Hector Goldin

Tan loco como para cambiar el mundo


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comercial, solamente lo seducía el desafío. Al contrario, Jobs sí veía el negocio (un local de electrónica compró las primeras 50 unidades de Apple I aun sin tener el producto en stock). Su idea original era vender las plaquetas, ni siquiera habían pensado en hacer y diseñar una carcasa. Sin embargo, con ese primer éxito, Jobs se convence de que necesitan crear un objeto más masivo. Su pensamiento era lógico: habría mayor cantidad de interesados en una computadora que en plaquetas sueltas. Ese germen florece en una compañía real, y en abril del 76, le dan forma legal a Apple.

      Apple, de la mano de Jobs, lograría llevar a la realidad un concepto muy utilizado, pero no siempre puesto en práctica. Mientras el pasado se asentó en la diversidad de herramientas y métodos para cada disciplina, su ideología se asentaría en la convergencia hacia las computadoras, de manera tal que en ellas se concentren todas las tecnologías.

      Para reemplazar al cine, por ejemplo, que con 24 fotos por segundo crea una inmenso flujo de información, los equipos debían adquirir la capacidad para manejarla, lo que requirió un importante avance tecnológico.

      A poco tiempo de aparecer los productos de Apple, surgieron soluciones que apuntaron hacia la convergencia. La primera explosión se dio en el diseño gráfico con las tipografías. Una de las pocas cosas que Jobs había estudiado en la universidad fue el diseño de letras, y hacia allí fueron sus primeras preocupaciones. Desde los comienzos, hubo programas de diseño tipográfico para trabajar con la Mac. Luego aparecieron los programas para el manejo de las impresiones. Apple también vendía una impresora láser diseñada como una computadora independiente que podía recibir lenguaje en forma similar a la que se trabajaba con el MIDI, e imprimía en un lenguaje que se llamó Postscript, desarrollado por Adobe, y Apple fue muy entusiasta en aplicarlo.

      Merced a la norma MIDI, apareció un universo de programas y secuenciadores de música, y también productos para audio. Primero de manera estanca, aunque luego surgieron programas como el Logic de Apple, que manejaba ambas cosas, audio y música, en conjunto. La primera Mac tenía un pequeño sintetizador MIDI. El QuickTime 1 también incorporaba MIDI, entonces con él se podía tocar cualquier pieza.

      Una de las grandes razones del éxito de Apple radicó en el control integral de todo –el hardware, el software aplicativo y el software básico–: tenían todos los especialistas necesarios para hacer posible la idea de la convergencia. Uno de ellos fue quien hoy ostenta el puesto de vicepresidente del área de video y animación, Randy Ubillos. Él diseñó el Adobe Premiere, el Final Cut Pro, el iMovie y el Final Cut X, todos programas que a primera vista parecen muy diferentes en su utilización, pero han reflejado lo mejor que él pudo lograr en cada etapa de la evolución de tecnologías para la edición de video.

      En tanto la industria miraba… Microsoft desarrollaba un sistema operativo, y su objetivo era que funcionara en una gran cantidad de hardware. Su estrategia, de alguna manera, optimizaba el costo de un producto, pero cuando era necesario desarrollar soluciones específicas, se requerían empresas que se dedicaran a ello. Algunas de esas compañías fueron Adobe y Avid, por ejemplo. Ahora son corporaciones de software gigantescas.

      Apple siempre basó su objetivo en el software. Si este no alcanzaba para reemplazar a la máquina, había que esperar que las computadoras fueran más veloces. Avid, por el contrario, optaba por desarrollar hardware especial, a fin de lograr el objetivo deseado. Pero el hardware quedaba obsoleto rápidamente y, a la vez, era necesario modificar el software para las nuevas capacidades. Por esta causa, Apple al principio no lograba competirle en calidad; no obstante, al crecer la potencia de la tecnología, alcanzó una excelente calidad con un costo mucho más bajo.

