Tessa Radley

Una propuesta para Amy - El amor de mi vida - Mi vida contigo


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gracias –dijo ella, apartando su copa.

      –Tienes que probarlo –dijo Joshua–. Es un riesling. Es espléndido. Y más seco de lo habitual.

      –Gracias, pero no bebo ahora.

      –No estarás intentando perder peso, ¿no? –dijo Joshua en tono de broma.

      –¡Joshua! –exclamó Alyssa, reconviniendo a su prometido–. Deja en paz a Amy.

      –Josh tiene razón –intervino Megan–. Necesitas ganar un par de kilos, no perderlos.

      –No estoy tratando de perder peso –dijo ella.

      –Entiéndeme, no estaba hablando de controlarte el peso como si estuvieras embarazada –dijo Megan de manera desenfadada.

      Amy se puso colorada como un tomate.

      –¿No me digas que estás…? –exclamó Megan.

      Se produjo un silencio tenso y prolongado.

      –¡Megan, ya es suficiente! –dijo Heath muy serio.

      –¡Oh, Dios mío! –exclamó Megan, tapándose luego la boca con las manos.

      Amy estaba avergonzada. Cerró los ojos. No podía soportar la mirada de nadie. Debía llevar su pecado grabado en la frente con letras mayúsculas y de colores.

      –Lo siento mucho, Amy –dijo Megan tímidamente.

      Con un suspiro, Amy abrió los ojos y miró a la familia que conocía de toda la vida.

      –Sí, estoy embarazada. Supongo que tendríais que saberlo antes o después.

      –Enhorabuena –dijo Alyssa con una sonrisa sincera, mientras Joshua le daba un abrazo de felicitación aprovechando que estaba a su lado.

      Mientras Joshua la abrazaba, Amy pudo ver a Phillip Saxon con una sonrisa de alegría tan grande como hacía años que no le veía.

      –Es una noticia maravillosa, Amy. Un bebé –dijo Phillip casi llorando–. El bebé de Roland. Kay se va a emocionar tanto como yo cuando se entere.

      Amy tragó saliva, tratando de contener las lágrimas de emoción. No iba a ponerse a llorar en ese momento. Ya había derramado bastantes lágrimas en los últimos dos meses.

      Dirigió a Heath una mirada suplicante que parecía decir: «Ayúdame».

      Creyó ver una luz en sus ojos, pero luego su cara volvió a recobrar su expresión inescrutable.

      Había comprobado, tal como él había dicho, lo importante que era aquel bebé para su familia.

      Su bebé era un milagro. Un milagro que permitía a todos recobrar un parte de Roland, dándoles un motivo de alegría en sus vidas.

      Heath pisó el acelerador y el Lamborghini dejó atrás Saxon´s Folly.

      Amy y él permanecieron callados.

      Enfiló la estrecha avenida que atravesaba el pequeño pueblo costero de Hedeby y minutos después se detuvo al llegar al apartamento de Amy.

      Ella se bajó del coche y se dirigió directamente a la puerta.

      –No tan deprisa –dijo Heath.

      Amy se volvió hacia él. Estaba pálida.

      –¿Sí?

      –¿Qué has decidido?

      –¿Necesitas que te dé la respuesta ahora?

      –Creo que deberías tomar una decisión lo antes posible, ahora que ya se sabe la noticia.

      –No me lo recuerdes. Ha sido peor de lo que me imaginaba. Nunca he pasado tanta…

      –Sé lo humillante que ha debido ser para ti. De buena gana le habría retorcido el cuello a mi hermana.

      –Megan no ha tenido la culpa.

      –Naturalmente que sí. Siempre ha tenido el don de decir alguna inconveniencia en el más momento más inoportuno.

      –Pronto lo sabrá todo el mundo.

      –Será la comidilla del vecindario durante unos días, pero se olvidarán de ello en cuanto tengan un nuevo chisme con el que entretenerse.

      –Sí, pero durante esos días yo estaré en boca de todos. Quiero tener mi vida de antes.

      –Amy, ahora con el bebé eso ya no va a ser posible.

      –El bebé no es el culpable de nada. Siempre deseé tener un bebé. Pero suponía que los bebés debían estar dentro del matrimonio, no así.

      –Pues cásate conmigo. Cuidaré de ti y del bebé. Nos iremos de luna de miel y cuando volvamos todo el asunto se habrá olvidado.

      Heath sonrió imaginando a todos los amigos y amigas de Amy puestos en fila, saludándola muy efusivamente a su regreso.

      –Esto no tiene ninguna gracia, Heath.

      –No es tan malo como crees. Relájate y di que sí. Te prometo que nadie se atreverá a decirte ninguna inconveniencia mientras yo esté a tu lado.

      –Sí, tienes razón. Nadie se atrevería.

      Heath no quería que ella se casara con él por su fama de rebelde y pendenciero, pero tampoco era cuestión de desaprovechar las ventajas.

      –¿Es eso un sí?

      Heath se quedó expectante al ver un leve movimiento en sus manos.

      –¿Qué otra cosa puedo hacer? –dijo ella suspirando–. Está bien, me casaré contigo, Heath.

      Capítulo Cinco

      Todo sucedió a velocidad de vértigo a partir de ese momento.

      Heath consultó el calendario en su BlackBerry y concertó una fecha para la boda. Luego habló con varios servicios de catering y… Antes de que ella pudiera decirle que se tomara las cosas con más calma y le diera un poco de tiempo para ir haciéndose a la idea, Kay Saxon, la madre de Heath, se presentó en casa.

      –Amy, querida –exclamó Kay dándole un abrazo y envolviéndola en su perfume de lavanda–. Heath me llamó para decirme que estás esperando un bebé de Roland y que os vais a casar. No sabes cuánto me alegro. Deberías haberme dicho antes lo del bebé.

      Kay se apartó de Amy con los ojos llenos de lágrimas.

      –No lo supe hasta hace unos días –replicó Amy.

      –No sé por qué estoy llorando. No suelo hacerlo. Debe ser de felicidad.

      –¿No te importa? –preguntó Amy en un hilo de voz.

      –¿Importarme? ¿Por qué habría de importarme?

      –¿No crees que esto le puede parecer mal a alguien? Habrá quien se extrañe de que me case con Heath habiendo estado prometida de Roland.

      –¿Qué importa lo que piense la gente? El bebé es lo único importante. Estoy orgullosa de Heath y de ti. Los dos habéis demostrado una gran sensatez haciendo lo que teníais que hacer. Además, ¿sabes lo que esto significa, Amy? Pues que ya no tiene sentido pensar en divorciarme de Phillip ni irme a Australia. Ahora tengo una nueva obligación: estar aquí a tu lado, contigo y con el bebé de Roland.

      Por un momento, Amy pensó que iba a desmayarse de nuevo.

      –Me encantará contar con tu ayuda.

      –Me pregunto si el bebé será pelirrojo como Roland o tendrá el pelo castaño como Megan –dijo Kay.

      –Podría tener también el pelo oscuro como yo –dijo una voz masculina.

      Amy alzó la cabeza y vio a Heath con sus ojos inescrutables. Iba vestido de una forma poco habitual en él. Llevaba un traje oscuro y una camisa blanca