–Exacto –le respondió.
–¿Fue bien la cena de anoche con Keaton? –le preguntó Logan con naturalidad.
–Sí, fue una velada estupenda –le mintió ella–. ¿Y tú? ¿Salió la cena con Douglas y Nancy como esperabas?
–¿Como esperaba? –repitió él, arqueando una ceja.
–El regreso del hijo perdido. Ya sabes.
Lamentó sus palabras nada más decirlas. Nada de aquello era culpa de Logan, pero ella estaba decidida a considerarlo el malo de la película.
–Fue agradable –le dijo Logan sin más–. Tienen una casa muy bonita.
–Es donde crecieron Keaton y Kristin. Supongo que debió de ser extraño, estar allí sabiendo que también debería haber sido tu casa.
–Sí, pero no siento que me robasen la niñez. Siempre tuve un hogar y el amor de una familia. Mi madre y mis abuelos me dieron todo lo que pensaban que necesitaba.
–Entonces, ¿en qué estás trabajando exactamente?
–Douglas me ha dado la descripción de la última adquisición de Richmond Developments.
–¿El terreno que está frente al mar?
–Sí.
–¿Y?
–Estoy estudiando los planos, el terreno, los informes históricos.
–Ya tiene planes para ese proyecto. ¿Por qué quiere que le eches un vistazo?
–Está abierto a la posibilidad de conservar las estructuras existente en vez de derruirlas y construir de cero.
–¿Sabes que el equipo de demolición ya está reservado para finales de mes?
–Lo que significa que no tengo mucho tiempo para presentarle una contrapropuesta.
Logan la miró como advirtiéndole que se callase y lo dejase trabajar y Honor sintió calor en las mejillas.
–¿No piensas que al final va a ser una pérdida de tiempo?
Él se encogió de hombros y a ella le pareció que era un movimiento muy sensual.
–Tal vez, tal vez no. En realidad, no me concierne, así que no tengo nada que perder. Aunque pienso que Douglas se va quedar muy sorprendido al darse cuenta de lo lucrativo que esto podría ser para su empresa.
Logan tomó una decisión. Estaba cansado de dar rodeos y el comportamiento pasivo-agresivo de Honor le estaba empezando a fastidiar. Él no había hecho nada malo y ya iba siendo hora de que Honor lo aceptase.
–Veo que llevas un diamante enorme en el dedo –comentó.
Ella palideció.
–¿Te importaría explicarme dónde estaba hace dos noches?
La vio ruborizarse.
–Yo… me lo quité al llegar a la habitación –admitió por fin.
–Supongo que pensaste que yo era él –continuó Logan.
Su voz estaba desprovista de emoción, pero por dentro le ardía la sangre en las venas. Se sentía mal por haberse acostado con la prometida de su hermano. Aunque Keaton no hubiese sido precisamente simpático con él, lo último que quería era darle todavía más motivos para que lo odiase.
–Sí. Yo… últimamente… –Honor dudó–. Los dos hemos estado trabajando mucho. Si te soy sincera, llevábamos un tiempo sin estar juntos y yo pensé que había venido al hotel a darme una sorpresa y a intentar reavivar un poco nuestra relación.
Logan se quedó allí, inmóvil, en silencio, observándola. El día anterior se había sentido furioso, aunque no se le hubiese notado. Furioso consigo mismo. Jamás en su vida había tenido una aventura de una noche, jamás. Y si se hubiese limitado a dejar la tarjeta de la habitación en recepción, nada de aquello habría sucedido y él no estaría allí, en su despacho, atormentado por su olor y por el recuerdo de su cuerpo mientras le hacía el amor. No obstante, si ella no se hubiese dirigido a él en primer lugar…
¿Cómo era posible que no se hubiese dado cuenta de que no era Keaton?
–¿Te refieres a que no habéis tenido relaciones íntimas últimamente? –le preguntó.
Ella asintió.
–¿Y no te pareció raro mi acento?
–Si te soy sincera, hasta que no entraste en la habitación no me di cuenta y, después, solo pensé que era Keaton haciendo un papel.
–¿Un papel? ¿Y ahora?
–¿Ahora, qué?
–¿Qué vas a hacer? ¿Se lo vas a contar?
Honor tragó saliva.
–No lo sé. Lo cierto es que pensé que eras él. Pensé que estaba acostándome con mi prometido, no con un extraño. Te aseguro que jamás hago esas cosas.
–Ni yo –admitió Logan–. Entonces, ¿qué hacemos? ¿Fingimos que no ha ocurrido?
–Esa sería mi primera opción –admitió ella.
Él la miró y no pudo evitar recordar lo suave que era su piel y cómo había respondido a sus caricias. Se estaba excitando solo de pensarlo, y eso era una estupidez. Se preguntó cómo iba a ser tener que estar en la misma habitación que ella y verla con su hermano.
–De acuerdo, entonces, nos conocimos ayer por la mañana en el despacho de Douglas.
Ella lo miró esperanzada.
–¿Podrías hacer eso? ¿Podrías olvidar…?
–Por supuesto. Tengo que hacerlo. Ambos debemos hacerlo. No sabes lo que hay en juego para mí. Cuando descubrí quién era sentí que todo mi mundo se tambaleaba. ¿Te imaginas lo que es eso?
Ella lo miró fijamente, con comprensión, pero Logan no quería su compasión. No, quería todo lo que no podía tener con ella, pero si conseguían llegar a un acuerdo, tal vez pudiese salir indemne de aquello.
–Mi madre tenía todos los recortes de los periódicos que habían escrito acerca de mi secuestro. ¿Te lo imaginas? Ahora que he descubierto mi verdadera identidad, no quiero echar por tierra la oportunidad de conocer a mi verdadera familia. Así que mi respuesta a tu pregunta es sí. Puedo olvidar, o fingir que he olvidado que pasamos una noche juntos.
–Lo siento mucho, Logan –comentó ella, sacudiendo la cabeza y bajando la mirada, avergonzada.
–Hasta ahora solo había pensado en lo que yo podía perder.
–En ese caso, ¿estamos de acuerdo?
Ella se levantó de su sillón y se detuvo delante de él.
–Sí. ¿Nos damos un apretón de manos para sellarlo?
Él aceptó, pero no se preparó para lo que iba a sentir al tocarla. Aquello iba a ser mucho más difícil de lo que había imaginado, pero tenía que conseguirlo porque, si no, podía perder lo que siempre había querido. Soltó su mano enseguida, antes de cometer una estupidez, como volver a besarla, que era lo que le estaba pidiendo el cuerpo.
Douglas Richmond entró en el despacho y Logan intentó mantener la calma a pesar de que se sentía como un niño al que acabasen de sorprender robando galletas. Miró a Honor, que parecía igual de afligida, y ambos se separaron como si hubiesen hecho algo más que darse la mano.
–Me alegra ver que os lleváis bien. Siento no haberte dicho antes lo de tu despacho, Honor, pero dado que quiero que trabajéis juntos, tenía sentido. ¿Alguna objeción?
Para su sorpresa, Honor no se quedó callada.
–En realidad, habría preferido que me avisases, pero estoy dispuesta