Alice Barns también echó mano de sus contactos.
Alice, que por entonces era ayudante del sheriff y ahora la jefa de policía Barns.
—Pero se trataba del programa de protección de testigos, así que era imposible que hubiéramos descubierto algo —incluso ahora le costaba creer que alguien se hubiera llevado a Fool’s Gold a un niño en peligro. Allí no pasaban esas cosas... así que probablemente por eso habían elegido ese lugar.
Agarró el boli de nuevo y se puso recta. Una molesta sensación se apoderó de ella y supo que tenía que contárselo a su madre.
—Mamá, el padre de Ned vino el otro día.
Ava se giró hacia ella.
—¿Steve?
—Ajá. Dice que quiere ejercer de abuelo con Lillie.
Patience se preparó para la diatriba de su madre. Ava ya había tenido que soportar el abandono de un hombre más de una vez en su vida. Primero su padre, después su marido y por último había tenido que presenciar cómo a su hija le hacían lo mismo.
No había duda de que tendría unas cuantas cosas que decir sobre el padre de Ned y que no serían muy agradables. Después de todo, Steve también había abandonado a su familia. Parecía que había una epidemia de hombres que no eran capaces de mantener un compromiso a largo plazo.
—¿Y cómo es? —le preguntó al contrario de lo que se había imaginado.
Patience se encogió de hombros.
—Tranquilo. Agradable. Se ha disculpado por lo que le había hecho a Ned y por cómo Ned nos trató a Lillie y a mí. Dice que ha cambiado y que quiere una segunda oportunidad con su nieta.
—¿Y le crees?
—No lo sé. Solo lo había visto una vez en mi vida y Ned nunca tenía nada bueno que decir sobre él, así que no creo que sea alguien en quien confiaría juzgando su carácter. Le he pedido a Justice que lo investigue.
La expresión de su madre era difícil de descifrar.
—Me parece una solución muy sensata. Justice descubrirá si hay algo en él que deba preocuparnos.
Patience esperó.
—¿Y ya está? ¿No vas a decir que es un hijo de..., ni vas a decirme que agarre a Lillie y salgamos corriendo?
—La gente cambia.
—¿Y crees que Steve ha cambiado?
Ava se movía incómoda en su asiento.
—No estoy segura. Solo digo que puede que haya hablado en serio. El tiempo aclara las cosas y para algunas personas eso equivale a enfrentarse a sus remordimientos. Si Steve es sincero, entonces deberías tomarlo en serio.
Patience no estaba tan segura.
—No quiero que haga daño a Lillie. Ella nunca habla de su padre, pero sé que piensa en él. Sus amigas tienen padres e incluso las que tienen padres divorciados ven a sus papás. Ella nunca lo ha visto porque se fue y no ha vuelto jamás. Sería distinto si hubiera muerto... porque en ese caso su ausencia no sería una opción. ¿Y si Steve no ha cambiado? ¿Y si la ve unas cuantas veces y luego desaparece?
—A lo mejor no lo hace.
—Te estás poniendo de su parte.
—Solo digo que necesitas más información.
Patience no lo entendía. Era como si su madre le estuviera ocultando algo.
—Voy a esperar a oír lo que Justice tiene que decir. Si le da el visto bueno a Steve, entonces me pensaré que conozca a Lillie. De lo contrario, no le permitiré acercarse a mi hija.
Capítulo 7
El bar de Jo era uno de esos lugares únicos en Fool’s Gold. Decorado con colores femeninos, con televisores sintonizados en canales de teletiendas y programas de televisión divertidos, era un lugar dirigido a las mujeres del pueblo. En la carta había muchas opciones bajas en calorías, una zona de juegos para niños durante el almuerzo y una ausencia absoluta de solteros merodeando. Aunque los hombres eran bien recibidos, solían evitar el bar de Jo. Si aparecían por allí, se iban a la sala del fondo donde podían encontrar una mesa de billar y televisores más pequeños emitiendo deportes.
Patience entró y vio a sus amigas en una mesa de la pared del fondo. Normalmente se sentaban en uno de los bancos grandes, pero con Annabelle a punto de dar a luz y Heidi de siete meses se había vuelto complicado sentarse en los bancos.
—¿Cómo estáis? —les preguntó al acercarse.
—Yo, enorme —respondió Annabelle.
La menuda pelirroja sí que parecía incómoda con su peso, pensó Patience mientras la abrazaba. Heidi era algo más alta y tenía menos barriga todavía.
—Yo estoy bien —le dijo Heidi con una sonrisa.
—Está tranquila —anunció Charlie—. Y eso resulta algo irritante.
—Estoy en la fase zen de mi embarazo —dijo Heidi riéndose—. El universo y yo somos uno.
Heidi era una preciosa rubia que vivía en el rancho Castle justo a las afueras del pueblo. Charlie era una bombera local. Fuerte, alta y posiblemente la mujer menos femenina que conocía. Era atractiva, pero tenía un aire de suficiencia que ahuyentaba a la mayoría de los hombres.
El año anterior las tres amigas se habían enamorado de los hermanos Stryker. Como amiga suya, Patience había sido espectadora de primera fila de toda la emoción del principio, de los problemas amorosos y, finalmente, de los finales felices.
Se sentó en una silla y colgó su bolso en el respaldo.
—He invitado a una amiga a unirse a nosotras. Espero que no os importe.
Charlie se inclinó hacia ella.
—Sabes que nos parece perfecto. Nos gustan las multitudes. Hace que las conversaciones sean más animadas. ¿Quién es?
—Se llama Isabel Beebe. Su familia ha regentado desde siempre la tienda de novias Paper Moon. Ha vivido en Nueva York los últimos años, pero ahora ha vuelto durante una temporada. Sus padres quieren vender la tienda y ella va a ocuparse mientras tanto para prepararlo todo.
Los ojos de Annabelle se llenaron de lágrimas.
—¿Van a vender Paper Moon? Pero si me iba a hacer allí mi vestido. Es una institución en Fool’s Gold y yo quiero formar parte de una institución.
—Más de lo que necesitas que te encierren en una —murmuró Charlie dándole unas palmaditas en la espalda—. Anda, venga. Respira hondo un par de veces. Estás demasiado sensible. Es por las hormonas. No pasa nada en realidad.
Annabelle se sorbió la nariz.
—No puedo evitarlo. Lloro con todo.
Heidi le dio una palmadita en la mano.
—Charlie tiene razón, prueba a respirar hondo.
—Tengo que recomponerme —dijo con un diminuto sollozo—. No quiero asustar a Isabel, por mucho que vaya a cerrar la tienda.
Patience miró a Charlie, que elevó los ojos al cielo.
—Pero si ni siquiera has entrado nunca en esa tienda. ¿Cómo puedes estar tan triste?
—Tenía pla... planes.
—Estoy deseando que el bebé llegue pronto —murmuró Charlie—. No puedo soportarlo más.
Patience contuvo una sonrisa. No recordaba haber estado tan sensible en su embarazo, pero cada uno era diferente.
Annabelle levantó la mano y se sorbió la nariz.
—Oh, mirad. Es ella. Es muy guapa. Tiene un nombre muy bonito. A lo mejor deberíamos