Patricio Landaeta Mardones

Gilles Deleuze y Félix Guattari


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desinhibidas. Su variación crítica consiste en poner una atención especial a un plano tóxico vinculado a todo eso, pero especialmente notable en una gestión de tecnologías y micropolíticas que ellas vinculan. Su texto encuentra en la micropolítica de Guattari no una tendencia pesimista, sino un potente aliado para el despliegue de variaciones críticas, pues considera que sus escritos dedicados al deseo, a la invención de vida, a la ciencia, a la creación, a la libertad son fuertemente actuales. Teniendo presente que antiguos modos de dominación social pueden regresar hoy con más crueldad, se hacen necesarias variaciones críticas en medio de lo que sucede en los nuevos territorios, como el del alcance de las relaciones de las tecnologías con el poder de la subjetividad y de la colectividad.

      El texto de Gustavo Chirolla, «Vida, trabajo y epigenética. Deleuze y la biotecnociencia», sugiere que al lector que mantenga presente la siguiente pregunta: qué sería necesario tener en cuenta para que pensemos conceptualmente un problema que siempre nos alcanza diferentemente, a cada variación de los dinamismos espacio temporales: el problema de los cruces experimentados por el «cuerpo biológico», por las «técnicas» y por la «economía» a partir de las intersecciones entre «naturaleza» y «cultura». Al respecto, son significativas las referencias alrededor de la noción de biopoder de inspiración foucaultiana. El texto acentúa que, en ese cortejo de lo necesario, un horizonte insospechado de posibilidades se produce con las nuevas tecnologías, posibilidades tanto de conocimiento como de invención en la propia vida, así como en el trabajo y en el lenguaje. Y en el caso de que intentemos preservar el ethos crítico del pensamiento, lo que se nos impone es: «interrogar las evidencias y los presupuestos en que la vida, el trabajo y el lenguaje se presentan en la actualidad». Al desarrollarse, el texto usa una noción de contingencia, distinta de la idea de azar, ya que se encuentra vinculada a la noción de acontecimiento e invención, capaz de operar una fuerza aglutinadora a partir de la cual se produce un horizonte en el cual nuevas capacidades comienzan a desplegarse. El texto se abre a distintas contribuciones, como la de transformación de la medicina en biomedicina, de modo que, por ejemplo, la biopolítica pueda devenir biopolítica molecular. El ejemplo privilegiado por el texto no es el del filum maquínico que da cuenta de cómo un flujo de materia-energía entra en relación con un filum tecnológico, sino el de un agenciamiento maquínico de cuerpos, un filum maquínico en relación con un filum bio-tecnológico. En su final el ensayo hace una oportuna indagación, manteniendo la operatoriedad del concepto deleuzoguattariano de agenciamiento: ¿como bioeconomía y epigenética se entretejen en las condiciones actuales y mediante qué agenciamiento?

      El trabajo de Vignola, «Gayos Trópicos. Geofilosofía y perspectivismo de un Nietzsche menor», minora el propio pensamiento de Deleuze y Guattari, estableciendo un cruce inédito entre la concepción de la filosofía como geofilosofía y la vocación menor o minoritaria del pensamiento vitalista. Para esto, con mucha astucia acude al pensamiento de Nietzsche para ponerlo en diálogo y forzarlo desde las coordenadas que ofrece en la actualidad la antropología de Viveiros de Castro: «En el perspectivismo radical, la perspectiva no es la expresión o propiedad de un sujeto constituyente; la perspectiva anticipa, prepara y da forma a la constitución de este mismo sujeto. Esto no es más que el resultado de una ecología diferencial, es decir, de una lucha incesante entre todos los agentes que pretenden imponer su propio punto de vista, por lo tanto un mundo particular, sobre los otros cuerpos». En ese sentido, el multinaturalismo de Viveiros de Castro puede permitir no solo otra lectura de la riqueza crítica de Nietzsche, cuyo perspectivismo se plantea como la destrucción de los saberes que asfixian la vida, sino más profundamente una nueva entrada para la propia criba de la idea de geofilosofía de Deleuze y Guattari, de su eurocentrismo y anclaje inevitable en el pensamiento occidental.