      Previo a la Mac, en los años 70, todo se hacía con máquinas independientes. En las décadas que siguieron, esto se reconvirtió por completo. Si se pudiera hacer viajar en la máquina del tiempo a un profesional gráfico del año 75 al 2000, no sabría por dónde empezar. Los equipos que se usaban no existen más. Un equipo para editar programas de televisión pasó de valer 100.000 dólares a ser reemplazado por una computadora que costaba 2.000 dólares.

      Este desarrollo no solo significó un ahorro de costos, sino que implicó la democratización real de todas las tecnologías. Cumpliendo las teorías de Turing, una computadora empezaba a reemplazar a cualquier máquina, englobando ella misma todos los diferentes procesos. Pero, a la vez, Apple le sumó una cualidad inconfundible: la facilidad de uso. Ese fue el legado de Jobs y uno de los componentes importantes del cambio.

      El boceto del pintor principiante: la mística del garage convertida en realidad

      Si bien el mito del garage ha escalado casi a niveles de cuento de hadas, responde a una época, a un estilo de vida (muy norteamericano) y a una clase de jóvenes definidos por el fin de la era hippie. No obstante, algunos atributos lo convierten en un modelo idealizado, pero posible: la pasión por hacer que siempre vence los obstáculos; el conocimiento real sobre lo que se emprende (decididamente sin él ninguno de los Steves hubiera llegado lejos); la visión comercial para que se convierta en un negocio; la capacidad de detectar el nicho vacante; la ambición por crear, por ir más allá; el permiso para soñar e imaginar necesidades posibles... Esas cuestiones resultaron inspiradoras para el “mito del garage”, pero ciertamente siguen siendo hoy los atributos que definen un comienzo exitoso para cualquier proyecto.

      Jobs y Wozniak –con esas cualidades– dieron vida a un primer proyecto que fue más allá de sus propios sueños. Vendida la Apple I con éxito inesperado, a partir de allí Jobs se encarga del diseño industrial, aunque no deja de inmiscuirse en los aspectos técnicos. Así es como se convence de que el lenguaje Basic desarrollado por Wozniak era muy bueno, pero no permitía funciones comerciales. Se decide por encargarle otro desarrollo más completo en Basic a Bill Gates, quien trabajaba en aplicaciones hechas para otras empresas.

      No existía, por entonces, la computadora destinada al uso personal. Esta es, básicamente, la idea que tienen Jobs y Wozniak. Cuando desarrollan la Apple II en 1978, son un boom. Este nuevo equipo está conformado por una caja, un teclado, un televisorcito... De él venden millones, y Apple llega a ser la compañía que más rápido ingresa al ranking de Fortune 500. Sin embargo, algo aún no sucede: ¿los usuarios realmente la usan como computadora personal? Si bien cuenta con aplicaciones para tareas profesionales, todavía no se logra quebrar esa barrera.

      Un producto estrella de la Apple II es la primera planilla de cálculo llamada Visicalc. Visicalc (programa desarrollado por un tercero) introduce una metáfora terriblemente práctica para las finanzas.

      Para quienes usaban las viejas planillas donde todo se cargaba a mano y se operaba con una calculadora, era maravilloso saber que tocando un botón se hacían todas las cuentas automáticamente. Este fue uno de los grandes cambios que introdujo la Apple II.

      ¿Cómo podían los usuarios normales usar sus equipos sin necesidad de tener el conocimiento técnico para escribir los programas? Por un lado, se generaron los software públicos, pero incluso para utilizarlos había que tener un conocimiento técnico importante. ¿Cómo hacía entonces una persona común? Para responder a ese dilema, surge Visicalc. Se transformó en una revolución que funda toda una nueva categoría: los programas de productividad. Soluciones que permiten a un usuario que no sabe nada de programación desarrollar tareas de oficina o de contabilidad particular en una computadora personal. Además de los cálculos, las letras también tuvieron lo suyo. Desde principios del siglo XX, todo lo que era escritura giraba en torno al sistema Pitman. La invasión de las máquinas de escribir se había producido a principios del siglo, y había revolucionado hasta la entonces escritura manual.

      Fue Thomas Edison quien patentó la máquina de escribir eléctrica en 1872, pero el primer modelo comercializable no fue introducido hasta los años 20. En la década de los 30, IBM introdujo una versión perfeccionada: