explica la PTF. Como es de esperar, la productividad de los países parece ser explicada por el esfuerzo en investigación hecho por las empresas. Benavente explica lo siguiente: “En un reciente trabajo empírico, Rouvinen (2002) muestra que efectivamente el gasto en Investigación y Desarrollo explica en buena medida cambios de la PTF en un grupo de 15 países de la OECD. Sin embargo, un aspecto de fundamental interés de este estudio es el hallazgo de que sería el gasto en I+D el que causa cambios en la PTF y no al revés. Este resultado elimina por tanto la posibilidad de que para aquellos países que han crecido más vigorosamente sea este último hecho el que explique tasas de inversión más alta de actividades científico-tecnológicas; es decir, la causalidad inversa” (Benavente, 2004).
Tomando la PTF y el gasto en I+D promedio durante los 90 para 55 países con información reciente, Benavente ajusta una regresión que sugiere que “para el caso de Chile, un aumento de un 10% en la proporción del gasto en I+D sobre el producto tendrían un impacto de mediano plazo (una década) de 1,8 puntos porcentuales en el crecimiento económico” (Ibíd.), como se aprecia en la figura 3.2. Esta es, sin embargo, sólo una primera aproximación al tema; en los dos capítulos siguientes se entrará en detalle de qué factores específicos están impulsando la productividad a nivel de la firma.
Figura 3.2. Relación entre Productividad Total de Factores y Gasto en I+D.
Fuente: (Benavente, 2004).
En Chile hace años se viene hablando de “dar el salto al desarrollo”. ¿Qué significa esto exactamente? Se supone que Chile tiene el potencial de pasar de ser un país “en desarrollo” a uno desarrollado, pero algo ha faltado, y sigue faltando. Ese algo es cuantificado en los últimos Reportes de Competitividad para el Crecimiento, en el reporte 2000-2001 mediante el “índice de creatividad”, y en el 2001-2002 mediante la distinción entre “economías núcleo” y “economías no núcleo”.
Basándose en el hecho de que lo que diferencia a los países que han logrado crecer sostenidamente a largo plazo de los que no, es la capacidad de tener altas tasas de innovación, se introduce este concepto en la elaboración del índice. Las economías “no núcleo” pueden lograr altas tasas de crecimiento mediante la inversión extranjera y la absorción de tecnología, pero a medida que se acercan en tecnología a las desarrolladas, la capacidad de crecimiento mediante absorción tecnológica va claramente disminuyendo, hasta llegar al punto en que el país necesita dar el salto y transformarse en un innovador, para no estar estancado esperando que le llegue la tecnología desde el exterior, sino que pueda sustentar su crecimiento en tecnología desarrollada dentro de la misma economía; esto es lo que caracteriza a las economías “núcleo”.
Para lograr este cambio, se han identificado una serie de factores importantes: la inversión en educación superior, una buena base de tecnologías de la información, altos niveles de gasto público en I+D, y leyes de propiedad intelectual efectivas que promuevan la investigación y el desarrollo (McArthur y Sachs, 2002).
Porter, con su “Ventaja Competitiva de las Naciones” planteó la idea de hablar de competitividad no sólo a nivel de firmas, sino que también de economías nacionales, lo que se ha continuado desarrollando por distintos autores. “Competitividad tiene distintos significados para la firma y para la economía nacional. La competitividad de una nación es el grado en el cual puede, bajo condiciones de mercado libres y justas, producir bienes y servicios que pasen la prueba de mercados internacionales y al mismo tiempo aumentar los ingresos reales de sus ciudadanos” (Cohen et al., 1985, citados por Castells, 2000).
En esta definición se conectan los bienes y servicios producidos por las distintas firmas con el nivel de competitividad nacional. Como lo complementa Castells, la competitividad, “tanto para firmas como para países, requiere reforzar las posiciones de mercado en un mercado en expansión. Así, el proceso de expansión de mercados mundial retroalimenta al aumento en productividad, dado que las firmas deben mejorar su rendimiento al encontrarse con competencia más fuerte de otras partes del mundo” (Castells, 2000). Acá entra en juego la globalización, como un factor crucial tanto por el hecho de que, inevitablemente, los países compiten unos con otros, como por el efecto amplificador sobre la productividad (y por tanto sobre la competitividad) causado por la participación en mercados globales.