      El texto de José Ezcurdia, «Devenir animal, devenir indio y devenir brujo en la crítica deleuziana a la modernidad capitalista», se confronta con el eje Descartes-Kant-Hegel-Heidegger, movilizando un Deleuze que señala el devenir indio como horizonte de experiencia liberado de la tutela de la significación y de la subjetivación. En esta confrontación, él se alía no solo a un Spinoza indio, sino también a un Bachelard junguiano, que explora toda una mimesis que reúne en sus redes naturaleza y cultura. El texto convoca alianzas en pro de los devenires, justamente para no perderse, como Heidegger, en los caminos de la reterritorialización de un pueblo mayor, conforme recuerdan Deleuze y Guattari, para los cuales «la raza invocada por el arte o la filosofía no es la que se pretende pura, sino una raza oprimida, bastarda, inferior, anárquica, nómade, irremediablemente menor –aquellos que Kant excluye de las vías de la nueva Crítica». Si el pensador tiene en cuenta el problema de las exclusiones, la cuestión no es de hablar con miras a ellos o en lugar de ellos, sino delante de ellos, pues lo que allí está latiendo es una cuestión de devenir, de doble devenir. Así es como el texto resuena esa perspectiva de devenir: «Devenir indio es para Deleuze marco de una producción de sentido que se sustrae a la rostridad occidental. Frente al entramado de dispositivos en los que se constituye la modernidad capitalista, el devenir indio se resuelve como forma de hacer experiencia en la que la producción afectiva se afirma como espacio de resistencia. El devenir indio, para Deleuze, es de este modo una senda por la que la reflexión filosófica bien puede transitar, en tanto que se determina como foco de una creación de conceptos y una producción de sentido dotada de una dimensión vital: el devenir indio implica una experiencia del propio cuerpo en tanto una relación de fuerzas que al aparecer no como un proceso de autonegación, sino como fuente de cultura, brinda a la filosofía el plano intensivo y prefilosófico para llevar a cabo la creación de conceptos en los que afinca su vocación libertaria».

      El texto de Cristina Pósleman, «18-68-18», considera el surgimiento de El Anti Edipo luego de 1968 como un acontecimiento que opera como una poderosa flecha que se multiplica hacia todos los puntos cardinales. El texto, entonces, busca interpelar nuestro tiempo como siglo del deseo, interpelación que parte de la pregunta: «¿a qué deseo apostamos?». La pregunta es acompañada por una diferenciada estrategia o táctica de redireccionamiento del modo de pensar El Anti Edipo: se trata de pensarlo indisciplinadamente, dice Cristina, con lo que tal vez se puedan alcanzar dos objetivos iniciales: evitar lecturas pedagógicas y un determinado discurso derrotista en torno del Mayo de 1968, discurso que desacredita la teoría del deseo inmanente. Pensar diferentemente implica también leer indecente e indisciplinadamente El Anti Edipo, apostando por desparramar sus efectos y retomar, siguiendo Diferencia y repetición, el tratamiento de la pregunta sobre lo que es fundar. Ese pensar y repensar al ritmo de nuevas lecturas busca traer al primer plano voces invisibilizadas, como la de Frantz Fanon. Todo esto lleva a resonar una pluralidad de nuevos perceptos y afectos; todo esto nos abre a un nuevo caleidoscopio de microacontecimientos que intensifican el pensar, el releer, el redecir y el rehacer opciones en una creciente apertura de nuevas e imprescindibles solidaridades en una amplitud de deseos inmanentes, en los cuales centellea siempre la pregunta: ¿a qué deseo apostamos? Lo que se encuentra en el final del texto es el grito por un «deseo no racista».

      El artículo de Antonio Carlos Rodrigues de Amorim, «Desplazamientos entre cine experimental y creación», trae una rica visibilidad de testimonios de una productiva idea de experimentación. Según esa idea, experimentar ocurre sin que conozcamos previamente su resultado; ocurre, por lo tanto, como un proceso abierto que explora lo que hay de nuevo y lo que está en devenir. El texto vincula esa idea de experimentación a un campo extremadamente sensible a esta: el campo de los agenciamientos de la pragmática del currículo. Para ello el autor regresa a la pregunta plateada por Deleuze en sus estudios sobre cine: ¿como creer, a pesar de todo, en un mundo en el cual nos encontramos a nosotros mismos como una situación óptica y sonora pura?, pregunta que remite a la fractura de la relación entre los sujetos y el mundo en el cual las imágenes trabajarán exclusivamente en un proceso de mediación. El artículo enfatiza que existe un momento complicador de ese proceso, a saber: cuando las imágenes regresan al mundo. ¿Por qué complicador? Porque, entonces, las diferencias pueden ser liberadas de las tercas lógicas de la identidad, la correspondencia y la analogía. Una profusión de iniciativas crítico-creativas es lo que se procesa. ¿Cómo captar los dinamismos de ese proceso? El texto apunta a la importancia del medio en que los acontecimientos y los cuerpos emiten los signos de los encuentros, encuentros que son pensados como potencias de afectación y sensación. Y, entonces, optando por la relación entre currículo y estética, el escrito