

      —Conociéndote, no sé si podría estar contigo. Y no porque hayas

      engañado a tu novia o a mí o a las otras doce ilusas, sino porque te engañas a ti mismo. Andas cogiendo a diestra y siniestra, sembrando el caos en tu vida y la de los demás. ¿De qué huyes? ¿A qué le temes? ¿Por qué no te calmas? Tal vez deberías estar realmente solo por un tiempo para reflexionar por qué haces lo que haces y despejar el desorden que llevas dentro. ¿No crees?

      Amar la casa

      Mariana Graciano

      La new casa

      así le dice mi hijo

      y yo ahora me entero

      de cómo suena

      después de 37 años de departamentos

      de metrópoli

      Estoy conociendo,

      me hago familia

      con todo lo que suena en esta casa nueva:

      La mezcla de idiomas

      Los crujidos de la escalera a la noche

      when you want to be quiet

      'cause the kids are sleeping

      So shh…

      Silencio de redonda

      La calefacción arranca con un soplido ronco

      Una puerta chirría sólo al final

      antes de cerrarse,

      como un alarido seco

      El picaporte del baño también al tocarlo,

      retumba en las paredes de la ducha.

      Todo suena

      reverbera en mí

      y en los cuatro que somos

      I’m getting to know a house

      A land

      Its dirt

      Salgo a caminar por el bosque

      y encuentro lugares en los nunca nadie antes caminó

      Ninguna persona

      Solo venados, ardillas, raccoons

      Walk with the lopper

      So you can free some trees

      me recomiendan.

      Mordor

      les decimos en la jerga familiar

      A los sectores del bosque que están llenos de vainas derrumba árboles

      Piso ramas, hojas secas,

      wood chips

      (Esa eficiencia del inglés para describir las astillas de madera)

      crujientes y doradas al sol

      sueltan el aroma fresco y dulce de los cedros

      A la mañana hay tocatas de pájaros carpinteros

      woodpeckers

      Aún no aprendí a verlos

      Solo los escucho

      Cuando oscurece

      las ranitas se despiertan y cantan.

      Circuncisión

      Benny Chueca

      Huevón, he conocido a una escritora!, dice el Gordo. Acaba de sentarse en mi mesa en el café Reggio, un sitio bonito y abarrotado cerca de Washington Square. No, no la conozco en persona, pero ya quedamos