Juan Sebastián Ariza Martínez

Educación, arte y cultura


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en los poemas de Ortiz una exaltación patriótica relacionada con un protonacionalismo alimentado por un sustrato moral proporcionado por el catolicismo.

      Así, en 1852 Ortiz fundó el Instituto de Cristo, un espacio destinado para enseñar a aquellos personajes interesados en las letras; además, José Joaquín concebía la educación como una herramienta de instrucción para el progreso, siempre y cuando se cimentara sobre los preceptos religiosos: “La educacion reposa sobre la Relijion, cual sobre base amplísima i segura; como quiera que no hai civilización verdadera sin relijion […]. La ilustracion puede ir sola ciertamente, como caminan los grandes incendios dejando atras las ruinas de las inmensas selvas”.25 Su institución hacía frente al proyecto nacional instaurado con la presidencia de José Hilario López, en 1850, el cual modificó las relaciones con la Iglesia, al concebir que dicho poder no engranaba en el proyecto nacional, que abogaba por una modernización del país bajo el mandato liberal;26 además, se buscaba romper con una herencia colonial que impedía, a juicio de los nuevos gobernantes, la idea de progreso. En la barrera política, Ortiz ejerció oposición a dicho gobierno desde su cargo como diputado por el Estado de Cundinamarca en la Cámara de Representantes.

      Más adelante, en 1855, el poeta logró adquirir una imprenta por ocho mil pesos “para dar á luz un periódico de grandes dimensiones que hiciera frente al Tiempo, y defendiera los más caros intereses de la sociedad y de la familia, atacados furiosamente por los secuaces de la escuela llamada radical ó gólgota”.27 Fue así como fundó varios periódicos, incluyendo El Porvenir y El Catolicismo;28 así mismo, publicó su obra La Guirnalda, un compendio de poesía con un marcado patriotismo, y que tenía por objeto proseguir con la promoción de la literatura granadina. Fundó, además, el Liceo Granadino,29 corporación dedicada a formar en la literatura a todo aquel que tuviera inclinación por dichas artes. Su marcado sentimiento patriótico y católico puede ser un indicio de los valores sobre los cuales se concebía la construcción de la República, y que se integraban a los sectores más tradicionalistas de la política; por lo tanto, cualquier filosofía o idea contraria a la religión era asociada a una degradación moral de la gobernanza. Tal fue el caso de la oposición que ejerció Ortiz ante la enseñanza de la doctrina benthamista en las aulas del país.

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      Uniformes de los batallones Cívicos y Alcanfor (Revolución de 1876), 1876. Acuarela: Ramón Torres Méndez (1860-1910). Papel, 26,4 × 37,3 cm. Colección de Arte del Banco de la República, Colombia.

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      Vista panorámica de Tunja. Libro azul de Colombia: Bosquejos biográficos de los personajes más eminentes, historia condensada de la República, artículos especiales sobre el comercio, agricultura y riqueza. New York: The J. J. Little and Yves Company, 1918, p. 304. Consultado el 4 de mayo de 2020. https://archive.org/details/libroazuldecolom00posa/page/312/mode/2up

      Las ideas de Jeremías Bentham, abrazadas por algunos sectores en la Nueva Granada desde las primeras décadas del siglo XIX, apelaban a un cambio del sistema legal del antiguo régimen por uno de corte liberal. Este cuerpo de doctrinas llegaba al territorio en un periodo en el que la tecnificación del Estado se encontraba en marcha, a raíz de los procesos independentistas. Los dirigentes criollos, como lo estipuló Jaime Jaramillo Uribe, requerían un orden legal que prescindiera de las distinciones de grupos, privilegiara el uso racional de la propiedad y favoreciera la expansión de los proyectos económicos de sectores privilegiados.30 Por lo mismo, el benthamismo articulaba una serie de valores, como lo eran la sencillez, la parsimonia, un espíritu cívico y una religiosidad individual; no se conciliaba la religión dentro del proceso de formación del Estado. Esta doctrina, suprimida en 1842 con el triunfo del conservatismo, se reavivó con la instauración del liberalismo radical en la década de 1860. En la Nueva Granada fue Ezequiel Rojas, uno de los fundadores del Partido Liberal, su máximo exponente en las aulas. A la par, se consolidó un sector reaccionario integrado por personajes como José Eusebio Caro.

