el entorno de trabajo, rodearnos de personas interesantes y positivas, mejorar el clima familiar o colocar una bonita planta cerca del escritorio. Todo este conjunto va a conformar nuestro ecosistema creativo.
Los dos hemisferios del cerebro
Aunque aún hoy se sigue avanzando en el campo de la investigación del cerebro y, en ocasiones, algunos de los últimos descubrimientos modifican las teorías actuales, se puede afirmar que, a grandes rasgos, nuestro cerebro tiene dos hemisferios que actúan de manera muy diferente. Por un lado, está el cerebro lógico que, por la educación que hemos recibido, es el dominante y también el peor censor de nuestra creatividad. Cuando nuestra atención se dirige a un foco concreto, nuestro cerebro funciona utilizando los recursos habituales, los más trillados. En la cultura occidental, el cerebro encargado de esto es el situado en el hemisferio izquierdo (aunque se han dado casos de individuos en los que está en el lado contrario). El otro, el derecho, es el hemisferio inventor, el holístico, el que crea nuevas relaciones, el imaginativo. Este lado del cerebro entra en acción cuando no prestamos atención a nuestro foco pero estamos comprometidos emocionalmente con él: nuestra mente sigue trabajando de manera inconsciente.
Por eso, según algunos estudiosos del tema, en esos momentos en los que realizamos acciones repetitivas como caminar, conducir, ducharnos, coser o cocinar, propiciamos que nuestro cerebro derecho entre en acción y, por tanto, favorecemos el nacimiento de nuevas ideas. En estas situaciones, estas ideas tienen la posibilidad de mezclarse de un modo más libre, dando lugar a la creatividad.
El cerebro consta de dos hemisferios que elaboran y procesan la información de manera diferente.
Por supuesto, cada individuo es único y es posible que tus momentos creativos se produzcan cuando estás realizando una acción totalmente diferente a la que otros efectúan en sus, también, momentos creativos. Un buen ejercicio es reflexionar e intentar recordar cuándo y en qué situación has sentido que tu parte creativa afloraba. Si analizas esos momentos, estoy segura de que llegarás a conclusiones interesantes acerca del contexto mental más adecuado para fomentar el surgimiento de nuevas ideas.
Fomentar la creatividad
Julia Cameron, autora del libro El camino del artista, compara nuestra creatividad con un estanque lleno de peces (nuestras ideas) que hay que cuidar y mantener. Si lo desatendemos, los peces van desapareciendo y al final se queda vacío, por eso es importante alimentarlo con diversas experiencias. La lectura de un buen libro, una cena con unos amigos, un paseo por el bosque o una visita a un museo serían buenas maneras de nutrirlo. Si sentimos que nuestro estanque se encuentra un poco seco, no hay que desesperar, Cameron también afirma que se puede recuperar de una manera sencilla: “la creatividad es como la maleza: renace con muy poquitos cuidados”.
La realización de ciertas actividades concretas alimenta nuestra creatividad. Aunque cada uno debería encontrar sus propias maneras de nutrir el estanque, quiero compartir mi propio listado de acciones positivas que, en general, me ayudan a desconectar de la rutina, me estimulan y que, a la vez, me hacen sentir bien. Te animo a que emplees las que creas que pueden funcionar mejor contigo y, por supuesto, añadir todas aquellas que estimes oportuno.
•Ir al cine. No salgo mucho pero, cuando lo hago, siempre trato de ir al cine. ¡Me encanta! Mis películas favoritas son aquellas capaces de transportarme a otros lugares, a otras vidas, de manera que me hacen salir de mi cotidianidad. El rato de conversación tras ver la película tampoco tiene precio. De pronto, aparecen nuevos temas de los que hablar, nuevos puntos de vista y nuevos razonamientos generados por la trama del film.
