Ezequiel Mariano Palmisano

Manual Práctico de Cirugía Endoscópica de la Pared Abdominal


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      Por definición el Cirujano abarca y “acompaña a los pacientes en la etapa diagnóstica, preoperatorio, la cirugía en sí misma, el posoperatorio y la rehabilitación.”

      Tradicionalmente los cirujanos aprenden las técnicas quirúrgicas siguiendo la metodología clásica diseñada en el siglo XIX por William Steward Halsted. Esta metodología se basa en la asunción progresiva de responsabilidades por parte del cirujano en formación, tutorizado por un cirujano con mayor experiencia y entrenando las técnicas directamente en el paciente. Antes de esto, la enseñanza médica era, con algunas excepciones, errática, no estandarizada, y escasamente regulada.

      A lo largo del tiempo la cirugía ha evolucionado, fundamentalmente, de la mano de la tecnología; sin embargo, el proceso de aprendizaje de esta no acompañó este ferviente desarrollo. Debemos considerar sobre esta situación, que el paradigma educativo también ha cambiado y que las expectativas de la comunidad con respecto a los resultados de una cirugía son cada vez mayores.

      El cirujano contemporáneo (o aspirante a cirujano) se enfrenta no solo a nuevos abordajes y nuevas herramientas para desarrollarlos, sino que también debe poder esgrimir técnicas “tradicionales”. Todas estas deben ser adquiridas en un nuevo contexto educativo y social; por lo que requiere una estrecha interacción actualizada de los procesos de enseñanza y aprendizaje, especialmente, para desarrollar el hábito de reflexionar sobre el propio desempeño, entendiendo que la práctica de una cirugía segura y de excelencia, se basan en la enseñanza y el aprendizaje de los procedimientos y su contexto, pero además, de actitudes y de valores.

      Resulta fundamental, destacar los principales actores que interpretaran esta simbiosis llamada acto quirúrgico:

       Rol del Instructor.

      Dentro de los intervinientes en esta relación enseñanza-aprendizaje el maestro o instructor tiene un papel especial. Este es el responsable de todo lo que sucede en un acto quirúrgico, debiendo supervisar a todo el equipo: instrumentadores y circulantes, los médicos en formación y otros colegas. Debe velar por la seguridad del paciente en todo momento. Como si fuera poco, debe asegurar que sus médicos en formación tengan las competencias tácticas y técnicas necesarias para poder desarrollar un acto quirúrgico seguro y exitoso.

      Un buen formador debe saber formarse a sí mismo, pues la transmisión de conocimientos debe estar a la orden de las necesidades de la población donde se desempeña. Debe poder tener la capacidad de aceptar que lo aprendido es falible y que toda información debe ser revisada constantemente, teniendo como objetivo la autonomía necesaria para renovar el conocimiento. Este es el motivo por el cual la investigación debe ser una de las principales tareas a realizar por un equipo quirúrgico la cual debe ser liderada por formadores. La Medicina basada en evidencias científicas es la regla del aprendizaje y de la práctica del Cirujano.

      Por otro lado, los procesos de enseñanza también fueron evolucionando. No basta con que el formando se encuentre al lado del instructor o maestro y que los conocimientos y competencias sean adquiridos bajo exclusiva responsabilidad del aprendiz. Los instructores deben formarse también para poder asegurar un buen flujo de información en el proceso enseñanza-aprendizaje, incluyendo nuevas formas pedagógicas de enseñar y aprender. Hoy deben existir (y existen) programas de formación estructurados, para que tanto formadores como los formandos sean verdaderos protagonistas del proceso de formación, el cual debe ser regulado y supervisado por las asociaciones científicas y/o universidades.

      La formación del Cirujano se hizo más formal con la llegada del Sistema de Residencias Médicas. Los programas Universitarios con las Carreras de Especialización trajeron programas más integrales y con acreditaciones nacionales e internacionales.

      Los médicos en formación deben ser evaluados de manera sistemática tanto en destrezas como en conocimientos y el mismo debe ser capaz de devolver a sus maestros sus inquietudes o dificultades en el proceso de aprendizaje. Esta comunión resultará sumamente enriquecedora para ambos.