      José Joaquín reaccionó contra esta doctrina a través de su periódico La Caridad; no obstante, fue su obra Las Sirenas, publicada en 1869, el libro que sentó su postura contra Bentham. Además de atacar a la doctrina utilitarista y sensualista del pensador inglés, Ortiz basaba sus argumentos en la carencia moral que poseían estos postulados al considerar al hombre un ente material, y no un ser que poseía alma. El debate que planteaba Ortiz giraba en torno a la aparente negación del benthamismo por el orden natural, que otorgaba al hombre cierto rasgo de divinidad al haber sido creado directamente por Dios: “Rebajarlo [al hombre] de su altura divina, es limitarlo al nivel del bruto; es no comprenderlo, porque eso no es el hombre”.31 En su disertación sostenía Ortiz que esos postulados —además de ir en contra de la moral cristiana, la cual era constitutiva de la República misma— incentivaban a un egoísmo que podía derivar en la consolidación de la anarquía o de un Estado autoritario que negaba los deberes y los derechos de la sociedad al darles un poder absoluto a los dirigentes; sin embargo, la postura de Ortiz fue refutada por Ángel María Galán, discípulo de Ezequiel Rojas, por medio del ensayo intitulado Refutación a Las Sirenas, publicado en París durante la década de 1870. En su escrito, probaba que Bentham no comulgaba con el egoísmo ético, y tampoco se presentaba una incompatibilidad con el cristianismo. Estas percepciones, sostenía, eran originarias de una mala lectura del autor y de la selección de algunas de sus tesis sacadas de todo contexto y guiadas por los comentarios de los traductores de la obra.32

      Santander, en su época como vicepresidente, incluyó en la educación de colegios y universidades los postulados de Bentham, al considerarlos propicios para fomentar una concienciación de las obligaciones y los derechos de los hombres tanto en el plano individual como en el de una sociedad política;33 sin embargo, el debate se extendió a lo largo del siglo XIX. Los ataques de Ortiz hacia esta doctrina sitúan a la moral como eje de debate dentro de la construcción del Estado, y permiten reconocer la asociación entre patria y catolicismo como elementos constitutivos de la idea de progreso racional y civilización que tenía en mente el poeta y político tunjano. Sus convicciones quedaban plasmadas en varios de sus poemas, como La bandera colombiana, una oda a este símbolo patrio, y en el cual se presentaba a la bandera como una alegoría del país; por ende, todo aquel que la negara repudiaba a la República en sí, y ello incluía los preceptos morales:

      Y si hay un ciudadano que, pensando

      En el secreto de su alma, diga:

      ‘¡Está en indignas manos!’ ese puede

      a su madre negar en su ira insana;

      No tiene corazón, y entre sus venas

      Empobreció la sangre colombiana.34

      Ortiz identificó en la educación una herramienta potencial para el arraigo de la moralización. Por lo mismo, publicó El Libro del Estudian-te, un texto dirigido a las aulas para la instrucción moral y patriota de los estudiantes, que fue adoptado por los jesuitas, y que, incluso, llegó a los centros educativos de Quito. A la par, sus poemas siguieron sobresaliendo en la sociedad de entonces, y hasta fueron reconocidos en varias regiones de América Hispana. En Chile, por ejemplo, se exaltó su aporte a la literatura americana con su libro Poesías, publicado en la década de 1880. “Ciertamente que no faltaríamos á 1ª verdad si dijésemos que aquello no es un libro simplemente, sino un precioso tesoro donde cada joya compite en galanura y esplendor con las otras sus hermanas”.35

      Hasta los últimos días de su vida, José Joaquín dedicó sendas obras a la exaltación de las letras granadinas y a su enseñanza en las aulas. El 14 de febrero de 1892, el poeta, periodista y político falleció a sus 77 años, en Bogotá. Años atrás había plasmado en una de sus estrofas la añoranza por su encuentro con la muerte:

      ¡Oh! ¡si dormir pudiera, como duermen

      Bajo