•Hacer fotos sin importancia. Los proyectos, en ocasiones, convierten la fotografía en algo demasiado trascendental y terminamos disparando muy pocas fotos al año. A veces, hace falta romper con esto y dedicar un rato a disparar fotos unicamente por el placer de jugar con formas, luces o colores. A menudo, simplemente, tomo imágenes espontáneas con el móvil. No tienen valor pero me proporcionan mucha diversión y me mantienen conectada con mi intuición original, esa cualidad que era la única que teníamos cuando empezábamos con la fotografía pero que, en ocasiones, según vamos aprendiendo, nos vamos desvinculando de ella.
•Hacer algo diferente de vez en cuando. Basta con salir de nuestro entorno habitual para recibir cientos de estímulos que alimenten nuevas líneas de pensamiento. Pueden ser cosas tan sencillas como seguir una ruta distinta para volver a casa, visitar un comercio al que nunca habíamos entrado antes o cambiar de corte o color de pelo.
•Pasear. Me encanta dar paseos sin rumbo fijo, es muy relajante y siempre propicia la actividad del pensamiento. Además, hacer un poco de ejercicio tampoco viene nada mal.
•Confiar en nosotros mismos. Sentir que sabemos hacer las cosas y que nuestras ideas son valiosas es la base para ser capaces de apostar por nuestras propias iniciativas. A veces, tengo algún alumno que piensa que su trabajo no está a la altura de ciertas metas cuando, en realidad, tiene calidad de sobra, al menos, para intentarlo. Solamente necesita un pequeño empujón; sentir que alguien más confía en él suele ser la clave para mejorar su propia autoestima.
•Guiarse de los sentidos. Como fotógrafos, tendemos a privilegiar el sentido de la vista por encima del resto. Tomar conciencia de lo que percibimos a través de los otros sentidos siempre resulta de lo más sugestivo pues nos permite sorprendernos y descubrir nuevas sensaciones. Podemos escuchar música sin hacer otra cosa al mismo tiempo o asistir a un curso de cocina y deleitarnos con sus olores y sabores.
•Prestar atención a nuestra intuición. A veces, cerrar los ojos y ser capaces de escuchar lo que nuestro interior tiene que decir puede aportarnos más de lo esperado. No funciona con todo el mundo pero ese ‘dejarse llevar’ permite que nuestro cerebro funcione más libremente. Cuando visiono fotografías —tanto propias como ajenas—, dejo que sean las sensaciones las que me orienten; me dejo guiar, sobre todo, por mi intuición.
•Practicar otras disciplinas creativas: escribir, pintar, cantar, actuar, tocar un instrumento, etcétera. Es habitual que los artistas se expresen a través de más de un canal. Esos otros senderos, llamémosles, secundarios alimentarán el camino principal.
•Jugar con niños. Los niños tienen menos prejuicios y barreras; observar cómo razonan puede ayudarnos a encontrar vías válidas fuera de lo establecido, además de estimular nuestra imaginación. Jugar con mi hijo no solamente me permite volver a la niñez, divertirme y recibir grandes dosis de amor incondicional sino que el simple hecho de compartir mi tiempo con una personita tremendamente ingeniosa es un lujo para incentivar la creatividad de cualquiera.
•Mantener una actitud positiva y constructiva. Cuando creemos que las cosas son posibles es cuando las hacemos alcanzables. Los pensamientos negativos no solucionan nada, sólo nos bloquean y nos vuelven incapaces para la acción. Cuando estés convencido de que algo no se puede hacer, deberías pensar que la única opción es hacerlo. En ese momento, al no haber alternativa, tu cerebro estudiará cómo llevar a cabo aquello que, en un principio, era imposible.
Mi hijo Lucas se ha convertido en una de mis mayores fuentes de creatividad
•Desarrollar nuestra curiosidad. Interesarnos por cosas muy diversas y beber de fuentes muy distintas, alimenta, sin duda, nuestro espíritu creativo. Por lo general, las personas más creativas son aquellas a las que todo les llama la atención pues son curiosas por naturaleza. Afortunadamente, es algo que también se puede entrenar.
•Tomar