      Tan importante como las destrezas y los conocimientos, también lo son las transferencias de valores, el buen juicio, actitudes y el desarrollo de un trabajo basado en la ética profesional. Estas sin ninguna duda son las más difícil de llevar al campo de la enseñanza. El formador podrá valerse de la admiración de nuestros médicos en formación (la cual generalmente está presente en mayor o menor medida) y el ejemplo, como principales herramientas para poder desarrollarlos. Estas deben ser consideradas como otras habilidades para aprender, y como tales a algunos interesados les será más fácil adquirirlas y a otros no tanto.

      Si bien ya nos enunciamos sobre las herramientas y los métodos de enseñanza, faltaría hablar del estímulo, el cual trabaja como fuente de energía de todo este proceso. El estímulo para enseñar viene en gran parte de nuestra pasión por lo que hacemos, el mismo se hace presente o no, teniendo quizás altibajos en el tiempo, pero estando presente siempre. No se debe confundir con la capacidad y desempeño profesional, se puede ser un excelente profesional sin estímulo para enseñar. Este estímulo no se puede practicar ni desarrollar, nace con nosotros y nuestra formación. Tenemos una gran responsabilidad a la hora de proponernos como formadores, tenemos que aprender a enseñar , y si la motivación no existe para atravesar todas las etapas del proceso enseñanza-aprendizaje no se hace presente, entonces siempre es mejor no asumir la responsabilidad de ser formador de Cirujanos.

       Rol del aprendiz y sus errores.

      El aspirante a cirujano no puede ser otra cosa que un médico de características especiales. Ellos harán lo debido para integrar un equipo de salud único. A pesar de todas las adversidades que existen en los ámbitos de trabajo hospitalarios, año a año siguen eligiendo formarse en cirugía general y pareciera por momentos que la formación suele ser incompleta.

      Entre los médicos que quieren formarse, encontraremos de regulares a excelentes, sin embargo, el denominador común entre ellos al ingresar es cometer el primer error: el querer operar rápidamente. Esto sucede así en todo el mundo, subestimando enormemente la primera competencia que tiene que aprender el futuro cirujano, y es aquella relacionada con la buena comunicación. Esta es fundamental, la usamos todo el tiempo, de alguna manera nos protege, permite desempeñarnos con soltura y sigue estando ahí cuando nuestras destrezas como producto de la edad se ven afectadas. La comunicación es la herramienta para tener una buena relación con nuestros pares y cultivar la tan atesorada relación médico-paciente, ambas son una parte fundamental en el buen desempeño del cirujano, a veces tan importante como el resultado de una cirugía misma. La actitud del aspirante a cirujano también es un factor para considerar. Un espíritu de trabajo positivo y proactivo bien predispone a que esta actitud se replique en los demás trabajadores de la salud. La retroalimentación que se produce con el instructor, con sus colegas, con el paciente o su familia, es siempre mejor. Este tipo de actitudes y todas las que deriven de estas deberán ser siempre cultivadas desde el inicio de sus actividades.

      Sin ninguna duda el segundo error más importante es: el querer operar, sin una correcta evaluación del potencial paciente quirúrgico y poder dar con la indicación justa, que llevarlo a sala de cirugía horas más tarde. Es necesario tener un contexto clínico integral del paciente antes de ingresar a quirófano. Para esto es fundamental el estudio de la patología quirúrgica, pero además se debe empatizar con el paciente, de sus dolencias y entender el contexto social donde se desarrolla la enfermedad. Por otro lado, el aprendiz debe ser capaz de desarrollar un aprendizaje continuo y autónomo para la mejora de su actividad profesional. La investigación en los servicios de cirugía vuelve a tomar un importante rol teniendo a este sujeto como motor principal de la misma.

      El tercer error sin ninguna duda es: el querer operar sin el entrenamiento adecuado y completo. La seguridad del paciente quirúrgico es el pilar fundamental en nuestra actividad, por lo tanto, el formando debe someterse primero a una cantidad no menor de horas en modelos de simulación de dificultad escalonada y estandarizados, que garanticen de alguna manera la competencia del médico en formación antes de asistir a un paciente. Es altamente recomendable que tanto la actividad clínica como en simulación estén siempre supervisadas por un tutor.