De estos dos niveles de la competitividad se desprende que los Estados deben lograr crear condiciones de competitividad nacional, para que sus firmas sean competitivas a nivel internacional y de esta forma fomenten el crecimiento del país.
Sin todavía estudiar en detalle el tema de la innovación, lo que se hará en el capítulo 5, en términos de su potencial como impulsor del crecimiento, es posible distinguir entre los nuevos emprendimientos, que casi por definición está acompañado de ideas innovadoras, y las innovaciones realizadas por empresas ya establecidas, como forma de lograr ventajas competitivas.
El emprendimiento ha sido siempre una fuente de crecimiento; al crear nuevos puestos de trabajo, nuevos productos y servicios e incluso potencialmente nuevas industrias.
Es imperativo que una economía presente características facilitadoras del emprendimiento, de lo contrario no sólo se pierden posibles emprendimientos exitosos, sino que surgen las condiciones para el establecimiento de una cultura opuesta a este, apareciendo un círculo vicioso donde, en un caso extremo, el emprendimiento puede desaparecer y el país verse atrapado en una situación de estancamiento.
Las condiciones culturales explican en gran medida el nivel de emprendimiento en una sociedad, siendo la valoración del emprendimiento y la independencia asociada a este, la capacidad de la población de reconocer oportunidades de emprendimiento, y el considerar la toma de riesgos como un valor positivo y reforzarlo en el sistema educacional características comunes en los países con altas tasas de emprendimiento (OECD, 2000).
Si los factores culturales no son ya un tema suficientemente complejo, otro factor que debe considerarse a la hora de hablar del emprendimiento es la disponibilidad de capital de riesgo y la existencia de políticas públicas que lo hagan faciliten en vez de entorpecerlo. El capital de riesgo está siendo indicado como un factor clave en el crecimiento, al ser el único medio de emergencia y expansión para las firmas innovadoras que no pueden obtener financiamiento de la manera tradicional, en gran medida por su alto riesgo y dependencia de activos intangibles en vez de físicos (OECD, 2000). Las políticas públicas, a la vez, deben no sólo facilitar la existencia y distribución del capital de riesgo, sino disminuir los costos en la creación de nuevos negocios, simplificar sus trámites, y conectarlos a redes de cooperación tecnológica. Todos estos son temas poco conflictivos y en los que hay consenso, pero hay otros que se prestan para mucha discusión, como si pueden, y hasta dónde, relajarse las exigencias laborales para promover el surgimiento de nuevos negocios. Como queda claro, aunque el emprendimiento es claramente un potente impulsor del crecimiento, es quizás uno de los más complicados, por no depender exclusivamente de las personas y los mercados, sino de factores culturales y políticas públicas.
Volviendo a las empresas que ya están establecidas, es de ellas, y específicamente de sus laboratorios de I+D, nacidos durante la Segunda Revolución Industrial, de donde surgen la mayor parte de las innovaciones que llegan al mercado.
El esfuerzo en investigación y desarrollo se traduce en innovaciones que entregan ventajas competitivas a las empresas; la competencia las imita y esto hace necesario buscar nuevas innovaciones; y así sucesivamente; la competencia hace necesario innovar, y la innovación permite mantener el ritmo de crecimiento económico. Además, la competencia y la innovación permiten tener productos y servicios cada vez más baratos y mejores.
Figura 3.3. Porcentaje de firmas que se embarca en arreglos de cooperación para innovar (el año 2000) versus PIB per cápita (el año 2003). Fuente: (Fagerberg, 2006).
Pero no sólo hay innovación y crecimiento en la competencia, también en la cooperación. Un ejemplo concreto en Chile es el caso del Consorcio Vinnova (Consorcio tecnológico empresarial