también pretende hacer un llamado a que las nuevas generaciones de rosaristas se encarguen de resaltar el legado educativo que la universidad ha dejado en todos aquellos que nos hemos formado en sus aulas.
Juan Sebastián Ariza Martínez
Bogotá, 15 de julio de 2020
La revolución desde el púlpito
Los escritos del cura Juan Fernández de Sotomayor y Picón
Juan Sebastián Ariza Martínez*
La historiografía de finales del siglo XIX e inicios del XX en Colombia identificó como “héroes” de la Independencia a varios personajes, principalmente hombres, quienes participaron en los campos de batallas y en los procesos políticos que contribuyeron a la formación del Estado-nación. En los últimos años, los estudios de varios historiadores han demostrado que este complejo proceso no responde únicamente a acciones militares y políticas, sino que detrás de ellas se gestaron movimientos que partieron desde diversos ámbitos: el académico, el religioso, el social y el cultural, y que en dichos movimientos, tanto hombres como mujeres tuvieron una participación relevante.
A inicios del siglo XIX, el clero jugó un papel fundamental durante el aprovechamiento de tácticas, entendidas, con la perspectiva de Michel de Certeau, como acciones que son usadas por quienes han permanecido en situación de debilidad y utilizan episodios específicos para crear espacios de poder, con el fin de obtener beneficios a largo plazo.1 El resultado final de estas tácticas dependía, en última instancia, de la astucia con que se aplicaban y de la respuesta que tenían por parte de quienes la recibían. Es dentro de esta lógica como se pueden analizar las acciones de Juan Fernández de Sotomayor y Picón, también conocido como ‘el cura de Mompox’, a partir de las cuales tuvo lugar uno de los episodios más relevantes del proceso independentista de Colombia.
Juan Fernández de Sotomayor y Picón, primera mitad del siglo XIX. Pintura: Taller de los Figueroa (atribuido). Óleo sobre tela, 92 × 83,5 cm. Colección del Museo de la Universidad del Rosario.
Nacido en Cartagena el 2 de noviembre de 1777, Fernández de Sotomayor creció en un entorno lleno de beneficios, propios de la élite criolla de finales del siglo XVIII. Sus padres, Marcos Fernández de Sotomayor y Benedetti y Anselma del Carmen Picón Márquez, eran hijos de españoles que ocupaban cargos políticos en la ciudad portuaria. Su abuelo paterno había llegado al virreinato para ejercer como secretario del Santo Oficio, cargo que el padre de ‘el cura de Mompox’ heredaría, además de ser secretario del Secreto y alcaide de las cárceles inquisitoriales.2 Esa posición privilegiada de su familia le permitiría estudiar en el Colegio de San Bartolomé, en Santafé, y posteriormente, en el Colegio Mayor del Rosario, en el que culminaría sus estudios en derecho y teología bajo la instrucción de Camilo Torres, Tomás Tenorio y Fernando Caicedo y Flórez.
La formación de Fernández de Sotomayor es fundamental para comprender sus acciones futuras, pues no solo recibió instrucción de una generación de ilustrados que discutían en tertulias y espacios académicos sobre textos provenientes de Europa —a partir de los cuales se alentaba al desarrollo de ideas libertarias y al reconocimiento de derechos para los americanos—, sino que participó activamente en procesos sociales y reclamos por parte de los criollos, que exigían que les permitieran gobernar y ocupar cargos políticos por contar con la formación y el conocimiento necesarios para realizarlo. Así, su paso por la capital virreinal constituiría una de las lecciones más relevantes de su vida, que, con el tiempo, lo llevarían a escribir uno de los textos revolucionarios censurados por la inquisición, y a partir del cual se gestaron las manifestaciones libertarias de Mompox.
Luego de su estadía en Santafé, Fernández de Sotomayor volvió a Cartagena, y allí ingresó al seminario para formarse como sacerdote. Sus conocimientos lo llevarían a ser profesor de esta institución luego de haberse ordenado, el 16 de enero de 1801; y tres años más tarde, fue nombrado cura párroco de Mompox, cargo que ejerció entre 1804 y 1810.
El cura revolucionario y patriota
Para inicios del siglo XIX, la villa de Mompox se erigía como uno de los territorios más importantes del virreinato. Su localización a orillas del Magdalena y su proximidad al Caribe hacían de este territorio un paso obligado para todo aquel que quisiera adentrarse en el virreinato, para llegar a la capital o, al contrario, para quienes pretendían zarpar por el Caribe. Tal era la importancia de esta población que contaba con un hospital de patronato, un hospicio a cargo de dominicos, dos conventos, instituciones encargadas de la administración de tabaco y aguardiente y una caja real, encargada de recibir las rentas de varias poblaciones aledañas.3
Sitio de Cartagena, s. f. Grabado: Theodore de Bry. Papel, 28,2 × 20,8 cm. Colección de Arte del Banco de la República, Colombia.
Escudo con la cruz de Calatrava. Fotografía. AHUR. Álbum 07.2. Fotografía: 168.
Es en esta villa en la que las ideas independentistas de Fernández de Sotomayor fueron expuestas en el púlpito, utilizado como “campo de batalla”, al ser considerado el único espacio de la celebración religiosa en la que se hablaba español y se lograba captar la atención de los feligreses.4 En otras palabras, ideas utilizadas como una táctica para obtener la atención de los feligreses y, de esta manera, lograr beneficios personales o para su comunidad.
Luego de haber permanecido seis años en la cabecera clerical de Mompox, y una vez adquirido reconocimiento como uno de los sacerdotes más comprometidos con la defensa de los derechos de los neogranadinos, el domingo 5 de agosto de 1810, influenciado por las noticias de la revuelta popular que había tenido lugar en Santafé el 20 de julio, por los ideales de la Revolución francesa —que, quizás, había leído de la traducción que Antonio Nariño había realizado en 1793—, y movido por los ideales ilustrados con los que había sido formado, Fernández de Sotomayor expuso ante los asistentes a la iglesia varios argumentos por los que, a su juicio, España debía dar un paso en pro de permitir la participación de los criollos en el cabildo, y alentó al pueblo a manifestarse en contra de la opresión española.
El discurso de Fernández de Sotomayor planteaba la necesidad de defenderse de los abusos cometidos por la Corona, así fuera ineludible el uso de la fuerza, con el objeto de conseguir la libertad no solo en términos políticos, sino también de forma individual y en defensa de la propiedad privada. Estas ideas, seguramente, las había desarrollado durante su formación en Santafé, donde tuvo acceso a libros provenientes de Europa, que defendían dicho ideario, como en el caso del Segundo tratado sobre el gobierno civil, escrito por John Locke en defensa de los derechos naturales y el contrato social.5 No es novedad que para este periodo hubiera miembros del clero comprometidos con la causa independentista; tampoco se trató de un fenómeno netamente neogranadino, pues lo propio haría Miguel Hidalgo y Costilla en septiembre de ese año en Nueva España, lo que promovería la independencia de México.6
Entonces, ¿qué tiene de particular el discurso de Juan Fernández de Sotomayor? A diferencia de otros curas, que defendían la promulgación de la Constitución de Cádiz y la lealtad al rey Fernando VII durante la ocupación de Napoleón Bonaparte a España, ‘el cura de Mompox’ mantenía una postura más radical, que lo llevaría a participar en la redacción de principios liberales consagrados en la Constitución de Cartagena de 1812, e incluso, a enfrentar problemas judiciales por sus acciones.7 No satisfecho con el sermón del 5 de agosto de 1810, el cual llevó a que el cabildo de Mompox se adhiriera a la Junta suprema de Santafé,