superiores del sistema nervioso central, el entrenamiento deportivo optimiza los mecanismos de elaboración de la información y la programación y regulación de los movimientos, lo que reviste especial importancia para el perfeccionamiento de los movimientos difíciles o complejos.
Adaptación a estímulos de entrenamiento enfocados a la condición física
Al tratar de la adaptación a las cargas de la condición física distinguimos, de forma esquemática, tres posibilidades:
•Adaptación a estímulos de corta duración, intensos y con predominio de la fuerza (p. ej., cargas de fuerza máxima y de fuerza rápida).
Después de mejorar la coordinación intramuscular e intermuscular, el músculo continúa adaptándose a través de un aumento de la sección transversa de las diferentes fibras musculares. Esta hipertrofia (v. también pág. 230) del músculo le proporciona una mayor fuerza de contracción. En paralelo a este proceso, aumenta la capacidad del metabolismo aláctico anaeróbico (fosfatos ricos en energía) si se la somete a desgaste.
•Adaptación a estímulos intensos, que exigen una elevada resistencia láctica anaeróbica (p. ej., cargas de resistencia de fuerza y de resistencia de velocidad).
En paralelo a la carga se produce una mejora de la capacidad anaeróbica láctica –objeto de interés primordial–, es decir, aumentan la capacidad de las reservas intramusculares de glucógeno y la capacidad de las cadenas de enzimas anaeróbicas necesarias para su degradación.
•Adaptación a estímulos extensivos, que exigen resistencia aeróbica.
Una reacción específica de respuesta del músculo es el aumento de sus reservas intramusculares de glucógeno y de lípidos, y también de las enzimas aeróbicas que los transforman; una reacción inespecífica es la mejora de los sistemas de abastecimiento que limitan el rendimiento (cardiocirculatorio, etc.).
Por lo general, en la práctica deportiva las reacciones de adaptación no son tan polarizadas como para afectar un solo plano. Incluso en modalidades a primera vista “unilaterales” de fuerza (p. ej., halterofilia), de resistencia (p. ej., esquí de fondo) o de coordinación (p. ej., patinaje artístico), los factores complementarios, ya sean coordinativos o de condición física, actúan limitando el rendimiento. Normalmente todas las modalidades muestran un “espectro mixto” específico de tipos de adaptación. Por ello, el éxito está reservado a aquellos deportistas que, con estímulos de entrenamiento específicos, consigan un grado óptimo de adaptación a su modalidad desde el punto de vista neuromuscular (técnica) y energético (condición física). La persistencia de dificultades importantes en este aspecto dentro de la práctica deportiva se puede observar sobre todo en las modalidades complejas (p. ej., los grandes juegos deportivos); aquí existe un entramado complejo de factores del rendimiento parcialmente contrapuestos, que impide una organización claramente predeterminada del entrenamiento. En el mejor de los casos, la metodología general del entrenamiento puede aportar tendencias, pero no “recetas patentadas”.
10 Fundamentos deportivo-biológicos del entrenamiento infantil y juvenil
“El niño no es un adulto en miniatura, y su mentalidad es diferente de la del adulto no sólo cuantitativamente, sino también cualitativamente, de modo que el niño no sólo es más pequeño, sino también de otra manera.”
Claparède, 1937
Para su desarrollo psicofísico global, los niños y jóvenes necesitan una cantidad suficiente de movimiento. Esta necesidad la satisfacen normalmente los propios niños con su marcada pulsión por el movimiento. La mayor actividad motora en los niños frente a los adultos se explica por el predominio de los impulsos cerebrales (sobre todo del pallidum), y también por una percepción subjetiva del movimiento diferente a la de los adultos, esto es, los niños no lo asocian tan claramente a la fatiga (fig. 43) (cf. Bar-Or, 1982, 27).
Dado que el movimiento es una necesidad del desarrollo, que sufre considerables restricciones por causa de la educación y de la escuela (obligación de permanecer sentados), el entrenamiento corporal, sobre todo en las edades infantil y juvenil, merece nuestro apoyo sin reservas, siempre que se efectúe de la forma adecuada a la edad y al grado de desarrollo. No obstante, la participación en un entrenamiento de rendimiento en estas etapas de edad debería depender de una serie de condicionantes (cf. también Hollmann, 1981, 249):
•Al iniciar un entrenamiento de rendimiento se debería efectuar una exploración general a cargo de un ortope– da y de un internista, con el fin de detectar, en la medida de lo posible, los síntomas patológicos y las alteraciones en el marco del aparato locomotor activo y pasivo y en el sistema cardiopulmonar que pudieran plantear un riesgo.
Esta exploración debería repetirse a intervalos de tiempo regulares, para reconocer a su debido tiempo, y en consecuencia evitar, los daños por sobrecarga originados en el entrenamiento.
•Todo entrenamiento de rendimiento debería efectuarse por propia voluntad y no bajo la presión de padres o entrenador.
•El entrenamiento debería organizarse en consonancia con la edad y las circunstancias psicofísicas de los niños.
•El entrenamiento no debería suponer un lastre para la formación escolar o profesional.
•El entrenamiento debería dejar a niños y jóvenes tiempo libre suficiente para otros intereses al margen del deporte.
Como vamos a exponer, los niños y jóvenes no son “adultos en miniatura” ni sus actividades deportivas se pueden reducir a un “entrenamiento de adultos reducido”. El entrenamiento infantil y juvenil incluye también un proceso de ejercicio sistemático y a largo plazo; sin embargo, los objetivos, contenidos y formas de proceder se diferencian en muchos aspectos frente al mundo adulto. Los problemas de la adecuación al niño, a la edad y al desarrollo merecen toda nuestra atención.
Al afirmar que “el entrenamiento infantil y juvenil no es un entrenamiento de adultos reducido” nos basamos en varias razones, pero sobre todo en el hecho de que el niño y el joven –en contraposición al adulto– se hallan aún en crecimiento; de esta circunstancia se derivan un gran número de cambios físicos, psíquicos y psicosociales, y una serie de particularidades del desarrollo con las correspondientes consecuencias para el entrenamiento infantil y juvenil.
Por estas razones, antes de comentar de forma específica las características anatomo-fisiológicas y psicológicas de cada una de las etapas de la edad, describiremos de forma general las particularidades originadas por el crecimiento en la edad infantil y juvenil.
Particularidades de las edades infantil y juvenil debidas al crecimiento
Como se puede ver en las figuras 44 y 45, los distintos segmentos del cuerpo muestran intensidades de crecimiento diferentes en cada edad. Ello provoca cambios de las proporciones corporales, característicos de los distintos períodos de crecimiento.
Como se muestra en la figura 46, las curvas de crecimiento del desarrollo de la cabeza/encéfalo y del cuerpo en general tienen un transcurso muy diferente. Llama la atención sobre todo el rápido desarrollo del encéfalo: con 6 años ya se ha alcanzado el 90-95 % del tamaño adulto. Por el contrario, el crecimiento general del cuerpo no ha alcanzado en este momento ni la mitad del valor del adulto.
Figura 43. Relación entre la edad y la percepción subjetiva de la carga en relación con la frecuencia